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Tentaciones
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Querida dietarista

La consolidación del triunfo de ‘Girls’ y Lena Dunham coincide con un alud de escritoras de autoficción que consolidan nuevos roles

Dicen las malas lenguas, y muchos analistas políticos, que del humo de los cascotes emergió una de las arengas más extrañas y desafortunadas de la historia. Horas después de los ataques del 11S, el alcalde neoyorquino Rudy Giuliani tomó aire, cobró inspiración y soltó, más ancho que un ocho y más cabezón que un pelocho: “Demostrad que no tenéis miedo. Id a los restaurantes. Id de compras”.

Ese go shopping, como posicionamiento patriótico, como rebelión íntima ante la injusticia infinita y como frase que pulsa el signo de los tiempos. Resulta que aquello sucedió en el año 2001 y al timonel republicano sólo le faltó emitir un bando por el que en absolutamente todos los comercios de la ciudad sonara, a volumen 11, la sintonía de Sexo en Nueva York en bucle, serie a la que en aquel momento aún le restaban tres años de emisión y vivía su apogeo como forjadora de féminas que buscaban al príncipe (de traje de raya diplomática) azul pero que encontraban mayor consuelo en los zapatos que éstos les regalaban para compensar su zafia masculinidad.

Ha pasado más de una década. Muchos tiburones se han desangrado en esa misma ciudad y muchas sensibilidades han cambiado. Dicho de otro modo, al menos en el ambiente no flota (me refiero al clima cultural, a lo que se premia en los Globos de Oro y esas cosas) aquello que cantara Beyoncé (contoneándose, sí, pero me ahorro recrearme en la imagen): “Don’t be mad once you see that he want it / Cause if you like it, then you shoulda put a ring on it… Oh, oh, oh, oh”. Oh: si te gusta lo que ves, trae para acá un pedrusco del tamaño de una pelota de tenis.

 Olvida el anillo, pásame esa cerveza

“Ni la búsqueda de un marido ni preguntarme si tendría una familia algún día ni querer vivir en una casa enorme o pensar que sería la bomba conseguir un gran diamante ha sido nunca el motor de mis acciones”, afirma Lena Dunham. Ella es quien gana ahora el Globo de Oro en su categoría (si de algo sirven estos premios es como barómetro de su impacto social masivo) con la serie ultraconfesional Girls. Su modelo de chica, veinteañera y no treintañera, quizás algo hipster y muy solipsista pero no tan rematadamente pija hasta la parodia, ansiosa, quizás, pero no histérica, crea ahora más empatía en muchísimos círculos. Van sólo emitidos los primeros capítulos de la segunda temporada y, aquí la segunda prueba de cómo ha calado su estereotipo, firmó hace poco un contrato para su primer libro de memorias por 3,7 milones de dólares. Una cifra cercana a la de los cinco millones que consiguió un personaje tan masivo como la cómica Tina Fey, que a su manera ya redefinió el rol femenino en un público menos exclusivo.

Espejito, espejito… quién es la más… Espera, espejito, dame un p*** respiro.

Evidentemente, uno se pone ya la venda antes de ver la herida, no todas las chicas de la población mundial más o menos acomodada responden a ese patrón de comportamiento, pero sí es cierto que el volumen de empatía que genera valida esa intuición. Acotar un tipo más o menos nuevo en la sociedad, y más acotarlo a un género, resulta torpe y arriesgado. Y definirlo con adjetivos (urbanita, culta, desacomplejada, confundida, sexual, impúdica-en-el-buen-sentido, más respetuosa con el ritmo que con la ortotipografía en la escritura, con presencia en la red, autorreferencial) es caer muy pronto en una retórica absurda de vídeo presentación de concursante de Gran Hermano que flaco favor le hace al arriba firmante.

No hay nada más literaturizable que el tremendo patetismo masculino o la trillada histeria femenina; son esos dos clichés atajos a la situación más o menos cómica. Este modelo, sin embargo, intenta buscar otra vía. Una sensibilidad que se percibe, como veremos, en toda una explosión de autoficción, dietarismo y derivados de la literatura del yo escrita por chicas de su generación o paisaje sentimental.

