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La base de datos viviente de Lichtenstein

Dorothy, viuda del artista, presenta en Venecia las esculturas, inéditas en Europa

MICHELE CROSERA

“Roy se sentía un pintor también cuando trabajaba como escultor. Lo que realmente le importaba era experimentar con los medios industriales: acrílicos, esmaltes, acero y aluminio. Le encantaba su tacto, su olor y su capacidad de reflejar la luz”. Lo afirma Dorothy Lichtenstein, viuda de Roy Lichtenstein (Nueva York, 1927-1997), presidenta de la fundación que cuida de su legado y base de datos viviente de la trayectoria de uno de los grandes del arte pop.

Dorothy Lichtenstein ha estado en Venecia para inaugurar la exposición Sculptures, que reúne en la Fundación Vedova 45 obras entre dibujos y esculturas de dimensiones relativamente pequeñas en relación a lo habitual del artista, que no se han mostrado nunca en Europa. “La muestra de la Tate de Londres, que sigue itinerando, fue la primera gran retrospectiva tras la muerte de Roy, como un repaso de su vida. En cambio ahora mostramos sus obras menos conocidas y también menos reconocidas”, indica.

El responsable de esta operación de recuperación y redescubrimiento es Germano Celant, durante muchos años curador del Museo Guggenheim, que tuvo la oportunidad de conocer y trabajar con Lichtenstein y varios creadores de su generación. “Me gusta especialmente recibir propuestas de comisarios de otros países, que quieren investigar en el archivo de Roy para revelar algún aspecto inédito o aportar una perspectiva distinta. Por eso apoyamos proyectos de gran envergadura así como pequeñas exhibiciones”, explica Dorothy, subrayando que en el caso de Celant ha sido algo especial, ya que el historiador y el artista eran viejos amigos.

De hecho la muestra veneciana arranca con House II, la obra que Lichtenstein realizó para la Bienal comisariada por el propio Celant en 1997, unos meses antes de su fallecimiento. “Roy trabajaba en diversos tamaños, aunque se le recuerda sobretodo por las obras gráficas y las piezas de grandes dimensiones, como la Cabeza de Barcelona, una obra fuertemente influida por Gaudí, Miró y el propio carácter de la ciudad donde fue concebida y construida. A Roy le gustaba traducir las ideas en objetos y solía empezar por un dibujo y una maqueta en madera, aunque luego podían derivar en obras diversas”, explica Dorothy, que lleva años investigando las huellas de Lichtenstein en Barcelona, para recuperar materiales desaparecidos hasta la fecha.

En los últimos 15 años, la viuda de Lichtenstein se ha dedicado a enriquecer la documentación y sistematización del fondo de esculturas: desde las primeras producciones de la década de 1940 hasta las últimas piezas públicas monumentales, pasando por las ediciones a escala y las obras únicas. “Sus esculturas son el resultado de dibujos convertidos en collages y construcciones en gomaespuma o madera, reconfiguradas utilizando metales, fibra de vidrio y esmaltes de colores primarios, como la serie Explosion, surgida como representación de las explosiones de los comics y convertida en esculturas para pared”, indica Dorothy.

Aunque no tiene voluntad retrospectiva, Sculptures abarca un arco de tiempo que va del 1965 al 1997, durante el cual Lichtenstein se mantiene siempre fiel a su interés por la bidimensionalidad. Una actitud en total sintonía con su vertiente pictórica, donde las diferencias de perspectivas son anuladas por transparencias y opacidades, sin ninguna profundidad. Su práctica implica una crítica al valor superficial del gesto heroico, implícito en las pinceladas dramáticas y espectaculares de los expresionistas abstractos. Sin embargo la ironía que permea todo su trabajo, le permite escaparse de la banalidad de las representaciones populares para denunciar la progresiva homogeneización de los medios de comunicación. “Roy tenía un espíritu científico, racionalista y humanista a la vez, se sentía afortunado y no se tomaba demasiado en serio, sabía reírse de sí mismo y de lo que le rodeaba”, asegura.

El comisario confirma sus palabras y añade: “Lichtenstein no consideraba el cuadro como la clásica ventana y para eliminar cualquier atisbo de perspectiva, no pintaba sobre una tela colgada, sino colocada de forma horizontal sobre un caballete rotante”. Celant, comisario estrella de los Eventos Colaterales de la Bienal, este año firma ocho exposiciones diseminadas por Venecia. Junto con las esculturas de Lichtenstein, Celant, que es director artístico de la Fondazione Emilio Vedova, ha sacado del olvido también una serie de obras sobre el Carnaval, que el célebre pintor informalista veneciano, convencido anarcocomunista, nunca quiso presentar en público. El diálogo entre Vedova y los grandes creadores contemporáneos es uno de los objetivos primordiales de la Fundación, que tras exponer los inéditos de Louise Bourgeois y Anselm Kiefer, para acoger Lichtenstein ha completamente transformado el asombroso almacén de la sal del siglo XVI, convertido en espacio expositivo por el arquitecto Renzo Piano.

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