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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Útil

Resulta llamativo que tras la paranoia terrorista la gente se haya pasado al otro bando de las libertades sin hacerse preguntas.

David Trueba
Edward Snowden, el estadounidense que ha revelado el programa ultrasecreto de vigilancia masiva de la Casa Blanca.
Edward Snowden, el estadounidense que ha revelado el programa ultrasecreto de vigilancia masiva de la Casa Blanca.

Héroe o villano, no dejamos de preguntarnos a qué categoría pertenece Edward Snowden, que después de trabajar en una subcontrata del espionaje norteamericano ha terminado por revelar en la prensa la absoluta impunidad con la que se interfiere la privacidad. Héroe o villano según para quién y por qué, acostumbrados como estamos a mirar las noticias desde dentro, a participar en la feria, urgidos a tomar partido. Pero ganaríamos tiempo si concluyéramos que Snowden es útil. Es otro desertor que abre las ventanas a la información. Aún no sabemos si por un negocio lucrativo o por un rapto de moralidad, ¿quieren apostar? Como en los escándalos de fuga de capitales, el servicio a la sociedad justifica la dentellada al poder impune de los chivatos, los traidores y los arrepentidos.

Mientras la Administración de Obama se piensa cómo amedrentar a las futuras gargantas profundas, lo sorprendente es el grado de aceptación ciudadana de las prácticas gubernamentales. Es llamativo que tras la paranoia terrorista la gente se haya pasado al otro bando de las libertades sin hacerse preguntas. La revitalización de la tortura, de los campos de concentración, de las ejecuciones sumarias vienen a tener una continuidad en la interferencia de llamadas y mensajes. Sabemos que la crisis económica ha propiciado el retroceso en las políticas de protección social más enorme de la historia. Después de nuestro plan de pensiones, ya sabemos que ahora la mafia institucionalizada no usa la expresión “¡que parezca un accidente!”, sino una más perversa: “¡que parezca una ecuación!”. Pero no asistimos con el mismo estupor a la crisis de las libertades personales en favor de la eficacia rotunda contra el crimen.

Espionaje callejero, control preventivo, almacenaje de nuestra intimidad, aquí no ha sido la situación financiera quien todo lo justifica, sino otra estrategia de temor y pánico global, basada en la amenaza. Si el terrorismo es indiscriminado, el espionaje también puede serlo. Y el único combate es entre quienes roban nuestra privacidad por supuestas razones de Estado y quienes aplican al Estado la misma vara de medir y le recuerdan que también sus secretos carecen ya de fortaleza consistente en el bazar sin escaparate de la información. Nunca estuvimos tan desnudos.

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