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SAN ISIDRO, BALANCE AGRIDULCE
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Una rendija para la esperanza

Doce orejas se han cortado en un ciclo salpicado por instantes de alta intensidad La feria ha estado protagonizada por el hundimiento del toro La cuadrilla de Castaño fue la triunfadora

Antonio Lorca
La cuadrilla de Javier Castaño, durante su histórica vuelta al ruedo del día 1 en Las Ventas.
La cuadrilla de Javier Castaño, durante su histórica vuelta al ruedo del día 1 en Las Ventas.Kote Rodrigo (EFE)

Según se mire, la botella está medio vacía o media llena; pero en momentos de tan grave crisis taurina como el actual parece más saludable ver la tímida luz al fondo del túnel de una incipiente recuperación de la fiesta de los toros, aunque solo sea porque la feria de San Isidro ha sido testigo de instantes irrepetibles, de altísima intensidad emocional, que no han podido ocultar la confirmación de que el toro, el protagonista de este espectáculo, está hundido y desaparecido.

En un ciclo largo, de veinticuatro festejos, dominado por un persistente frío invernal y la lluvia, con 2.716 abonados menos, pero con seis llenos de ‘no hay billetes’ y la plaza casi a rebosar todos los días, los matadores han cortado doce orejas y cinco los rejoneadores.

Ha habido una puerta grande, protagonizada por Alejandro Talavante, tras pasear las dos orejas de uno de los toros más mansos de la feria, y que fracasó en su gesta de encerrarse en solitario con seis victorinos, a pesar de lo cual ha sido declarado triunfador de la feria. Ha subido enteros Iván Fandiño, que hizo una exhibición de entrega y poderío ante un encastado violento de Parladé, al que dominó de principio a fin y a cambio sufrió una cogida de la que aún se está recuperando. Ha salido reconfortada la imagen de Miguel Ángel Perera, que triunfó con un agresivo toro de Alcurrucén, ante el que se jugó el tipo y demostró un irrefrenable deseo de triunfo. También han cortado orejas Juan del Álamo, autor del mejor toreo a la verónica de todo el ciclo; Castella y Manzanares, por debajo de lo esperado; los mexicanos Diego Silveti y Arturo Saldívar, por su valor y entrega; Alberto Aguilar, convertido por derecho propio en la revelación del ciclo; Antonio Ferrera, magistral la tarde de los toros de Adolfo Martín, y Juan Bautista el día de la granizada. El caballero Diego Ventura cortó tres orejas y traspasó la puerta grande por undécima vez en su carrera, y una cada uno Hermoso de Mendoza y Mariano Rojo.

Pero, por encima de los triunfos de los matadores y rejoneadores, este San Isidro ha sido, sin ninguna duda, la feria de los subalternos de a pie, con banderillas y capotes, porque los hombres de plata han regado de torería el ruedo de la plaza de Las Ventas, liderados por la cuadrilla de Javier Castaño, que el pasado sábado dio una histórica vuelta al ruedo, en compañía del excelente picador Tito Sandoval.

El sábado 1 de junio ha entrado ya en la historia de la tauromaquia por la explosión de júbilo provocada por David Adalid y Fernando Sánchez —es muy difícil superar la técnica, la seguridad, la gracia y el empaque de estos dos hombres— que colocaron tres pares de banderillas sencillamente insuperables, que levantaron al público de sus asientos; momentos antes, Tito Sandoval había provocado el éxtasis —así, como suena— en uno de los tercios de picar más emocionantes que se recuerdan en esta plaza. La tensión emocional alcanzó tales extremos que los banderilleros, acompañados por Marco Galán, superior con el capote, y el picador dieron una histórica vuelta al ruedo entre el arrebato del público, mientras esperaban el toro y el matador Javier Castaño, que ofreció una ejemplar lección de generosidad como torero y como compañero.

