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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Bautizo

Engañar al Tribunal de Cuentas es tan fácil como convencer a tu madre de que el suspenso en Matemáticas se debe a que el profesor te tiene manía

David Trueba
Rajoy posa junto a Julio Somoano y  Gonzalez-Echenique
Rajoy posa junto a Julio Somoano y Gonzalez-Echenique Bernardo Pérez (EL PAÍS)

Según las últimas revelaciones a raíz de las anotaciones de Bárcenas, engañar al Tribunal de Cuentas es tan fácil como convencer a tu madre de que el suspenso en Matemáticas se debe a que el profesor te tiene manía. No hay padre que no justifique a un hijo. Así bastaba con trocear las donaciones anónimas que empresas contratistas inyectaban al partido para cumplir la ley. En este caso no se puede decir eso de que hecha la ley, hecha la trampa. Aquí hacemos la trampa antes y luego ya redactamos la ley. Menudos somos y si hay alguna duda, pues sacamos a pasear el espíritu de la transición.

El Tribunal de Cuentas es una madraza para los partidos. Fiscaliza sus cuentas, pero sin fanatismos. Y en vez de decir eso tan clásico de son cosas de chavales, pues dice, chico, son cosas de partidos, y tiramos para adelante. La invasión de veteranos políticos entre los componentes de tantas instituciones de vigilancia genera esa relación de familiaridad. Esto es un problema nacional, porque hace poco nos explicaron cómo se iba a formar la nueva Autoridad Fiscal Independiente y daba un poco de risa floja. Porque para que la independencia sea real el presidente de esta oficina se someterá al examen del Congreso y el Senado y será finalmente elegido por el Gobierno. Cuando llegue el nombramiento estaremos atentos.

Las promesas de independencia en la fiscalización se contradicen con la reforma de RTVE que desbarató la elección por consenso del presidente. Un pecado que el Gobierno actual arrastra, porque evidenció que el deseo de profesionalización de las instituciones no es sincero. Vuelve a quedar claro en ese mail interno en el que se desacredita al Consejo de Informativos y cuyo envío a destinatario equivocado le ha costado la dimisión a la directora de programas de la tele pública. Lo que molestaba de ese Consejo, cuya misión es velar por la veracidad e independencia de los contenidos informativos, era precisamente que no estaba poblado de fieles a la línea gubernativa. En el fondo, nos encanta poner a las instituciones nombres que contengan las palabras independiente, plural y objetivo. Pero en lugar de promover esos valores, nos limitamos a la fiesta del bautizo.

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