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66º FESTIVAL DE CANNES
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

No todas las adolescentes son iguales

En 'Jeune et jolie', la nueva película de François Ozon, el director narra con estilo visual y ninguna moralina

Carlos Boyero

Si haces memoria del cine de François Ozon descubres su eterna afición a contar historias retorcidas, con personajes que rozan lo patológico y situaciones al límite. Ese mundo reconocible y cargado de pretensiones psicológicas entraña riesgos. Cuando no funciona en imágenes puede ser especialmente irritante, pero cuando acierta, como en la morbosa, enigmática y excelente En la casa, crea un desasosiego perdurable en el espectador. Para bien y para mal es un autor con identificable firma.

Su última película, Jeune et jolie, comienza con un crío que observa a través de unos prismáticos el top less en la playa de su hermana de 17 años. Ese voyeurismo inicial te hace presagiar que aunque las vacaciones de verano que comparten dos familias de burgueses ilustrados tengan aspecto idílico van a ocurrir cosas turbias. La adolescente se desprenderá con pragmatismo pero también con estupor de su virginidad y con alguien que no resulta ser su príncipe azul. Acaba el verano. En otoño esa chica misteriosa y bellísima se prostituirá, ofreciendo citas a los que puedan pagar su precio a través de las fotografías de su cuerpo que cuelga en Internet. Vivirá algún encuentro sexual perturbador y también historias sórdidas. En invierno y en primavera, su madre, un psiquiatra y un novio provisional intentarán devolver a la normalidad a esa cría imprevisible e íntimamente desquiciada.

Ozon narra con estilo visual, sentido de la perversión y ninguna tentación de moralina esta retorcida historia. En mi caso, logra que mantenga la atención. Ofrece matices y misterio. No te regala fatigosas claves para desmenuzarte las razones de ese oscuro desequilibrio. Y en cualquier caso, me resultaría imposible desviar los ojos de la pantalla cada vez que aparece la actriz Marine Vacth (alguien me cuenta que también es modelo, algo transparente en sus movimientos y en el amor que siente hacia ella todo tipo de ropa), es una de las mujeres más hermosas que he visto en mucho tiempo en el cine, en posesión de un rostro fascinante que no te cansas de mirar. Su encuentro final con la siempre hipnótica Charlotte Rampling crea un poderoso campo magnético. No es el Ozon que prefiero, pero sí es una película que mantiene mi interés y me deja pensando en ella al terminar.

Marine Vacth está en posesión de un rostro que no te cansas de mirar

Proyectada en la sección Una cierta mirada, The bling ring también está protagonizada por adolescentes. Pero a diferencia de la protagonista de Jeune et jolie estas me provocan un notable cansancio. Está basada en hechos y personajes reales. La directora Sofia Coppola, esa sofisticada e hipermoderna retratista de la vacuidad, nos cuenta la historia de cuatro descerebradas y un amigo tan tonto como ellas que desvalijaban en Los Ángeles las casas de personas a las que idolatraban. Para entendernos: sus modelos vitales, estéticos y sociales son Paris Hilton, Lindsay Lohan y famoseo de ese tipo, a las que robaron ropa, zapatos, joyas y objetos de lujo por valor de tres millones de dólares.

Me resulta insoportable estar hora y media en compañía de esta necia pandilla. Citan exhaustivamente marcas y tendencias, visitan garitos de diseño, fuman chinos y esnifan rayas, juegan todo el rato con sus móviles, persiguen en Internet los movimientos, citas, aventuras y desventuras de sus modelos, enloquecen con el lujo que encuentran en las mansiones que atracan. Todo ello está descrito con la modernísima estética que caracteriza a esta empalagosa directora que siente pasión por la nadería. Recuerdo con estupefacción que me gustó su película Lost in translation. Imagino que algo anormal me ocurriría aquel día. No puede ser casual que no haya querido volver a verla, cuando no me canso de disfrutar infinitas veces con las películas que me enamoraron la primera vez.

La mexicana Heli, dirigida por Amat Escalante, está producida por Carlos Reygadas, director casi siempre temible al que Cannes ama profundamente. Escalante demuestra un fervor transparente por el cine de su mecenas. O sea, por una lentitud y una complacencia extenuantes. Si le añadimos la minuciosa descripción que hace de la violencia extrema (en una secuencia le queman en primer plano los testículos a un torturado) el resultado es insufrible. Me imagino que alguien definirá este engendro como una propuesta radical. Algo que al parecer dispone de prestigio cultural y vanguardista. Pero únicamente en los festivales de cine. Su carrera es muy corta.

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