Pero no fueron estos los únicos hombres de plata que relucieron durante la feria. Larga es la nómina de toreros de una pieza que se sintieron héroes y artistas en esta plaza: los picadores Héctor Piña y J. J. Esquivel, y los subalternos Luis Carlos Aranda, Joselito Rus, José Mora, Pascual Mellinas, Rafael González, J. Manuel Montoliú, Álvaro Núñez, José Jiménez, José Chacón, Juan José Trujillo, Raúl Cervantes, Juan Carlos García, Rafael Viotti, Ángel y José Otero, Lipi, Félix Rodríguez, Domingo Siro, P. José Cebadera, Alcalareño, El Boni, Jarocho, Miguel Martín, Antonio M. Punta, Juan Sierra, Guillermo Barbero, Joselito Gutiérrez, Javier Ambel, José Chacón, Curro Javier, Rafael González, Tito, Juan Navazo, Fernando Pérez y Pablo Saugar Pirri. Todos ellos recibieron el mejor regalo: el reconocimiento de la afición. Junto a ellos, un recuerdo para su compañero Valentín Luján, que se recupera de las graves heridas sufridas el 24 de mayo.

Pero la feria de San Isidro no ha sido un camino de rosas. Se ha evidenciado, primero, que entre los 2.716 abonados menos abundan buenos aficionados, que han sido sustituidos por un público de aluvión triunfalista y generoso en exceso.

Se ha confirmado, por otro lado, que el toro moderno, el comercial, el artista, es una piltrafa, pura basura y un cáncer mortal para la fiesta. La inmensa mayoría de las corridas lidiadas —con especial incidencia de las del encaste Domecq— ha sufrido un batacazo de imprevisibles consecuencias para la pervivencia del espectáculo. Y con los toros, sus mentores, las figuras y los toreros artistas, con Morante a la cabeza, han fracasado con estrépito y socavado aún más la decadencia de la fiesta.

Ninguna de las ganaderías anunciadas ha sobresalido por su pujanza, nobleza y bravura; y se da la circunstancia de que la premiada, Victoriano del Río, lidió algunos de los toros más mansos del ciclo. Quedan, no obstante, en el recuerdo algún ejemplar de Parladé y Alcurrucén, la fiereza de los toros de Escolar, el trapío y la variedad del hierro de Adolfo Martín y la seriedad de Cuadri.

Ovaciones y pitos

San Isidro 2013 ha sido la feria de los banderilleros y de un picador excepcional, Tito Sandoval. El Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid han reconocido a Antonio Ferrera, por su magistral actuación con los toros de Adolfo Martín. Talavante, Fandiño, Perera y Diego Venturase cuentan entre triunfadores del largo ciclo.

Se ha confirmado el hundimiento del toro; especialmente, del toro comercial y artista, tan querido por las figuras. Mientras el aficionado huye desilusionado, los tendidos los ocupa un público de aluvión triunfalista y festivalero. Los jurados premian a Victoriano del Río, que lidió una de las corridas más mansas del ciclo. Por cierto, la corrida de Juan Pedro fue un fracaso en toda regla. Toros de justísima presencia, justísima fuerza, justísima casta y justísima nobleza. El toro del siglo XXI; el deseado por estas figuras —que a tantos nuevos aficionados arrastran—, pero que, a buen seguro, serán los verdugos de la fiesta. Dentro de unos años, no habrá toros, sino juampedros, borreguitos del norit, y no habrá héroes artistas, sino bailarines. Así, la fiesta morirá sola, sin necesidad de políticos que le pongan zancadillas en el Congreso, como está ocurriendo con la ILP, paralizada sin razón desde el pasado 12 de febrero, ni detractores de la tauromaquia. Con toros como estos en el recuerdo, sin poder, sin casta, sin sangre brava, se construirá la fiesta del futuro, esa que quedará para una pequeña minoría de turistas ávidos por conocer las barbaridades de los españoles de finales del siglo pasado. Solo faltó el velcro en el lomo de los toretes para que no asistiéramos al espectáculo de la sangre. Es lo que nos queda; pero es lo que quieren los que mandan y la inmensa mayoría claudicante de los que pagan.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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