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PURO TEATRO

Dos comedias y una venganza

Triunfo absoluto de 'Hermanas' en Madrid; Alba Florejachs destaca en una irregular 'Somni', y Lluís Homar y Eduard Fernández cabalgan juntos por primera vez en 'Paradero desconocido'

Marcos Ordóñez
De izquierda a derecha, Chisco Amado, María Pujalte, Amparo Larrañaga Marina San José, Adrián Lamari y Amparo Fernández en 'Hermanas'.
De izquierda a derecha, Chisco Amado, María Pujalte, Amparo Larrañaga Marina San José, Adrián Lamari y Amparo Fernández en 'Hermanas'.Paolo Tagliolini

1 Hace cinco años, Germanes, de Carol López, fue un exitazo en Barcelona durante dos temporadas. Ahora Hermanas, de nuevo dirigida por la autora, está triunfando en el Maravillas. He vuelto a verla. Me sigue pareciendo su mejor comedia. Me sigue encantando su estructura chejoviana (parece no pasar nada y pasa todo) y su habilísima mixtura de comedia y drama (te ríes mucho y lloras mucho). Amparo Larrañaga es Inés, la hermana controladora y neurótica. Eficaz pero un tanto mecánica en la primera parte (hay una rigidez del personaje, cierto, pero también me pareció advertir algo de rigidez en el juego de la actriz) y pisando firme en la segunda, con su punto más alto en la ceremonia del “gazpacho purificador”, donde provoca risa e inquietud al mismo tiempo. Irene, la hermana más lúcida, la más madura, es la formidable María Pujalte, con el humor y la emoción siempre en su punto. Marina San José, a la que aún no había visto en escena, le da a Ivonne, la hermana pequeña y casquivana, una frescura y un encanto sensacionales. Otra buena elección es la del naturalísimo Chisco Amado para el precioso papel de Álex, al principio observador y poco a poco figura central (equilibrador, confidente y soporte) de la familia. Adrián Lamana es Ígor, el benjamín, condenado durante largo rato a ser una presencia hosca, sin apenas diálogo, y redimido luego en la escena de su iniciación sexual. Creo que a ese personaje le falta más desarrollo; creo también que habría que apretarle un poco las tuercas del ritmo al primer acto. Capítulo aparte merece Isabela, la madre, que entre Martini y Martini (“con dos aceitunas”) decide retomar las riendas de su vida, y que cierra en beauté el primer acto con su proclamación de independencia y cantando, sobre la mesa y en combinación negra, el Non, rien de rien de la Piaf para que la sala se venga abajo. Amparo Fernández se lleva de calle la función: parece (repito lo que escribí en su día, porque no ha cambiado) la versión levantina de Frances Conroy en A dos metros bajo tierra, bañada en salsa Mihura. Carol López perfeccionó en Hermanas las estrategias que ya había utilizado, con óptimo balance, en piezas anteriores (VOSE, Last Chance) y que, lástima, no funcionaron en Boulevard. Por un lado, la música, siempre muy bien colocada: el baile liberador de Girls Do Wanna Have Fun, el momentazo ya citado del himno de la Piaf, la versión silbada y danzada de What A Day for a Daydream, de los Lovin’Spoonful, a cargo de Adrián Lamana. Y, cumbre emotiva, la canción a capela de la madre, entre nana y responso, acompañando un baile irrepetible. Por otro lado, están los procedimientos narrativos, que beben considerablemente del cine pero también de la novela. La acción comienza “en mitad”, en el funeral del padre; sigue con el retorno a la casa familiar, retrocede para mostrarnos los acontecimientos previos al entierro y las reacciones de cada uno, y enlaza otra vez con la llegada a la casa, donde se retoma el diálogo que ya hemos escuchado. En la segunda parte tiene lugar un acontecimiento capital que Carol López cuenta de manera muy cercana a la famosa “teoría del iceberg” de Hemingway: vemos su punta pero no la mole helada que ha hecho naufragar al buque. Hay una conversación centrada en ese hecho donde no se dice explícitamente lo que está pasando; intuimos que algo extraño sucede y acto seguido (tal como en la vida, sí) sobreviene una escena cómica y nos olvidamos, y más tarde nuestra intuición se va haciendo certidumbre por la suma de nuevos datos aparentemente dispersos, hasta que la revelación llega como un mazazo. Ese instante, armado sobre un bello monólogo epifánico, desemboca en una sugestiva idea de puesta en escena (los golpes casi flamencos de la cuchara como campanadas de reloj, los gritos rítmicos) y concluye en una danza en mi opinión un tanto excesiva y quizás innecesaria; pienso también que el epílogo se precipita y que quizás sería más eficaz si se desarrollara en escena en vez de recurrir a una filmación. Con todo, la gradación de los efectos, su sistema de siembra, ocultación y desvío, es tan sutil como efectivo: todos los vectores (texto, interpretación, dirección) se unen en un poderosísimo crescendo emotivo. No es frecuente una comedia que juegue tan sabiamente sus bazas: compruébenlo.