Dunham dice que sólo aprecia la literatura femenina convencional y que lleva en el iPod, al lado de canciones de los Vaccines, Betty Davies, Best Coast y LCD Soundsystem aquel poema de Sylvia Plath (The Thin People: “They are always with us, the thin people / Meager of dimensión as the gray people / On a movie-screen. They are unreal”). Al personaje de Dunham parece que siempre el cuello de la camisa se le haya quedado rebelde y mal puesto porque ha salido a la carrera de algún colchón de muelles malintencionados, que el vestido siempre le caiga demasiado largo o demasiado corto. Pero es precisamente por cosas como ésa por las que ahora le dedican artículos a su desnudez de un cuerpo más bien atípico o precisamente típico (ver la escena ésa en la que juega al ping-pong en bragas).

Lesley Arfin
Lesley Arfin

La primera es la primera

En su nunca lo suficientemente citado Teenage: The creation of youth (por el altísimo, que alguien tenga aquí de una vez las agallas para editar ese tomazo), el crítico Jon Savage sitúa el inicio de la adolescencia en la publicación del diario personal de la artista Maria Bashkisteff. Una chica decimonónica algo mística, pero en lucha contra la solemnidad papanatas y contra la frivolidad, que escribió, precisamente sobre las páginas de su diario aún inédito antes de morir poco después aquejada de tuberculosis: “Si no vivo lo suficiente para ser ilustre, este diario será interesante” y “Yo estoy aquí demasiado desnuda para mostrarme en esta vida”. Bien, vivimos tiempos de streaming emocional, de contarlas tal como vienen, así que ese tipo de literatura abiertamente autobiográfica y sin ropas ya no necesita tiempo de cuarentena ni embargo alguno. Está en los fogonazos cotidianos de las tuiteras, algunas tan esnobs como  brillantes, otras en blogs y muchas en libros.

Evidentemente también proliferan los dietarios masculinos (y tremendamente buenos, de Manuel Jabois a Federico Montalbán), pero uno se siente en la necesidad de exponer de entrada que no pretende presentar un artículo como síntesis de toda una época, sino para poner el foco sobre algún brote.

He aquí una pequeña lista de autoras actuales que se exponen y explotan la autoficción desde el yo femenino, de clásicas insultantemente lúcidas como Joan Didion a nuevas más macarras como Lesley Arfin (coguionista de Girls, por cierto, que editó su Querido diario con Alpha Decay), pasando por la autoexploración sobre el sexo y la maternidad de Gabriela Wiener o los proyectos en ciernes de Silvia Nanclares y los fanzines de Helena Exquis. Pero como esto no pretende ser un inventario de escritoras del yo, he aquí a algunas autoras con obra publicada recientemente que se colocan en el centro de su literatura. Si se rompe la barrera entre arte y vida, cae el tabique entre la ficción y la no-ficción. Del dietario de corte clásico de Isabel Sucunza (1972), que leía y pensaba (es lo mismo) dormitando sobre el mostrador de un establecimiento de ropa en La tienda y la vida (Blackie Books), al manual de supervivencia y autonomía rural (entre el Vivir otra vez del ex publicista hippy de los seteenta Jacques Massacrier, el Steal this book urbano de Abbie Hoffman y la literatura del Fup, de Jim Dodge) que firmara Dolly Freed en 1978; de la memoria libre y la autobiografía a los 25 años de la argentina Inés Acevedo (1983) con Una idea genial (Alpha Decay) a las cuitas nocturnas y/o en bicicleta de estilo saltarín de Ainhoa Rebolledo (Mari Klinski, de Honolulu Books; Maldita sea, en Sigueleyendo; si dicen que todo es texto, Rebolledo (1987) escribe todo el rato y de forma compulsiva, como queriendo engullir un pack de seis minimangums de chocolate blanco mientras se baja una Xibeca de litro)o a la poesía de Luna Miguel (se rumorea que ya en la cuna le aburría el móvil de colores colgado del techo, ese de los dinosarios, y escondía debajo de la almohada Vive o muere de Anne Sexton; le venía una tía abuela a hacer carantoñas y ella balbuceaba gu-gu con abandono mientras arrugaba la nariz, pasaba la página y seguía leyendo; ella, que tampoco olvida el humor y eso de sacarle hierro a las cosas, también parece escribir sin descanso y sin anticlímax; Miguel (1990), de hecho, se escribe cada día).

