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crítica de 'posesión infernal'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La furia del diablo

El filme de Fede Álvarez destaca más por su energía y su furia que por vocación de originalidad

Jane Levy, con el diablo en el cuerpo en 'Posesión infernal'.
Jane Levy, con el diablo en el cuerpo en 'Posesión infernal'.

Posesión infernal (1981) se dio a conocer como una de esas películas que, por su desbocado sentido del exceso, provocaban desmayos entre los más encallecidos espectadores de festivales especializados en cine de terror. También supuso la revelación de un cineasta como Sam Raimi, un formalista lúdico que imprimía un histérico dinamismo a su puesta en escena a través de un sentido del humor hecho pirotécnico estilo. Con Terroríficamente muertos (1987), segunda entrega de la saga, Raimi acuñó un gran hallazgo de lenguaje, desarrollando el potencial cómico del original: fundir las dinámicas del gore y el cartoon en una suerte de slapstick sangriento, cuyo testigo sería recogido —y redirigido hacia las raíces, keatonianas, del humor visual— por la posterior Braindead: tu madre se ha comido a mi perro (1992) de Peter Jackson, película que parecía agotar todas las posibilidades futuras para el subgénero. Pero, en este contexto, como bien sabe el aficionado, las muertes nunca son definitivas.

Llegó el momento de los, en apariencia, apresurados remakes del cine de terror de los setenta y ochenta, en los que la grima visual del viejo celuloide se intensificaba a través de una sofisticada estética filopublicitaria y la elección de rotundos cuerpos jóvenes para su martirio espectacular. Posesión infernal, remake de la ópera prima de Raimi realizado por el uruguayo Fede Álvarez —que atrajo la atención de su mentor con dos eficaces cortos colgados en YouTube: El cojonudo (2005) y Ataque de pánico (2009)—, destaca, con más energía y furia que vocación de originalidad, en todo este conjunto. Su película toma la decisión de olvidar la deriva humorística de la saga original: conserva (pero no abusa de) esa cámara subjetiva que fue una de las señas de identidad de su modelo y reformula, con cierta elegancia e imaginación, secuencias tan memorables como la de la violación arbórea. En repetidas ocasiones, uno tiene la impresión de que Álvarez piensa tanto en Raimi como en el Anticristo (2009) de Lars von Trier, que bastante le debía al clásico del 81.

POSESIÓN INFERNAL

Dirección: Fede Álvarez.

Intérpretes: Jane Levy, Shiloh Fernández, Jessica Lucas, Elizabeth Blackmore, Lou Taylor Pucci.

Género: terror. Estados Unidos, 2013.

Duración: 93 minutos.

Hay alguna pincelada de densidad dramática muy del gusto contemporáneo —el pasado tóxico de Mia—, pero la película es un sostenido recital de fuerza, que da a su público lo que pide (y más) y sabe culminar en un asombroso clímax, bajo una lluvia de sangre, que fija por lo menos una poderosa imagen de icónica brutalidad.

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