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OBITUARIO

Otto Muehl, el pintor que amaba la provocación

Miembro del accionismo austriaco, pasó siete años en la cárcel por prácticas pedófilas en la comuna que fundó

Otto Muehl, en 1988.
Otto Muehl, en 1988.GETTY

El artista austriaco Otto Muehl (Grodnau, Austria, 1925), uno de los mayores exponentes del rupturista movimiento artístico conocido como accionismo austriaco, falleció el domingo en Portugal a los 87 años. Muehl escandalizó con sus prácticas sexuales en las comunas que fundó y dirigió, una de ellas en la isla de La Gomera. Amante de que sus bofetadas a los biempensantes alcanzaran la máxima resonancia, las transgresiones de Muehl fueron admiradas en el plano artístico pero tambien le valieron siete años en la cárcel por pederastia.

Junto a Rudolf Schwartzkogler, Hermann Nitsch o Günter Brus, Muehl fue uno de los exponentes del accionismo austriaco, vanguardia artística que tiene sus raíces últimas en el devastado panorama de la posguerra centroeuropea. En su rechazo al mundo burgués que había soltado a los perros de la guerra, los accionistas aspiraban a quebrar cualquier código y convención, haciendo del cuerpo del artista y sus funciones eje de sus composiciones. Con sus esculturas de chatarra y collages a base de materiales de desecho, Muehl se hizo un lugar destacado en el movimiento.

Pero el artista austriaco quiso dar una vuelta de tuerca más al rupturismo accionista. En una antigua finca denominada Friedrichshof, junto a la frontera con Austria, fundó en 1972 una comuna a la que bautizó como Organización de Análisis de la Acción (AAO, por sus siglas alemanas).

En ella se experimentaba con las drogas y la libertad sexual, se aspiraba a dinamitar los lazos familiares tradicionales, se pretendía abolir la propiedad colectiva y se fomentaba la creatividad. El colectivo llegó a reunir unas seiscientas personas de una docena de países. Según quienes acababan apartándose de aquella especie de secta antirreligiosa, la comunidad era gobernada por Muehl con un autoritarismo que contradecía todas las directrices libertarias en las que aseguraba inspirarse.

En 1991, un tribunal vienés sentenció a Mühl a siete años de cárcel por abusos sexuales, inducción al consumo de drogas y manipulación de testigos. En la cárcel, impartió clases de pintura a un grupo de condenados por asesinato y siguió creando obras cada vez más agresivas, presididas por explícitas escenas sexuales y escatológicas, y en las que se lanzaba a la yugular de instituciones como la Iglesia o cualquier tabú que se pusiera a tiro.

Muehl equiparaba el impacto erótico de sus pinturas con los frescos de Miguel Ángel; le complacía compararse con artistas que habían caído en la locura, como Van Gogh, o que hubieran sido estigmatizados socialmente, como Egon Schiele, también acusado de pederastia. El mayor coleccionista privado de las obras de este último, el vienés Rudolf Leopold, fue igualmente quien reunió el mayor número de pinturas de Muehl.

En 1998, al salir de prisión tras cumplir íntegra su condena, Muehl se instaló en una filial de la comuna de Friedrichshof: la finca de El Cabrito, una antigua plantación de plátanos de 320 hectáreas en la isla canaria de La Gomera. Al cabo de un par de años, los antiguos acólitos de Muehl se hartaron de su arbitrario mentor y lo defenestraron. Junto a unas docenas de fieles, Muehl buscó refugio en el Algarve portugués, donde han transcurrido sus últimos lustros.

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