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Las novias de Oscar

La alfombra roja de la gala no arroja una ganadora clara Dominio de los trajes de inspiración nupcial y de los metálicos Dior y Armani se convierten en los diseñadores más destacados

Eugenia de la Torriente

La confusión que rodeó al traje de Anne Hathaway fue un buen indicador de una noche en la que parecían encadenarse los traspiés. No solo por el tropezón de Jennifer Lawrence al subir a recoger su premio. Sobre todo, en el campo estilístico. Durante casi toda la gala, los trajes se movieron entre lo convencional y lo terrible. Algunas mujeres parecían haberse peleado con su peluquero y otras parecían querer cubrir el expediente con el menor número posible de rasguños. Entre unas y otras, dejaron un rastro poco memorable de escotes palabra de honor, tonos claros y brillos metálicos.

Aunque ninguna provocó tantos comentarios como Hathaway. Dos horas antes de que la actriz llegara al Dolby Theatre de Los Ángeles, circuló la información de que vestiría de Valentino. Pero, finalmente, Hathaway apareció con un vestido en trémulo rosa firmado por Prada. “Lo he elegido hace tres horas”, admitía la intérprete de Los miserables a las cámaras. No está claro qué le hizo cambiar de opinión en el último minuto, pero era imposible no advertir las consecuencias. Las costuras del diseño de Miuccia Prada - que recordaba al que Gwyneth Paltrow llevó hace un año en la gala del museo Metropolitan- no encajan del todo con su cuerpo y le daban a su busto un aspecto puntiagudo, que se transformó de inmediato en el centro de atención. A falta de auténticas sorpresas sobre la alfombra roja, el pecho de Hathaway pasó a ocupar el lugar que dejó vacante la pierna de Angelina Jolie en los comentarios.

Más allá de esta anécdota, fue una noche bastante sosa. Dominaron los escotes palabra de honor y los trajes claros. Una combinación que genera un aspecto que difícilmente esquiva el aire nupcial. Jennifer Lawrence, imagen de Dior, llevó uno de los vestidos con los que Raf Simons cerró en enero su segundo desfile de alta costura para la firma francesa. La vocación expresa del belga con ese final rosa pálido era evocar el romanticismo de las novias. Desde luego, nada tan apropiado como que uno de esos trajes vistiera a la nueva novia de América para su ceremonia de boda con la industria. Pero también eran aptos para dirigirse al altar el modelo de Prada para Anne Hathaway; el de Reem Acra para Kirsten Stewart; el de Alexander McQueen para Amanda Seyfried; el de Alexis Mabille para Zoe Saldana o el de Óscar de la Renta para Amy Adams. Entre todas las que se apuntaron al blanco y sus infinitas variantes, solo Charlize Theron parecía escapar a la fantasía nupcial. Su radical corte de pelo, su físico de amazona y el minimalismo de su vestido de Dior le daban una imagen de fortaleza infrecuente en estos eventos.

A falta de una clara ganadora, los premios se repartieron. Gracias a Lawrence y Theron fue la noche de Dior, pero también la de Armani. El italiano logró vestir a muchos de los hombres —George Clooney, Robert de Niro, Russel Crowe, Denzel Washington, Richard Gere, Paco Delgado…— y, sobre todo, a tres de las cinco candidatas al premio a la mejor actriz. Quvenzhané Wallis llevaba un atuendo muy poco apropiado para su edad que suponía la primera incursión de Armani Junior en la alfombra roja. Siempre es difícil vestir a los niños en estos bretes. En cambio, el diseñador no falló con Jessica Chastain y Naomi Watts. La primera combinó hábilmente los tonos de su piel y su pelo con el cobre de su vestido para crear una imagen que evocaba el Hollywood clásico. La segunda lideró la armada de los metalizados, con mejor fortuna que muchas de sus colegas, gracias a un traje de escote asimétrico y mangas “galácticas”.

Replicar el brillo del metal pesado con un material liviano como la ropa es un recurso más fácil sobre el papel que en la realidad. A él se apuntaron anoche Catherine Zeta-Jones (de Zuhair Murad), Halle Berry (de Versace), Renée Zellwegger (de Carolina Herrera), Meryl Streep o Nicole Kidman (de L’Wren Scott). Los resultados fueron desiguales, pero ninguna logró eclipsar a Michelle Obama que apareció, desde la Casa Blanca, con un traje metálico de inspiración art-decó de Naeem Khan.

Si algo se echó de menos en el vestir de la gala, fue el color. Y su alegría, dicho sea de paso. Solo Jennifer Aniston y Sally Field, ambas de Valentino, se atrevieron esta vez con el socorrido rojo. Kerry Washington aportó una nota coral de la mano de Miu Miu; Reese Witherspoon se estrelló con un traje azul de Louis Vuitton que parecía ajustado por la misma inhábil mano que el de Anne Hathaway y Jane Fonda se salió por la tangente con un traje amarillo de Versace. Finalmente, tuvo que llegar una mujer con más edad que los propios premios a dar una lección sobre cómo vestirse con elegancia en esta gala. Emmanuelle Riva, que anoche cumplía 86 años, era la imagen de la compostura, la personalidad y la distinción envuelta en un Lanvin verde. A su lado, los esfuerzos rejuvenecedores de algunas de sus colegas parecían ridículos.

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