Ya sospechaban Shalom Auslander en Esperanza. Una tragedia y Philip Roth en La visita al maestro que Ana Frank podría estar viva. Quizás ella no, pero sí su espíritu. O eso o una nueva sensibilidad que recorre la autoficción femenina. Aquí un micrófono, aquí algunas de las autoras citadas. Veamos qué opinan ellas.

Lesley Arfin
Lesley Arfin

Algunas protagonistas de sus historias, al habla

1.- Tus referentes o espejos (literarios).

Isabel Sucunza: “Me veo muy tentada a responderte que el gran referente de literatura confesional femenina sería para mí el de Madame Bovary, que ni fue escrito por una señora ni es un dietario... Flaubert hace esto, en forma de novela; y, aunque tampoco fuera una señora, Josep Pla (que sí que sería el referente para mí en cuanto a escritor de dietarios), también consigue hacerlo en el Quadern gris.

Ainhoa Rebolledo: “Sin duda, mi primer referente fueron las páginas que dedicaban en la revista Nuevo Vale a testimonios erótico-dramáticos narrados en primera persona, en teoría, por chicas adolescentes. Leía esos testimonios cuando tenía trece o catorce años, me encantaban. Contaban historias de primeros besos y pérdidas de virginidad, amores imposibles o prohibidos, peleas con amigas por culpa de novios, problemas con la novia de los padres (que siempre denominaban “madrastra”), autoficción para adolescentes. Wiener y su Nueve lunas me gustó tanto que a veces pienso que sólo me quedaría embarazada para escribir un libro como ese. Me gustó mucho, es muy intenso, por eso nunca me he atrevido a recomendárselo a una embarazada porque es una historia autobiográfica demasiado dura sobre su embarazo. Sin embargo, los diarios que más me han influido son los diarios visuales de dos chicas españolas (que, por cierto, ambas viven en el extranjero): Indiana Caba http://www.ohmagpie.com/thelongestday/ y Florencia Serrot, http://flofatale.blogspot.com.es/ Son diarios hechos a partir de fotos, con textos muy breves, que me parecen preciosos”.

Inés Acevedo: “En Argentina tenemos dos grandes escritoras de estilo confesional, Silvina y Victoria Ocampo. Silvina Ocampo ha escrito gran cantidad de relatos y novelas que si bien no son netamente autobiográficos siempre están en el borde. En tanto su hermana, Victoria, no como escritora sino como directora de la revista Sur, también publicó sus diarios íntimos, memorias, etc. También un texto favorito para mí es uno de Salvadora Onrubia, también argentina, titulado Gaby y el amo. También hace poco leíKitchen, de Banana Yoshimoto, que si bien no es un diario íntimo, tiene el talento de hacernos pensar que esa historia le ocurrió a la autora”.

Dolly Freed: “Podría responder Little me, de Belle Poitrine, pero eso no habría estado bien, aunque el libro es hilarante. Cualquier cosa de Germaine Greer es iluminadora, incendiaria y normalmente correcta. La brillante pero socialmente constreñida Sylvia Plath me ayudó a mantener mis elecciones abiertas en mi vida. Lo major de este tipo de libros es que puedes vivir otra vida, absorver experiencias y aprender en días lo que te llevaría años aprender. Hablando abierta y sinceramente de sus experiencias, este tipo de mujeres no solo nos entretiene unas horas, sino que nos ayuda a definirnos. Fueron importantísimas en mi adolescencia. Aún lo son”.

 2.- ‘Girls’, ¿un modelo alternativo?

 Isabel Sucunza: “Tanto con Sexo en Nueva York como en Girls (que me encanta, por cierto), creo que se da el fenómeno contrario: es el público el que se expone, se retrata, al verlas. Los creadores tanto de una como de otra, presentan unos momentos concretos en la vida de unos personajes concretos en unos ambientes concretos; lo que hace que el público se enganche, es verse retratado en ellos: ver retratado lo que son o lo que les gustaría ser. Ya buscan los guionistas la manera de que sea así: entre las cuatro protagonistas de ambas series cubren los estereotipos femeninos básicos. Sexo en Nueva York jugaba además la carta del "lujo". Respondiendo a la pregunta: sí, creo que Girls retrata mejor la cosa actual, más realista y con cierta ambición cultural”.

