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El eslabón perdido en el camino hacia la felicidad

'El hijoputa del sombrero', de Stephen Adly Guirguis, narra una historia de búsqueda de la alegría en un mundo duro repleto de adicciones

Un momento de la obra 'El hijo puta del sombrero'.
Un momento de la obra 'El hijo puta del sombrero'.Antonio Castro

Es cierto. Vivimos tiempos convulsos y muchas son las personas que andan buscando el eslabón perdido en el camino hacia la felicidad. De forma cruda y directa, El hijo puta del sombrero recoge el guante y sitúa al espectador, a partir de mañana sobre el escenario del teatro Príncipe Gran Vía, en un mundo de adicciones, amor y amistades imperfectas.

Arropado por un reparto encabezado por Miguel Hermoso, Alberto Jo, Raquel Meroño y Juan Díaz, la séptima función de formato largo de Stephen Adly Guirgis relata la atormentada vida de un joven de barrio que desea salir de un entorno problemático y sus adicciones. "Es un conflicto continuo. Se ve la soledad del hombre y cómo lucha cada ser humano por conseguir su felicidad, para la que necesita el apoyo, cariño y presencia de otras personas", valora en pocas palabras su director, Juan José Alfonso.

El contexto que refleja el autor estadounidense en la función que ha sido nominada a seis premios estadounidenses de teatro Tony es el de una sociedad enloquecida y cercana a enfermadad. "Las adicciones no son solo drogas, pueden ser espectáculos, deportes, televisión o seguir lo que marcan los grandes cánones publicitarios en los que caemos muy tiernamente". "Yo controlo bastante las adicciones pero me gusta mucho trabajar y soy muy feliz haciéndolo. Es una barbaridad encontrarme en el teatro trabajando con gente", revela sin sorprender el director de El hijoputa del sombrero (The motherfucker with the hat, en su título original).

Pero la obra encierra aún más. Detrás de la lucha y la búsqueda de felicidad de los protagonistas, la función mantiene las emociones a flor a de piel gracias también a las referencias a la amistad y amor. Por eso y por la forma de trabajar del dramaturgo Guirgis, a Alfonso el guion le cautivó desde el primer momento. "Trabaja experimentando con el texto, no es un autor de torre aislada y encerrado, todo lo que hace lo somete a su experiencia y hace que los actores vean el mundo que el quiere recrearnos".

Para ambientar los retazos de la vida unos personajes tan pegados a la realidad de la calle y la vida cotidiana, Alfonso ha querido contar con uno de los músicos más pegados a esa realidad, El Langui. El rapero y rostro conocido de La excepción cuenta ya con la experiencia del proceso creativo musical que llevó a cabo en El truco del manco y Cobardes. "Recrea una atmósfera que envuelve, donde podrían vivir estos personajes, alrededor de qué calles, de qué barrios. Es un mundo que conoce él perfectamente", comenta sin perderle de vista en el sofá de enfrente.

Esta ambientación, explica el cantante, es vital para una obra visceral, sin adornos y que no se dedica su tiempo a suavizar sus contenidos a riesgo de ofender al público. "Nunca había visto nada tan visceral, por eso me gusta, por su crudeza. Abres la puerta de tu casa y si no es en el 4º, es que en el 5º viven una historia así". Por todo ello, la atmósfera musical juega un papel clave a la hora de lograr un ambiente callejero específico, donde el vocabulario vulgar se convierten en otro pilar. "Han tenido ese acierto de elegir el rap que te da esos valores de cercanía, de verdad, de crudeza y realidad. No me la imagino con otra música que no sea rap".

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