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Burbujas de seguridad

Paolo Giordano vuelve con un relato coral en el que mezcla el tema bélico con el intimismo, buscando un retrato de su generación, de la travesía en el desierto de los jóvenes.

La soledad de los números primos, una novela que conseguía emocionar y sorprender, dio la fama a Paolo Giordano (Turín, 1982). Cinco años después vuelve con un relato coral en el que mezcla el tema bélico con el intimismo, buscando un retrato de su generación, de la travesía en el desierto de los jóvenes. Una unidad novata del ejército italiano llega al sur de Afganistán para una misión de seis meses. El personaje principal, el teniente Egitto, es un hombre herido por un desastre familiar, apático y con tendencia a la depresión. Escenas de la relación con su hermana y sus padres, así como su rutina en la base aislada al pie de las montañas enemigas, se intercalan con episodios de los diferentes actores: el coronel Bellasio, el capitán Masieri, el subteniente René, así como los cabos y soldados. De René sabemos que ejerce de gigoló y ha embarazado a una de sus clientas, lo que le provoca un problema moral. El cabo Cederna es un bruto, aficionado a las bromas pesadas, aunque sea un buen militar. Tiene a su cargo a Ietre, el joven inmaduro y sensible, a quien la guerra asusta y que se encuentra desplazado. El sardo Turso habla con una sombra sin rostro en el chat, su único contacto con el mundo exterior.

De todos esos personajes el único con verdadera profundidad es el teniente médico Egitto, individualista y solitario como era Mattia en la primera novela de Giordano. Su familia le obsesiona de tal manera que descarta el relevo para seguir en el asfixiante desierto, temiendo menos a los talibanes que acechan tras las colinas que a volver a casa. Gracias a los antidepresivos, el teniente simula mal que bien atender la salud de la brigada hasta que aparece una sombra de otro tiempo, Irene. Su llegada cambiará el destino de la unidad y el del propio Egitto. La crisis anunciada al inicio se desencadena ya pasada la mitad de la novela. El lector ha estado esperando que llegue y ha leído con interés las incursiones en la intimidad de los personajes. El ataque en el desierto, mientras un destacamento protegía a un convoy de camioneros afganos, tiene fuerza y demuestra la seguridad del autor de Turín en estas escenas y en el cuidado del tono narrativo a lo largo de la novela.

Giordano es ágil a la hora de intercalar episodios y versátil al presentar la manera que la guerra afecta a cada uno de los jóvenes. Egitto carece de espíritu militar, está allí como un refugiado de su propio pasado. Ni siquiera la encuesta disciplinaria que sufre le afecta. Las reacciones de los personajes tienen lógica, así como coherente resulta el desarrollo narrativo, una vez deshecho el nudo gordiano de la operación. Giordano tiene una prosa precisa, de retórica contenida, que da vida a personajes verosímiles aunque algo planos. Logra imágenes originales y descripciones certeras, es sensible a la hora de explicar el efecto que el desierto hostil opera en los militares. Ahora bien, su novela deja poco margen para la reflexión y la imaginación del lector, que se encuentra todo hecho, y uno al final se pregunta si es una historia que valía la pena contar. Desaparecida Irene, el personaje que más inquietud provoca en la obra, sin verdadero heroísmo ni clara desesperación, el conflicto narrativo se diluye a la postre en una neblina moral de culpa y hastío. Falta algo más que sostenga el libro, algún misterio que no acaba de comparecer y que la matemática de los números primos tenía. Esta vez Giordano, atento en hacer un buen trabajo, se ha perdido en el cálculo.

El cuerpo humano de Paolo Giordano. Traducción de Patricia Ors. Salamandra, 2013. Barcelona. 346 páginas. 19 euros

El cos humà de Paolo Giordano. Traducción de Teresa Muñoz Llorete. Edicions 62, 2013. Barcelona. 368 páginas. 19 euros (electrónico: 14,99)

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