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Jóvenes entregados a la causa (aunque no haya remedio)

El Teatro Español estrena 'Los iluminados', una crítica a la crisis del sistema a partir de un negocio regentado por cuatro idealistas

El elenco de 'Los iluminados', en una imagen promocional.
El elenco de 'Los iluminados', en una imagen promocional.JAVIER NAVAL

En su estancia en Nueva York, Jorge Muriel, actor y traductor, dio con la obra The pied pipers of the Lower East Side, una obra profética, escrita en 2008 por Derek Ahonen, sobre el derrumbe del sistema en el que vivimos. Desde entonces, la forma de vida de los ciudadanos de medio mundo ha cambiado sustancialmente. “Este sistema está dejando de funcionar, porque lo hacía en base del exceso, y éste se ha acabado”, dice Julián Fuentes Reta, director de Los iluminados, adaptación al castellano de la obra en cuestión, que se estrena en el Teatro Español el 9 de abril.

¿Tan mal estamos? No hay duda: toda la compañía asiente y ríe a la vez, aunque no todo está perdido: “Cuando se cierra una puerta, se abre una ventana; las crisis son siempre periodos de oportunidad, de reinventarse”, afirma el director, que deja claro desde el primer momento que no estamos ante el enésimo estudio sesudo sobre la sociedad y sus conflictos. “Para eso haríamos una conferencia”, dice Julián Fuentes. Lejos de aleccionar sobre el universo de la alta economía o de la política, los protagonistas de Los iluminados pertenecen al mismo mundo del común de los mortales: simplemente son unos jóvenes idealistas que regentan un restaurante vegano. ¿Tiene mucho que ver la historia de un pequeño negocio con el espíritu de los tiempos que corren? “Ahí es donde reside el nivel alegórico de la obra”, precisa su director. “Los iluminados no va sobre Botín y los políticos, sino sobre la gente que reacciona contra ellos”. Y que acaba cayendo en las mismas incongruencias que sus relativos enemigos, descubriendo, finalmente, que forman parte del mismo sistema del que intentan salir.

“Son cuatro jóvenes que están perdidos”, expone Jorge Muriel, el coadaptador de la obra y que en la versión española encarna a uno de los dueños del restaurante. “Todos orbitan alrededor del mismo sol, que es el sistema en el que todos estamos metidos”. Perdidos, tal vez, pero aferrados a la idea, un tanto quijotesca, de querer cambiar las cosas cueste lo que cueste, con sus contradicciones. El personaje que interpreta Mónica Dorta (Amor, en la obra), por ejemplo, pretende revolucionar el sistema agrícola sin salir del centro urbano. O el de otro de los dueños, Pedro Ángel Roca (Velarde), un tipo “con mucho sentido común” pero con un miedo irracional a la muerte.

“Es un grupo de gente que ha decidido vivir sus contradicciones de manera salvaje, poco cívica. Y eso es lo que resulta divertido de ellos”, dice Julián Fuentes Reta. Este gamberrismo de los personajes, y del montaje, desemboca en situaciones de humor salvaje que ellos mismos denominan “patéticas”. “Te puedes poner tremendo y decir, ‘esto es horrendo’, que lo es, pero también se puede reaccionar con humor”, explica el director.

Aun desorientados y contradictorios, los personajes tienen algo muy humano, con lo que cualquiera puede empatizar. “Pese a esa sensación de pesimismo con respecto a todo, todos los están haciendo algo”, dice la actriz Mónica Dorta. “Son patéticos y unos pringados, pero están entregados a la causa; como mínimo es inspirador”. Dicen de su proyecto que es “un canto a la vida”, con sus miserias y sus incoherencias, pero también con sus dosis de amor, voluntad, esfuerzo… ¿No será que sus responsables también son unos idealistas? “Ese canto a la vida más que un idealismo es una realidad. De tu mierda. Es ponerte poético, aceptar tu mierda y tu barro”, dice el actor Jorge Muriel.

La obra forma parte de un pequeño boom en el mundo del teatro, que, aparentemente, es ahora menos reacio a abordar temas en los que asoman, de una u otra manera, asuntos relacionados con la política. “Hace cinco años, este tipo de obras eran inconcebibles. Lo que estaba bien era el teatro introspectivo, la soledad, el existencialismo, qué sentido tiene mi ser en el planeta…”, dice el director de la obra con ironía. “Pero eso ha cambiado, el teatro era un arte adormilado para gente adormilada. Ahora la gente está en pie de guerra”.

Entre la compañía impera el sentido de responsabilidad del que tiene un deber con la sociedad y que antaño estaba distanciado de lo que inquietaba a la ciudadanía. “Tradicionalmente, el mundo del espectáculo no ha conectado con la necesidad de buscar salidas”, argumenta Javier Albalá, que en Los iluminados interpreta a un millonario que financia a los jóvenes idealistas. “¿Qué somos? ¿Artistas? ¿Faranduleros? También somos sembradores de semillas entre la gente. Y ahora es un momento para ello”.

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