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El triunfador fue ‘Pegaso’

Pegaso,el caballo estrella de Diego Ventura salió en el tercio de banderillas del sexto de la tarde, y fue la suya una exhibición de torería como difícilmente imaginarse pueda.

Antonio Lorca
Diego Ventura sale por la puerta del Príncipe de la Maestranza. .
Diego Ventura sale por la puerta del Príncipe de la Maestranza. .Julian Rojas

Con el permiso de Diego Ventura no sería arriesgado afirmar que el triunfador de la tarde fue Pegaso,su caballo estrella, que salió en el tercio de banderillas del sexto de la tarde, y fue la suya una exhibición de torería como difícilmente imaginarse pueda. Cita al toro de frente, a lo lejos, se acerca con paso quedo y firme, y cuando su oponente arranca, el caballo anda hacia atrás y se lo deja llegar hasta el mismo pecho, momento en que lo muletea con temple para que el caballero clave la banderilla. Y así hasta tres veces para gozo de los espectadores que, puestos en pie, aclamaron aquel dechado de sensibilidad.

 Se cuenta, pero eso hay que verlo. Ciertamente, el mérito es del caballero Diego Ventura, pero el que levantó la tarde, que no acababa de remontar el vuelo, fue ese caballo que, en poco más de tres minutos, cambió la cara del festejo.

BOHÓRQUEZ /DIEGO VENTURA

Toros despuntados para rejoneo de Fermín Bohórquez, bien presentados, mansurrones, sosos y manejables.

Diego Ventura: cinco pinchazos y rejonazo bajo (silencio); rejón trasero (ovación); rejonazo (oreja); rejonazo (oreja); pinchazo y rejonazo (fuerte petición y ovación); rejonazo en lo alto (dos orejas). Salió a hombros por la Puerta del Príncipe. Plaza de la Maestranza, 14 de abril. Quinta corrida de la feria. Casi lleno.

Porque Ventura cortó cuatro orejas y salió por la Puerta del Príncipe, pero la encerrona no consiguió el objetivo previsto. Pasaba el tiempo y el público no entraba en faena. No hubo rabo, como pretendía el rejoneador; pero tampoco esa conexión tan necesaria con los tendidos; no surgió la emoción que desprende este rejoneador. Todo muy bien, muy bonito, pero frío. No fue Ventura ese caballero alocado de otras tardes ni sometió a su cuadra a una carrera de obstáculos; fue el Ventura más clásico y solemne, y es evidente que el público de hoy valora más otros elementos.

No es noticia que este hombre ha alcanzado un nivel extraordinario de madurez como caballero y torero; conoce todos los registros y secretos; y su cuadra es excepcional. Y así lo demostró, por ejemplo, ante los dos primeros toros, sosos y manejables como toda la corrida, a los que templó maravillosamente a dos bandas, especialmente a lomos de Nazarí, que es un maestro en esta suerte. Pero no acertó con el rejón de muerte y ya se sabe que esa es condición fundamental para conseguir los trofeos. A la misma altura brilló en los dos siguientes y solo el acierto a la hora de matar le permitió pasear una oreja de cada uno. El presidente del festejo, Fernando Fernández-Figueroa, se equivocó gravemente y no le concedió la oreja del quinto que solicitó la mayoría de la plaza, y la verdadera emoción surgió cuando salió Pegaso, una actuación excelsa que rubricó a continuación Milagro, quebrando en un palmo de terreno.

Ovaciones y pitos

Entre la magnífica cuadra de caballos destacó Pegaso, especialmente en el tercio de banderillas al sexto de la tarde.

Las encerronas en La Maestranza parece que están gafadas. A pesar de la Puerta del Príncipe para Diego Ventura (la octava de su carrera), ayer tampoco hubo apoteosis.

¿Qué pasó para que no se produjera la apoteosis esperada? Pasó, primero, que el rejoneador se mostró frío y solemne, y esa no es la imagen que el público tiene de su toreo a caballo. Incluso el paseíllo, al paso, y una exhibición de doma de alta escuela en presencia de los veinte caballos preparados para la ocasión, resultó un cuadro tan bello como indiferente. “Este no es mi Diego”, dirían algunos.

Había dicho que sería innovador y no fue cierto. Bueno, se puede apuntar que recibió al tercero con la suerte de la garrocha y el toro atropelló al caballo; se cambió de chaquetilla antes de la lidia del cuarto (dejó la campera y se colocó otra de terciopelo azul profusamente bordada en plata); banderilleó a ese toro con los sobresalientes Sergio Domínguez y Andrés Romero; sacó a un caballo de nombre Padilla que anda de rodillas, lo que no acabó de gustar al personal; puso alguna banderilla al violín, y reapareció Morante, famoso porque muerde a los toros.

Pocas innovaciones cuando lo que el público demandaba era que apareciera de una vez el Ventura espectacular, experto en acrobacias y carreras espectaculares. No fue así y lo que hubo fue un gran rejoneador que no encontró, quizá, ese toro encastado que le permitiera exprimir su técnica y conocimiento, y la tarde fue decayendo poco a poco hasta la salida de ese caballo con feo nombre de camión y que merece un apelativo más torero.

Hubo Puerta del Príncipe, pero también podría pensarse que las encerronas en esta plaza están gafadas. Diego Ventura es un rejoneador que goza de una madurez artística incontestable, y a punto estuvo ayer de irse de vacío. Algún gafe anda por aquí…

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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