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¿Cómo era Carrie Bradshaw antes de convertirse en Carrie Bradshaw?

"Antes de que hubiera sexo, o la ciudad, estaba solo yo. Carrie. Carrie Bradshaw. Era 1984. Ronald Reagan y las hombreras estaban por todas partes. Yo trataba de descubrir quién era realmente, con la ayuda de mi familia, mis amigas y un chico guapísimo. Descubrir quién era y encontrar mi voz no era fácil, pero estaba casi segura de que sería divertidísimo". Quien dice estas palabras es una adolescente Carrie Bradshaw años luz antes de convertirse en la columnista mejor pagada de todos los tiempos en Sexo en Nueva York.

La precuela póstuma de SATC se estrenó el pasado 11 de enero en CW (sin visos de trasladarse a España por el momento) con una gran duda: ¿quién es el público objetivo de sus trece capítulos? Para empezar, la generación de mujeres que vio la serie original entre 1998 y 2004 ha crecido demasiado como para rendirse ahora ante una serie de instituto, mientras que las adolescentes que podrían engancharse a las comedidas historias iniciáticas de Carrie ven los años 80 como una época lejana, un tanto estrafalaria y no acaban de conectar con el momento.

Por no hablar del yugo de las audiencias. Y la enorme presión que ejerce sobre ella el arrollador éxito de Sexo en Nueva York (de HBO), que tiene en su haber la improbable hazaña de alzar a Sarah Jessica Parker a la categoría de icono de moda. ¿Conseguirá su versión adolescente estar a la altura?

Las críticas tras el estreno fueron positivas para su protagonista AnnaSophia Robb (intentar ponerse en el pellejo adolescente de uno de los personajes más venerados por las fashionistas no debe ser tarea fácil, ni cómoda), pero se centraron en lo verdes que estaban otros personajes. "Trata principalmente sobre una cosa: ganar dinero a costa de Sexo en Nueva York", dijo Matt Zoller Seitz en Vulture, en un artículo que titulaba contundentemente: "Todo sobre la precuela de Sexo en Nueva York parece equivocado". Tampoco Sarah Jessica Parker se ha querido guardar su opinión y ha calificado la serie de "extraña". Un mazazo que deja a Robb sin el amadrinamiento pertinente. Con ocho episodios en el aire (de los 13 que están previstos en esta primera temporada) y los críticos torciendo la nariz ante lo anodino de la propuesta, la audiencia estadounidense no acaba de vilipendiar el producto: más de un millón de espectadores se sientan cada lunes en su sofá para saber qué ocurre en el instituto de Conneticut donde Carrie estudia. Eso sí, lo hace en la misma noche en que ¿Cómo conocí a vuestra madre? reúne diez veces más almas frente a la televisión.

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Carrie vistiendo para Interview el primer par de Manolo Blahnik de su vida. Fotografía: Patrick Harbron/The CW.

En cierto sentido, The Carrie diaries trata de hacer guiños a su predecesora en la pequeña pantalla (aunque sigue más a rajatabla la obra literaria de Candace Busnhell que dio pie a todo el fenómeno): Carrie lleva un colgante con una C y está tan interesada en el sexo como la columnista que veremos veinte años después, por mucho que su experiencia en 1984 sea igual a cero) pero también sufre de ciertas incongruencias, como el hecho de que su padre esté presente (y recién enviudado), mientras que en Sexo en Nueva York se mencionaba de soslayo que su progenitor las había abandonado a ella y a su madre.

Sea como fuere, una gran parte del público esperaba grandes hazañas en cuanto a vestuario. Si no hay sexo, si no hay Nueva York (o, al menos, no tanto como Carrie querría) y no tenemos un Mr. Big a la vista (más bien un elenco de adolescentes inseguros en busca de un primer amor)... es preciso encontrar el modo de introducir un par de Manolo Blahnik al armario de una secundona de instituto. Lo hacen introduciéndola como asistente en la revista Interview. Pero el reto del diseñador de vestuario, Eric Daman (que viene de terminar Gossip Girl), es mucho mayor que el de Patricia Field en Sexo en Nueva York, Básicamente, debería ser capaz de responder 'sí' a esta pregunta: ¿Es posible adaptar la estética de los '80 a la actualidad?

Según una humilde servidora, el futuro de la recién nacida serie (con una trama blanca si se compara con los estándares adolescentes actuales, repletos de intrigas sentimentales a lo Gossip Girl y Girls) pasa por responder con soltura a las tres cuestiones planteadas anteriormente: ¿quién la ve?, ¿estará a la altura de su predecesora? y ¿puede adentrarse en un armario ochentero sin salir escaldada de brillantina y colores flúor?

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