2 Esa habilidad estructural es lo que he echado en falta en Somni, escrita y dirigida por Mercè Vila Godoy, habitual ayudante de Carol López, que la temporada anterior nos regaló el burbujeante montaje de El año que viene será mejor, donde se reveló esa enorme bestia cómica que es Alba Florejachs, y para la que parecen haberle escrito aquí un papel a la medida. O se lo ha hecho suyo, no lo sé. Somni tiene una buena premisa: transcurre durante los ensayos de El sueño de una noche de verano a cargo de una compañía joven, y sus integrantes tienen unas relaciones sentimentales tan turbulentas como las de los personajes que encarnan. Hay mucho entusiasmo actoral, música en directo (cantan, muy bien, temas de Elvis, de Nina Simone, de Velvet Underground), pero tenemos un problema, Houston: la única historia que realmente tiene gancho es la que protagonizan Alba Florejachs (espectacular, y sin dejar escapar una frase, una mirada, un silencio) y el segurísimo Óscar Muñoz. Los demás (Alba Pujol, José Pérez, Neus Bernaus, Isak Ferriz) son cómicos con fuerza, pero tienen poca tela (textual) que cortar. Somni, que se ha presentado en La Seca/Espai Brossa, tiene los mimbres para ser un éxito, y tal vez un éxito notable, pero a condición, me atrevería a decir, de desarrollar las historias de las dos parejas restantes, que se pierden como lágrimas en la lluvia.

3 También he visto, en la Villarroel, esa pequeña obra maestra que es Paradero desconocido, de Katherine Kressman Taylor, la historia de dos amigos separados por el nazismo y de una sublime venganza epistolar. La estrenaron hará siete u ocho años Jordi Bosch y Ramon Madaula, dirigida por Fernando Bernués, en versión catalana de Ernest Riera, y la han retomado Lluís Homar (que también firma la dirección) y Eduard Fernández, por primera vez mano a mano. Excelentes, impecables interpretaciones. No falta ni sobra nada, como en el texto, y así la está recibiendo el público cada noche. No se la pierdan.

Hermanas. Dirección: Carol López. Intérpretes: Amparo Larrañaga, María Pujalte, Marina San José, Chisco Amado. Teatro Maravillas. Madrid. Sin fecha límite.

Somni. Dirección: Mercè Vila Godoy. Intérpretes: Alba Florejachs, Óscar Muñoz, Alba Pujol, José Pérez, Neus Bernaus, Isak Ferriz. La Seca/Espai Brossa. Barcelona. Hasta el 3 de marzo.

Paradero desconocido. Dirección: Lluís Homar. Intérpretes: Lluís Homar y Eduard Fernández. Sala Villarroel. Barcelona. Hasta el 31 de marzo.

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