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Foals quieren ser más grandes

La banda británica apuesta por el pop en su tercer disco, 'Holy fire', que grabó mientras pensaba que se trataba solo de una prueba

Ana Marcos
La banda británica Foals.
La banda británica Foals.

Hasta hoy, la prensa británica acreditaba a Foals con la etiqueta de rock matemático. “No sé qué significa eso, dímelo tú, por favor”, espeta Yannis Philippakis, voz y líder del grupo, al otro lado del auricular. “También han dicho que hacemos post punk, new rave, rock alternativo,… son solo palabras, aire, no me interesan nada”. Así que para complicar más la ecuación, han decidido que su tercer trabajo de estudio Holy fire (Warner Music) sea “algo mucho más grande”. ¿Pretenden convertirse en la nueva banda de estadios tras los pasos de Coldplay y U2? “En nuestra ambición está hacer música universal”, proclama. “No tiene sentido repetir siempre el mismo concepto musical”.

Tal vez esta premisa complique hallar un hilo conductor en este trabajo por la amalgama de estilos e influencias. “Hay muchos discos actuales que parecen tener el mismo color y estética. Aunque hay ejemplos que me gustan, creo que es un concepto muy limitado, esta banda tiene el deseo de hacer muchas cosas a la vez, no orientarnos en una única dirección”. Foals avanza de la deconstrucción rítmica de antaño a un pop más elástico atravesado por folk, hip hop, vudú e iconografía bizantina. “Es un gran y rico tapiz sonoro, sin la pretensión de hacer un esfuerzo para que las canciones fueran completamente diferentes, de hecho, cuando terminamos el disco tenía miedo de que sonara demasiado diferente, esquizofrénico”.

Los responsables de aportar cordura son los productores Flood y Alan Moulder, creadores del sonido de Depeche Mode, Nine Inch Nails y Smashing Pumpkins. “Se convirtieron en nuestros navegadores en un proceso de creación al que llegamos con una idea de lo que queríamos, sin pretensión de ceñirnos a ella”, cuenta el cantante. “Si el disco queda en manos de quienes lo conciben resulta en un objeto estéril, demasiado unido a su ego”. Los productores encerraron a estos cinco veinteañeros de Oxford en los estudios Assault & Battery, al noroeste de Londres, y comenzaron a grabar a traición. Foals creían estar ensayando, cuando en realidad estaban perpetrando Holy fire. “Este proceso de grabación inconsciente fue muy inteligente, evita la neurosis que sufren muchos grupos, ese postureo que impide captar la esencia”.

Para completar la experiencia, llenaron el estudio de vegetación tropical creando un ambiente lisérgico y húmedo que atemperara la pátina de laboratorio que Philippakis encuentra en estos espacios. “Las plantas crecían al mismo tiempo que las canciones. Una sensación que se transmitía de la atmósfera al instrumento hasta llegar al micrófono". Sí, el relato sigue describiendo un disco.

Las letras llegan menos adornadas, se quedan en la estructura. En la temática está la desazón de ser testigo de la degradación de una zona industrial en Detroit por causa de la crisis económica, combinada con los recuerdos de la infancia del cantante en Olympos. “Volví a mi pueblo en busca de un poco de descongestión de la ciudad”, explica. “El viaje fue al final de la grabación, ayudó a perfilar el disco, pero no determinó el contenido”. Aunque de la escapada griega surgiera el sentimiento de culpa católica que sobrevuela el álbum en el retrato de su abuela y la conciencia del paso del tiempo.

En estos tres últimos años de trabajo, desde que publicaran Total life forever, han cambiado “la neurosis por la madurez” hasta acabar con la autocensura. “La experiencia ahora es más íntima y emocional. No quiero decir que escriba poemas, son palabras acompañadas de una música que se ha liberado”, relata. El sentimiento lo ha provocado la confianza entre compañeros. El trabajo diario. “En este mundo, donde todo se divide en categorías y la música se ha convertido en un commodity, nos hemos alejado de la peligrosa línea de la comodidad para hacer canciones destinadas a la gente que ha sido privada de sus derechos por el rock alternativo”.

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Sobre la firma

Ana Marcos
Redactora de Cultura, encargada de los temas de Arte. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Fue parte del equipo que fundó Verne. Ha sido corresponsal en Colombia y ha seguido los pasos de Unidas Podemos en la sección de Nacional. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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