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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Españolada

La historia de España es una historia escrita a empujones, donde para afinar cada versión de un suceso han sido necesarias una distancia de siglos y superar las zafias manipulaciones interesadas

David Trueba

La historia de España es una historia escrita a empujones, donde para afinar cada versión de un suceso han sido necesarias una distancia de siglos y superar las zafias manipulaciones interesadas. Sucede ahora con la corrección sobre un Estado corrupto, sobrecargado de desvío de fondos, élites aprovechadas y un sistema abrasado de concursos amañados de gestión colectiva, privatizaciones a favor de amiguetes de cole, estudios de consultoría inflados y fundaciones recaudatorias para el partido con poder. A cada impulso por esclarecer una disfunción le sigue un latigazo de autoridad, un tribunal superior castrador del empeño de un juez insumiso. A cada prospección periodística de calado, le corresponden paladas de tierra y negaciones empecinadas para recuperar esa oscuridad impune en la que también se mueven los poderosos.

Pero sería inocente pretender que esto es un fruto de nuestro tiempo. Incluso culpar a la democracia de tener este defecto de uso, como si fuera un electrodoméstico de los de ahora con fecha fijada para estropearse. El otro día un gasolinero almeriense me dijo que España era el país más rico del mundo, porque algunos llevan 300 años robando y aún no se acaba el dinero. Cuando uno analiza la historia ya asentada de España se da cuenta de que la pelea nacional se establece hace siglos entre la cacicada y la regeneración. A cada impulso de apertura le corresponden dos zapatazos de impuesta sumisión. A cada denuncia de un estado podrido de las cosas, le atizan un exilio forzado y tres mordazas.

Los que aún bucean en los archivos y han encontrado que militares franquistas y personajes de alta influencia tras la guerra civil recibieron fortunas en sobornos desde Reino Unido para mantener la neutralidad española durante la guerra mundial, nos invitan a retomar la senda de esa reescritura distanciada de las versiones oficiales, siempre heroicas y fotogénicas con parada en Hendaya. Tarde, se termina por imponer la verdad más transparente, la que nos devuelve la incómoda certeza de que los salvadores y los patriotas tampoco son la solución, sino la más óptima explotación del concepto de oportunismo en beneficio propio, que exprimen la desazón social para trepar. La tragedia española que ojalá terminemos algún día de escribir una vez tras otra.

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