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PURO TEATRO

Comedia barroca y variedades galácticas

'El lindo don Diego', en el Teatro Pavón, es un clásico burbujeante, con gran reparto y soberbia dirección de Carles Alfaro 'Tan bé que anàvem!', en Espai Brossa / La Seca, con Jaume Sisa y Carles Flavià, dos especies a proteger, en vivo y en directo

Marcos Ordóñez
De izquierda a derecha, Carlos Chamarro, Edu Soto y Óscar de la Fuente en una escena de 'El lindo don Diego'.
De izquierda a derecha, Carlos Chamarro, Edu Soto y Óscar de la Fuente en una escena de 'El lindo don Diego'. Ceferino López

1 Agustín Moreto encaja en esa singular tipología del barroco español que encabezó Calderón: sacerdote, protegido del arzobispo de Toledo, poeta de corte (Felipe IV), y autor de algunas de las más refinadas comedias de enredo de la época. La similitud calderoniana acaba ahí, porque Moreto se tomó a chacota el estilo culterano (o sus excesos) y optó por un verso claro y zumbón, siempre equilibrado entre lo popular y lo exquisito. En el Pavón (CNTC) han recuperado El lindo don Diego, su pieza más celebrada, en una de las mejores puestas que le he visto a Carles Alfaro: ligera, elegante, delicadísima, admirablemente medida. Todo funciona a las mil maravillas en este espectáculo, comenzando por la estupenda versión de Joaquín Hinojosa, que ha podado prolijidades y repeticiones y ha clarificado el lenguaje. Hay que aplaudir, igualmente, los preciosos figurines de María Araujo, entre áureos, románticos y cabareteros, así como la iluminación de Pedro Yagüe y la escenografía de Paco Azorín, un triple juego de espejos que metaforiza con gran sutileza la patológica enfermiza obsesión del protagonista por su apariencia. La endiablada trama de esta “comedia de figurón” sigue lo que los especialistas denominan “organización bimembre”: hay dos hermanas (doña Leonor y doña Inés), dos galanes prometidos (don Diego y don Mendo), un galán suelto (don Juan), pero que ama a doña Inés, y una pareja de criados (Mosquito y Beatriz), de la que ella también se duplica, fingiéndose condesa para burlar a don Diego. Ese es el engaño central, aunque no el único: don Diego, un liante de consideración, hace creer al cándido don Tello, padre de las damas, que don Juan pretende a la condesa y don Mendo quiere a doña Leonor. ¿Complicado, verdad? Tranquilos: en el Pavón hacen que todo parezca cristalino a base de ritmo y naturalidad.

La semana anterior decía que esta joven compañía parece elegida por un director de casting en estado de gracia. Me quedé corto. Están todos formidables, rebosantes de gracia y frescura. Edu Soto, al que no había visto nunca en teatro (y menos en verso), está impecable en el rol de ese hidalgo provinciano desmesuradamente vanidoso, cuya comicidad se basa en un continuo malentendimiento que roza lo trágico: es un Quijote inverso y siniestro que, como bien señala Hinojosa, vive “aislado en un mundo aparte, una realidad propia y paralela que él conforma permanentemente según la lógica de su monomanía”. Don Tello (Javivi Gil Valle, de nuevo, como en Hamlet, felizmente cercano a Rafael Alonso) advierte, cómo no hacerlo, la oceánica necedad del protagonista, pero insiste en casarlo con doña Inés (Rebeca Valls, con la energía eléctrica de quien trata de librarse de un cepo inminente). Doña Leonor es Natalia Hernández, velocísima siempre en las réplicas y con la verdad a flor de piel, que por su perfil y vestuario (boa de plumas incluida) recuerda un cruce entre Barbara y Zizi Jeanmaire. Don Juan y don Mendo son Raúl Prieto y Cristóbal Suárez, dos actores de la “escudería Del Arco” a los que nunca he visto dar un paso en falso: aquí están muy galanes en el sentido más francés del término, es decir, que parecen estar haciendo Marivaux con la alquimia exacta de humor, seducción y brío, sin forzar en ningún momento la nota cómica, y con finísimos toques de raisonneur el personaje de Suárez. Carlos Chamarro, memorable en Cámara Café y Plaza España, es un gracioso nato, y su Mosquito es de antología: a destacar el pasaje en que trata de engatusar a don Tello con un galimatías (“Él buscó a quien le buscaba / porque ella buscando vino / y buscando de camino / él buscó lo que allí estaba”) que anticipa la jerigonza grouchesca. Hablando de jerigonzas, otro de los regalos de la comedia es la parodia del “estilo levantado” que improvisa Beatriz (Vicenta Ndongo, en la línea de una joven María Luisa Ponte) para marear a don Diego, con frases como: “En fin ¿venís rutilante / a mi esplendor fugitivo / para ver si yo os esquivo / a mi consorcio anhelante?”. Una joya de función: no se la pierdan.

Y Sisa canta, cada vez mejor, cada vez más galáctico, con la ironía y la emoción en su sitio

2 Podía haberse llamado Dos cabalgan juntos, como la peli de Ford. O Éste y yo con dos cojines, como aquella revista de Leblanc y Camoiras, pero se llama Tan bé que anàvem (con lo bien que íbamos) y a punto estuvo de llamarse Com quedem? (¿cómo quedamos?), que era el título de la obra que Jaume Sisa y Carles Flavià escribieron y no llegaron a representar por pánico escénico (o lo que fuera) del primero. O sea, que es una lección moral: cómo convertir un fracaso en un éxito. En La Seca / Espai Brossa, Sisa y Flavià, Sociedad Ilimitada, reciben al público y cuentan una historia tras otra como dos romanos sentados a la puerta de su casa, evocando y bromeando y filosofando en lo más alto del ferragosto. Extraña, compenetradísima pareja, augusto lunar (Sisa) y clown cascarrabias (Flavià), también a la manera de Lemmon y Matthau. Les van a contar, entre otras mil historias, cómo cambió la vida de Sisa adolescente cuando descubrió a Dylan, cómo Flavià descubrió a Dios y fue cura durante 17 años hasta que lo dejó para convertirse en mánager y monologuista y entrevistador, y van a hablarles de sus novias, de sus pasiones (las viudas, ver girar la lavadora), de sus manías (ni les cuento), y de cómo se conocieron (en Zeleste, por supuesto), y por qué, pese a todos los obstáculos (ellos mismos, mayormente), siguen siendo amigos desde entonces, y de sus frustrados intentos para ganar mucho dinero, y de su majestuoso plan para casarse e ir a vivir juntos (sin sexo, eso sí). Y Sisa canta, cada vez mejor, cada vez más galáctico, con la ironía y la emoción en su sitio, desde Muñequita linda y La primera comunión hasta su primera canción, Allà on s’amaga el sol, y hace cantar a Flavià (y al público) el Torero chachachá de Carosone. ¿Cabaret, show 'a la americana', variedades, teatro verité? Lo que ustedes prefieran. Sisa & Flavià, dos especies a proteger, en vivo y en directo. Da gusto escucharles, y eso no se dice de cualquiera. Como estuviéramos de nuevo en la barra de Zeleste, y son las tantas, y ni ellos ni nosotros queremos acostarnos.

El lindo don Diego. de Agustín Moreto. Versión: Joaquín Hinojosa. Dirección: Carles Alfaro. Teatro Pavón. Hasta el 17 de marzo.

Tan bé que anàvem! Dirección: Pau Miró. La Seca. Sala Leopoldo Fregoli. Hasta el 14 de abril.

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