La vida de otra
Desde la promoción del filme se la intenta emparentar con 'La vida de los otros'. Y comparten fondo.
Cuando una persona no tiene la libertad de irse o quedarse, de echar raíces o de irse a tomar viento, está en una cárcel, aunque no permanezca entre rejas literales. Una prisión quizá tan grande como un país, pero cárcel al fin. Como los millones de ciudadanos de la antigua República Democrática Alemana que intentaron (y muchos consiguieron) huir del país en sus 41 años de historia, a pesar de que la construcción del muro de Berlín, en 1961, lo puso aún más difícil. Como la protagonista de Bárbara, película de Christian Petzold ambientada en la Alemania del Este, a principios de los años ochenta. Porque detrás de las cifras siempre hay historias. Y detrás de las historias hay personas, vidas, retos, traumas, sueños.
BÁRBARA
Dirección: Christian Petzold.
Intérpretes: Nina Hoss, Ronald Zehrfeld, Rainer Bock, Jasina Fritzi Bauer, Mark Washcke.
Género: drama. Alemania, 2012.
Duración: 105 minutos.
Ya desde la promoción de Bárbara se la intenta emparentar con La vida de los otros. Normal. Y aunque sea cierto que comparten ambientación y subtextos, este sexto largo de Petzold, inédito hasta ahora en España, puede ser algo más complejo para el gran público que la sensacional película de Florian Henckel Von Donnersmarck: diálogos sutilísimos, menos personajes, más minimalista, sin banda sonora de acompañamiento; más, digamos, de autor. De hecho, el relato apenas si tiene dos personajes: una mujer atrapada entre sus convicciones políticas, morales, profesionales y sentimentales, y un compañero de trabajo en un hospital que intenta ganarse su confianza. Pero, ¿qué es la confianza, sobre todo en determinadas épocas y lugares? De fondo, naturalmente, están los carceleros y espías, los supuestos amigos y vecinos, en nómina del régimen, y hasta los milagrosos éxitos deportivos del país en esos años (Marita Koch, Marlies Göhr, tantos otros). Pero siempre al fondo, entre la bruma, como un único ojo de gran hermano que espía y destruye.
La película, Oso de Oro a la mejor dirección en Berlín, se desmaya un tanto cuando Bárbara tiene los encuentros prohibidos con su amor y (se supone) pareja, a causa del método Petzold en estas secuencias, desesperantes por su frialdad: ni un solo primer plano de él, ni una frase empática; así no hay quien desee que la mujer escape de la cárcel. Sin embargo, bien mirado, y sin necesidad de desvelar nada esencial, quizá sea necesario para que el desenlace deje buen gusto en la platea, dentro de su evidente ambigüedad.