Luna Miguel: “Si te soy sincera... odio Girls”.

Inés Acevedo: “Lamentablemente no he visto Girls, dicen que es buena. Pero sí he visto y me gustaba mucho Sexo en Nueva York”.

Isábel Sucunza
Isábel Sucunza

3. Escribir para publicar, hablarle al lector

 Isabel Sucunza: “Yo, en principio, no pienso en un lector. De hecho, en el momento en el que me puse a pensar en un lector (que fue cuando surgió la posibilidad del libro), escribir se me empezó a hacer muy cuesta arriba y tuve que hacer el ejercicio -terrible- de quitármelo de la cabeza de nuevo. Creo que fue lo que más me costó del proceso de escritura del libro. Y no porque contara cosas íntimas que, al final, lo único que estoy explicando aquí no son ni secretos ni anécdotas privadas, sino reflexiones propias; sino porque uno, al final, se expone al escribir; tiene que exponerse, si no, acaba haciendo otra novela histórica, ambientada en una época que ni le va ni le viene, sobre hechos encontrados en periódicos que ni siquiera tiene en casa, por ejemplo”.

Luna Miguel: “Supongo que aquí haré la distinción entre mi poesía y mi blog, que aunque son distintos están fuertemente relacionados, y a veces la separación es muy difusa. Mi poesía la escribo en solitario, se toma mucho más tiempo, la corrijo más, la leo y releo, borro y cambio... siempre mucho más íntima que mis textos del blog que son más directos, más hacia ese público que me lee día a día y que ya espera ciertas cosas de mí”.

Ainhoa Rebolledo: “Existen blogueras y blogueros que publican posts sólo y para que sean leídos, es más, para que les paguen por los contenidos. Ese tipo de blogs no me interesan demasiado. También existen blogueras que publican lo que realmente les interesa: describen lo que les hace feliz, publican una fotografía de su novio desnudo en la cama… esos son los que me gustan. Cuando era pequeña (12-16 años) escribía un diario que está escondido en un cajón en casa de mis padres, en Santiago de Compostela. Cuando tuve internet, tuve varios fotologs (porque estaban de moda) y allí escribía mucho. Tuve varios porque cuando empezaban a tener seguidores, los cerraba por vergüenza. En 2009 empecé un blog llamado Let’s Pretend We Were Drunk que se convirtió en mi diario personal (lo llamaba diario post-adolescente). Allí contaba las cosas que me pasaban y lo que pensaban y la verdad es que mucha gente lo leía. Sin embargo, poco a poco, mis conocidos fueron descubriendo el blog y desde hace unos meses, si pones mi nombre en google, lo primero que sale de mí en internet es mi blog. Ahora, en vez de contar las cosas que me pasan realmente, subo fotos que –en teoría- cuentan lo que me está pasando.

Inés Acevedo: “Tengo variados diarios íntimos que he ido escribiendo y escribo, y no tienen el objeto de ser publicados ni leídos por nadie. Además, tengo un blog, que lo lee mucha gente. Lo interesante es que no creo que uno escriba sin pensar en un lector. Aun cuando mis diarios íntimos son “secretos” uno puede imaginarse que va a morir y alguien los va a encontrar. Es interesante porque la manera en que los escribo es completamente diferente: el blog es descontracturado y lleno de errores de tipeo. Los diarios están escritos sin ningún error y en una sintaxis clásica”.

Dolly Freed
Dolly Freed

4.- La exposición del superyó en redes.

 Isabel Sucunza: “De la misma manera que tener móviles con cámaras ha influido en la fotografía y en el cine: ha convertido a todo el mundo en posible creador, lo cual hace que, en un primer momento, haya un volumen de información brutal circulando por ahí, sin filtros y, por tanto, de la calidad más variable”.

Ainhoa Rebolledo: “Creo que esto ha influido en el sentido de que la exposición constante del hace que las mujeres publiquen cosas muy grandes sobre sí mismas para evitar revelar los detalles, sus verdaderas intimidades (lo que, por otro lado, creo que es lo que realmente le interesa al lector). Considero que la rapidez de las redes sociales ha hecho que la narrativa autobiográfica femenina se limite cada vez más a fotos (quién no tiene una cámara en el móvil hoy en día, bueno, yo no la tengo) y menos a textos narrativos. Hoy en día todo va tan rápido que me da la sensación de que nadie tiene tiempo ni ganas para sentarse a escribir largo y tendido sobre sus sentimientos. Pero confío en la existencia de miles de libretas escondidas debajo de las camas de estas blogueras de instagram. No, la verdad es que no creo que existan”.

