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LA SEMANA DE LA MODA DE PARÍS

Diálogo de moda entre lo masculino y lo femenino

La pasarela de París consolida un rumbo más pragmático para el vestir del próximo otoño

Eugenia de la Torriente
Un momento del desfile de Amaya Arzuaga ayer en París.
Un momento del desfile de Amaya Arzuaga ayer en París.CHARLES PLATIAU (REUTERS)

¿Qué alquimia provoca que los diseñadores coincidan en una misma dirección? Es una de las preguntas más recurrentes que recibe la industria de la moda, reunida estos días en la semana de París. La respuesta más cínica ve una conspiración para hacernos comprar precisamente lo que no tenemos; la más optimista, dota a los creadores de una sensibilidad capaz de traducir los cambios de su tiempo en abrigos, zapatos y trajes. Entre ellas, media una amplia escala de grises en la que entran consultores, análisis de tendencias, estudios de mercado y el no precisamente imprevisible y pendular movimiento del deseo.

Lo cierto es que el próximo otoño/invierno las coincidencias marcan un cambio de rumbo. Para empezar, se acabaron los estampados, tan presentes las últimas temporadas. Además, se imponen formas holgadas y generosas que acogen el cuerpo en lugar de constreñirlo y parecen invocar el sentido de protección de la ropa. Hasta los zapatos aparcan sus recientes estridencias y proponen hormas y tacones casi cómodos. El resultado es una moda menos agresiva, más acogedora. Pero, sobre todo, más realista. Con más abrigos que efectos especiales. Y con un tema primordial: el juego entre lo masculino y lo femenino.

Desde puntos de vista muy diferentes, Stella McCartney y Giambattista Valli suscribieron ayer esta máxima que lidera como nadie Céline, pero que también defienden Chloé o Dries Van Noten. McCartney entrega una colección que nace en el taller de un sastre para hombre, plagada de rayas diplomáticas. La diseñadora británica, sin embargo, reconstruye por completo las prendas con exagerados fruncidos, rayas que cambian de dirección sin previo aviso y solapas que se desprenden de las chaquetas y crean un sensual cuello halter. Solo un estampado –francamente prescindible- que quería emular un papel de pared medio arrancado. Subidas a enormes zapatos de goma y con gorras con visera, las modelos tienen un aspecto, si no masculino, sí notablemente ajeno a la coquetería convencional.

No es ese exactamente el caso de las mujeres de Valli. El costurero italiano sabe que la delicadeza y feminidad no son atributos prescindibles para sus clientas, pero combina los drapeados y las lentejuelas con voluminosas chaquetas y chalecos de piel que parecen más apropiados para un día de esquí que para una noche de baile. A Valli le ha sentado bien crear su división de alta costura (dos años atrás) porque ha alejado su línea de prêt-à-porter del territorio de ensoñación perpetua en el que habitan los trajes de princesa. Le ha permitido que su discurso se enfrente a la realidad de las mujeres contemporáneas y el resultado saca muchos elementos del guardarropa masculino. Pantalones, zapatos planos y prácticos abrigos enriquecen su vocabulario. Por no hablar de su primer bolso, un paso imprescindible para construir una compañía de moda hoy.

Pero si alguien sabe cómo abrir agujeros en la pared que separa el armario del hombre y el de la mujer ese es Riccardo Tisci. Una nota en la que Antony Hegarty, cantante de Antony and the Johnsons, hablaba del futuro feminismo esperaba en cada asiento del desfile de Givenchy. “Hemos abusado del cuerpo de las mujeres y de la tierra de la misma forma”, argumenta el músico. Mientras cantaba You are my sister, las modelos de Tisci desfilaban con cazadoras de cuero convertidas en cinturones y tomadas al asalto por las flores o con holgados jerseys y sudaderas sobre delicadas faldas bordadas. “Se trata de tomar prestadas piezas de los hombres, pero añadiéndoles feminidad y mezclándolas con otras de mujer”, según las notas.

Amaya Arzuaga también partió de una pieza masculina, un chaleco, en su sexta temporada en la capital francesa. El resultado es una colección magnífica, depurada y concisa que desmonta esta pieza y la deja irreconocible. Arzuaga se permite hasta 14 salidas en riguroso color negro y después entrega intensos golpes de naranja o verde petróleo para articular una propuesta que se acerca a los principales frentes de la temporada –los pantalones, la silueta holgada…- de una forma original e individual. “Los americanos han convertido las pasarelas en algo más soso y todos estamos a la búsqueda de pragmatismo… pero hay que intentar ofrecer algo propio”, sostiene.

¿Qué tendrá la ropa de hombre para que los creadores recurran a ella cuando buscan ofrecer propuestas más realistas para mujer? Lo que sí se puede comprobar estos días es que pensar en ropa masculina ayuda a que los diseñadores se concentren más en las necesidades de las mujeres y un poco menos en las suyas.

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