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OPINIÓN
Columna
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Ideas

David Trueba

Todos los articulistas tenemos un lector favorito. El mío es una señora de un pueblo de Teruel a la que llamamos La Feli. Su reacción ante los estímulos mediáticos es la que utilizamos para tomarle la temperatura al pueblo. Nos ahorramos así las consultas demoscópicas y el desconcierto personal. Ante la acumulación en estas semanas de sobres con sobresueldos en el partido gobernante, cuentas en Suiza de su tesorero, falsos ERE andaluces, articulistas fantasma de la Fundación Ideas, cruzadas imposturas del Instituto Noos, la urgencia similar en privatizar el sistema de salud que en comprar al peso un ático en Marbella, los cursos inexistentes para desempleados de la Academia Pallerols, las ITV y ciertos negocios exclusivos a cuenta de hospitales catalanes y hasta la foto ficticia de Hugo Chávez intubado, La Feli ha vuelto a dar en el clavo al exclamar: “¿Pero será verdad tanta mentira?”

Esta pregunta contiene al español medio. Que si de natural ya tiende a escéptico, los últimos acontecimientos le obligan a salir con escafandra a la calle. Lástima que no exista una máquina de detectar billetes falsos aplicable a la realidad. Pasas un suceso por la maquinita y lo devuelves por tratarse de una falsificación. Cuando escuchamos la comparecencia de la ministra de Trabajo, con su agilidad dialéctica tan similar a la de un caracol en el salto de vallas, en lugar de tranquilizarnos frente a los espeluznantes datos del paro, tenemos una sensación de impostura. Esto no nos está pasando, ¿verdad? La reforma laboral es en realidad una reforma del desempleo, porque va a lograr que salte por los aires nuestro sistema de refugio social empujándonos de nuevo a la pesadilla de Darwin.

Las fundaciones de los partidos tienen la misión de buscar ideas. Las llaman tanques de pensamiento, en un oxímoron tan deleznable como preciso. La FAES, por ejemplo, paga tan bien las conferencias que hay profesores que se inventan conclusiones conservadoras a sus teorías solo para poder renovar el lavavajillas en casa. Tonteábamos con la realidad virtual y aterrizamos en Estafalandia. Lo peor es que nos hemos acostumbrado a llamar ideas a las mentiras. Una idea aspira a conocer la realidad. La mentira, a ocultarla en beneficio propio. Necesitamos con urgencia ideas. Cambiamos una buena por mil mentiras.

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