Inés Acevedo: “Sin duda esta nueva cultura de “mostrar nuestra vida” es lo que permite que las autobiografías puedan existir sin que nadie sienta vergüenza de ellas, ni los autores ni los que la leen. Hay una conexión grande entre la literatura femenina y las redes sociales junto a otros formatos no tradicionales como el blog. Durante el siglo XX, la literatura venía en forma de libro y el hombre tenía prevalencia. Poco a poco cambió, y ahora los formatos no tradicionales como el blog, abrieron aún más las posibilidades para las mujeres. La capacidad de mutar, la rapidez y el gusto por hablar de nuestras cosas son propios de la mujer y no tanto del hombre, a mi entender. Como el chisme. Además, según una respetada crítica de la cultura, Josefina Ludmer en su ensayo, Aquí América latina, la literatura y la vida se han aproximado tanto que ya la literatura pierde autonomía. Creo que esa cercanía entre literatura y vida es lo que da pie a que la literatura autobiográfica tenga el lugar que hoy tiene. Pero ¿qué vida? Hoy las cosas importantes de la vida son las cosas cotidianas que nos rodean, ya no “los grandes temas” como “la guerra y la paz”, ni las grandes novelas, y ese tipo de cosas son las que nos importan a las mujeres: los hijos, las amigas, la ropa, la comida, las mascotas, los novios y los maridos.

Dolly Freed: “Mantener una página de Facebook es algo parecido a llevar un diario. La gente publica eventos, pensamientos y sentimientos para que los vea un public. Puedes, de hecho, accede mucho a la intimidad de esa persona abriendo su Fracebook. Es más, si tienes tiempo para revisar sus gustos, los eventos que ha publicado o los lugares que el mapa muestra que ha visitado, y leer lo que ha escrito durante años en su timeline, tienes una idea de muchas partes de su existencia. Sí, lo veo como una forma de mantener un diario. Si esa instrospección es honesta, depende de la persona. Creo que nos sentimos intocables tecleando cosas en nuestro comodísimo laptop y teléfono para ser descubiertas en otro. Cuando yo era joven, pocas chicas hablaban de sus pulsiones más profundas, sino de temas superficiales. Yo lo hice, de algún modo. Ahora mi hija conoce a varias chicas cuyas situaciones son difíciles, pero con internet pueden recibir apoyo. Los social media permiten a esas chicas tener una voz y eso es algo bueno en sus vidas. Antes, solo las más seguras de ellas mismas, las más brillantes o las más suertudas podían publicar sus historias. Ahora, puede todo el mundo”.

Ainhoa Rebolledo.
Ainhoa Rebolledo.

 5.- Entonces, ¿un nuevo modelo o no?

 Isabel Sucunza: “Existe, pero creo que es una de las cosas que no perdurará, quiero decir, seguirá existiendo, pero unos libros 'femeninos' irán sucediendo a otros. La mirada extremadamente femenina -o reducida a lo femenino- no es una mirada universal, que es lo que perdura normalmente, igual que no lo es una mirada extremadamente masculina. Ahora estoy pensando en Edith Wharton: escribía a principios del siglo XX y su mirada, hasta sus protagonistas (que eran señoras), no se correspondían con el cliché femenino de la época”.

 Ainhoa Rebolledo: “No conozco muchos blogs de escritoras confesionales. Quizás michochosinti o yofollecontigo, (que me parecen horribles, por cierto) sean confesionales pero considero que son confesionales de mentira, no tienen la inocencia que tenía la sección de testimonios del Nuevo Vale. Parece ser que en el siglo XXI sólo se pueden confesar cosas en materia de sexo”.

 Inés Acevedo: “Sí, hay un estereotipo y es muy simple. Se trata de una mujer que está muy ocupada, puede ser por su profesión o por su rol de ama de casa y cuidar a los niños. Como su vida es complicada, encuentra en la escritura un escape. La vida, aquello que no le da tiempo a “dedicarse a escribir una novela” es lo que la empuja a escribir aquellos textos cortos e instantáneos sobre “la vida que no le da tiempo a escribir otra cosa que sobre su vida”.

