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Tentaciones
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“Somos cuatro idiotas haciendo ruido”

Blur, una de las grandes bandas del pop de las últimas décadas, reconciliada tras una larga ruptura, vuelve a España para encabezar el festival Primavera Sound

Desde la izquierda: Alex James, Damon Albarn, Graham Coxon, y Dave Rowntree, los cuatro componentes de Blur.
Desde la izquierda: Alex James, Damon Albarn, Graham Coxon, y Dave Rowntree, los cuatro componentes de Blur.

Alex James: de las drogas duras a los quesos blandos. Así titulaba en 2009 el tabloide británico The Sun una entrevista con el bajista de Blur. El tío que en 1998 celebró su trigésimo cumpleaños con una fiesta a base de champán y cocaína que duró una semana se recicló tras la disolución del grupo en 2003 en granjero especializado en la fabricación de quesos. “¡Qué cabrones! Sí, fue así. Son muy buenos para los titulares”, decía ayer el aludido por teléfono desde Reino Unido. “No sé yo si sería capaz de sintetizar la historia de Blur en un titular”. Venga, anímese. “Yo qué sé... es difícil. Solo somos cuatro idiotas haciendo ruido”.

En realidad son bastante más que eso, como demuestra la gira en la que están inmersos actualmente. En España darán un único concierto, el viernes 24 de mayo, como estrellas del festival Primavera Sound de Barcelona, delante de más de 40.000 personas. Este año han tocado frente a multitudes semejantes en Yakarta, Ciudad de México o el faraónico festival californiano Coachella. No hay muchos grupos que en 2013 puedan presumir de ser cabezas de cartel en certámenes de cuatro continentes. “Yo me sentía como un futbolista retirado. Creía que ya había jugado mi última final, pero está siendo enorme. La gente tiene tantas ganas, ha sido tan paciente... Joder, es que me muero de ganas de cada concierto. Y sobre todo del de Barcelona. Según Facebook, tenemos casi más fans en España que en Inglaterra”.

No son nuevos en esto del triunfo. No es una de esas bandas, como Pixies o Love, que se vuelven a reunir para recoger el éxito que se les negó en su momento. La novedad, en todo caso, es la modestia y el entusiasmo del que ahora hacen gala. El Alex James del otro lado del teléfono está eufórico y desborda gratitud. Los Blur de los noventa no eran así. Eran unos veinteañeros distantes, arrogantes y soberbios. Lo eran con las discográficas, con la prensa y hasta con su público.

Uno de los dos conciertos de Blur en Coachella.

A mediados de esa década hubo un periodo en el que Blur fue la banda más importante de Reino Unido. Cuatro chavales de Essex que pasaron de ser unos imitadores de Stone Roses a los creadores del brit pop, una ocurrencia, aseguran, de su cantante, Damon Albarn.

También fue Albarn quien provocó la guerra con Oasis, la otra gran banda de aquel movimiento, un enfrentamiento público cuyo clímax llegó el 14 de agosto de 1995, cuando ambos grupos publicaron un single el mismo día. Se trataba de dilucidar de una vez por todas quién era el más popular. Ganó Blur, y su sencillo Country house, extraído de su cuarto disco, The great escape, fue numero uno. De cara al exterior todo era alegría, pero esa noche, mientras lo celebraban en un piso de Londres de la misma forma en la que lo celebraban todo, con cantidades industriales de alcohol, Graham Coxon, el guitarrista de las gafas de pasta, tímido, alcohólico y de reacciones inesperadas cuando bebía, intentó tirarse por la ventana de un sexto piso. Albarn asegura que esa fue la última vez que salieron juntos. Fue el final de la mascarada y el principio de una larga agonía que se prolongó ocho años y tres discos más. En 2003, con una gira en la que Coxon, expulsado del grupo, no participó, Blur desaparecía.

“No diría que nos odiábamos, pero estábamos cansados los unos de los otros. Lo que ocurre es que cuando estás tan metido en algo, dejas de saber por qué lo haces. Tuve que reinventarme. Todos lo hicimos”.

Hasta hace tres años. En 2009, Albarn y Coxon, que no se habían hablado en una década, hicieron las paces. Y el grupo se volvía a reunir para una serie de conciertos en lugares cargados de simbolismo interno. La sala donde dieron su primer directo, el bar del sindicato de estudiantes donde iban los sábados por la noche mientras estaban en la universidad... “Fue una especie de terapia. Primero ensayamos y después reprodujimos paso a paso momentos importantes a nivel emocional”.

La prueba de fuego fue Glastonbury, meca del rock en Reino Unido, donde aseguran que por fin hicieron las paces con su pasado. Un exorcismo de tal calibre que el irónico Albarn terminó llorando de la emoción detrás del escenario. Más tarde, dos shows en Hyde Park. Y ya. Pero no. “Debería de haber sido el final, pero nos ofrecieron cerrar los Juegos Olímpicos de 2012 con un concierto en Londres y no podíamos negarnos”. Estaban nerviosos, James declaró que si no salía bien se acababa para siempre. “A ver. La diferencia entre esta vez y la primera es que ahora no sabemos que va a pasar. Y es así cómo debe de ser. Solo hay planes a corto plazo. Sin obligaciones, presiones, ni ambiciones de ningún tipo. Los cuatro vivimos en lugares diferentes, yo tengo cinco hijos. Esta es la excusa para vernos y sentir que no ha pasado el tiempo”, dice James con irrefrenable verborrea. “Va todo tan bien que es mejor no tener expectativas. Lo que pasa con Blur es que somos conscientes de que tuvimos éxito y la cagamos. Pero también de que sin Blur todos hubiéramos tenido una vida de mierda. El grupo nos salvó. No tengo ni idea de donde estaría ahora sin él, pero seguro que sería un lugar mucho peor. Somos gente muy disfuncional”.

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