 Dolly Freed: “Sí, como te decía, los hombres ya no son los que controlan la información pública. Todo es ahora más emocionante para las escritoras”.

6.- ¿Superado, al fin, el lector potencial por género?

 Isabel Sucunza: “Sí: esa es la clave. Si la obra tiene valor literario, da lo mismo que la haya escrito un señor, una señora, que hable de la maternidad o que hable de un señor perdido en la selva”.

Ainhoa Rebolledo: “Normalmente se asociaba un lector enfocado al público femenino, que, por otro lado, es el mayoritario. Pero no creo que sea así. Por un lado, porque quizás los temas y enfoques son cada vez más parecidos, pero por otro por el lector voyeur y por el valor literario de las obras que no requieren ningún tipo de discriminación positiva o etiquetado”.

 Inés Acevedo: “Creo que es una vieja diferencia y continúa igual. No creo que se haya actualizado en las mujeres, sí más bien en los hombres, que se han sensibilizado muchísimo si comparamos a nuestros padres y abuelos con personas de 20 o 30. Sin embargo hay una sensibilidad diferente de las mujeres que es estar atentas a todo y a todos y querer analizar las conductas de la gente. A las mujeres nos gusta rumiar, o sea masticar una idea, y frecuentemente nos imaginamos que estamos hablando con alguien y qué le vamos a decir o qué le hubiéramos dicho… tenemos más fantasías. Las mujeres pensamos más en el futuro y queremos saber qué va a pasar y cómo ocurrirá. Estamos pendientes del tiempo, nos importan las fechas, los aniversarios. Nos gusta conectar todo y hacer historias con eso. Si ves pasar un hombre y una mujer por la calle y mirás su cara, podés ver que el hombre camina tranquilo, sin embargo la mujer tiene la cara cruzada por variados pensamientos, muchas preocupaciones están pasando por su cabeza”.

Luna Miguel
Luna Miguel

7.- Por qué escribes es una pregunta que da pereza… Otra: ¿por qué escribes sobre ti?

 Isabel Sucunza: “El hecho de trabajar en una tienda de ropa me estaba provocando ser una yo tan diferente a la que era que tuve que empezar a escribir cada noche, cuando llegaba a casa reventada después de 10 horas de trabajo, para no perderme de vista del todo, creo”.

 Ainhoa Rebolledo: “Escribo sobre mí misma (recuerdos reales o inventados) desde que asumí lo difícil que es crear ficción, con sus diálogos, sus personajes, sus tramas… Los dos libros que he escrito han sido autoficciones medio inventadas: Mari Klinski: la historia de mi vida a partir de mis bicicletas y la Antropología de la noche madrileña: mis recuerdos y amores de los bares de Madrid”.

Inés Acevedo: “En el caso de la autobiografía no me animé, me animaron dos amigos a escribirla para presentarla a un concurso. Cuando tuve que decidir publicarla dudé bastante. El hecho de ser huérfana, que mis padres jamás la leerían me ayudó mucho. Si ellos estuvieran vivos, quién sabe, me habría dado vergüenza. En cuanto a mi blog, si bien lo firmo con mi nombre, no conozco a mis lectores. Resuelvo la vergüenza escribiendo mucho, todos los días.Si hoy me da vergüenza algo que escribí, pronto nadie lo leerá, porque las cosas nuevas harán que ese post vaya quedando cada vez más abajo hasta desaparecer. La vergüenza es más bien el motor de la escritura”.

 Dolly Freed: “Soy profesora. La escritura es parte de lo que enseño. Toda mi vida he odiado la gente que no comparte su entusiasmo. Tan pronto como aprendí las letras y los colores, se los enseñé a mi hermano. Tan pronto como viví, escribí un libro sobre ello. Veía que mi padre y yo estábamos haciendo algo especial, y pensé que la razón por la que mucha gente es así de miserable es porque no sabe que podría vivir una vida feliz sin dinero. Quería compartir eso. Por ejemplo, ahora estoy empezando un libro de cocina porque me encanta cocinar y soy buena en ello. Quiero compartir siempre mis experiencias”.

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