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Tragedia de familia con detective

Tana French mezcla drama social, historia de amor y novela negra en ‘Faithful Place’

Jacinto Antón
La novelista y actriz Tana French, retratada el jueves en Dublín.
La novelista y actriz Tana French, retratada el jueves en Dublín.Kim Haughton

En realidad, todas las familias infelices se parecen. Se llamen Oblonsky o Mackey. Vivan en Moscú o en el Dublín de novela negra de Tana French por el que paseamos el otro día varios húmedos periodistas, cabizbajos bajo la llovizna. El itinerario promocional —tipo Bloomsday pero aquí Bloodday— de la nueva novela de la autora, Faithful Place (RBA), al que ella, embarazada de seis meses, comprensiblemente no se sumó, incluyó lugares tan variopintos como la sede de Homicidios de la policía en el castillo de la ciudad, el distrito de casas de ladrillo rojo de Liberties (el barrio central de la historia y sus crímenes), la catedral de San Patricio o el minúsculo pero famoso establecimiento Burdock’s en Werburgh Street —el mejor fish & chips del mundo, según French—, por el que han pasado hasta Bono, Gilbert O’Sullivan y el futbolista Tony Cascarino.

Afortunadamente, el recorrido no nos llevó a esos otros escenarios de la novela que son el Depósito de Cadáveres Municipal y la siniestra casa abandonada del número 16 de la calle de Faithful Place, donde aparecen mordisqueados por las ratas los restos de una (ya no tan) bonita chica que desatan la acción de la historia. Una historia triste, desgarradora, de ilusiones y oportunidades perdidas, de vidas rotas, de amores y odios, de violencia, de alcoholismo, de reproches y de vergüenza. Una historia que te pone al borde de las lágrimas con el corazón en un puño. Sobre todo, pese a estar trenzada con mimbres de relato policiaco, una historia de familia. Modelo Karamazov más que Trapp, desde luego.

Al entrevistarla en un hotel de Dublín le pregunto a la autora —que domina la situación con sus ojos grises y el aplomo de la actriz que (también) es— si se imagina lo que supone la lectura de Faithful Place para los que no hemos tenido una infancia precisamente ideal. “Varias personas me lo han comentado, se reconocen en algunos aspectos y les duele. Espero que en última instancia el resultado sea bueno. Mi propia infancia fue muy feliz y me hace sentir un poco atrevida haber escrito un libro así, espero ser justa. Las familias... oh, sí, soy consciente de lo afortunada que he sido. Lo que me interesaba era mostrar cuánto te afecta tu niñez, cómo define la manera en que ves el mundo y el cómo te ves a ti mismo. Frank, el protagonista, el detective, se ha obstinado toda la vida en no ser como su terrible padre, pero da igual: ese no querer ser así es precisamente lo que le condiciona y le define. Solo al volver después de tantos años a enfrentarse a la familia empieza a liberarse de ella, regresar al núcleo de su conflicto es precisamente su salvación”. Para no haberlo vivido, parece saber muy bien de lo que habla. “Me importaba mucho no caer en el cliché, que todo sonara verdadero. En ese sentido trabajo en la literatura como en el escenario, soy escritora como soy actriz: empatizo con otras vidas, aunque sean muy distintas a la mía. Novelar requiere la misma destreza que actuar”.

Faithful Place está escrita en primera persona. El narrador es Frank Mackey, agente de Operaciones Encubiertas, cuya vida está marcada por la necesidad de alejarse de sus padres (especialmente ese progenitor que te hace pensar que ojalá muriera atragantado con pescado crudo como el padre de Seán O’Casey), y hermanos, y la lamentable circunstancia de que su novia, la pelirroja Rosie, le dejó en la estacada una noche de 1985 cuando iban a fugarse juntos del barrio para tomar el ferry de Dún Laoghaire y huir de una vida sin esperanza. Veintidós años después, en un Dublín al que asoma la crisis, con esa espina del abandono clavada aún en el corazón, descubre que Rosie no le plantó, sino que aquella misma noche... la asesinaron. Imaginen lo que tiene que rebobinar el tipo, por no hablar de buscar al asesino.

Los protagonistas de las novelas de French (Vermont, EE UU, 1973, aunque considera Dublín su hogar) sufren esas experiencias tan cruciales. ¿Es por eso que no tiene un detective central como otros autores del género? “Así es, no puedo escribir seis novelas con el mismo protagonista en esas tremendas encrucijadas: no sería creíble, eso no te pasa más que una vez en la vida real”.

Tana French, a la que halaga que le compare Faithful Place con Mystic River, considera que los detectives son personajes perfectos para una novela. “Lo son porque tratan de asuntos como la verdad, la mentira, la justicia, la vida y la muerte; eso son grandes cosas. Puedes llevarlos a los límites y lo mejor es cuando se derrumban las paredes que hay entre su vida profesional y su vida privada y ambas se mezclan y se transforman”. French opina que la diferencia fundamental entre los detectives de verdad y los de ficción es que los primeros mantienen en general muy bien separado lo laboral de lo personal. “Pero eso no es muy interesante, lo interesante es lo frágil, lo poroso”.

En su primera novela, El silencio del bosque, con ecos de druidismo y sacrificios paganos, mostraba su gusto por los elementos fantásticos. “Sí, Faithful Place tiene muchos menos. Lo define el argumento y el protagonista”. Bueno, está esa casa abandonada, pelín Stephen King. “¿En serio?, ¡me encanta Stephen King, es un genio!”, exclama la autora lanzando los pulgares arriba. La casa del número 16... “Todo el mundo conoce un sitio extraño donde se rompen las reglas. Un lugar que no entendemos del todo”.

El mismo entusiasmo despierta en French la mención de Tennessee Williams que se refleja en los perdedores Mackey y sus no menos deprimentes vecinos. “Me hubiera encantado, pero no lo he interpretado nunca”. El alcoholismo... “Es propio de la gente que se siente atrapada en sus vidas, son conscientes de que podrían haber hecho otras cosas y luego ya es tarde”.

En Faithful Place hay una preciosa y arrebatadora historia romántica. “Es la del primer amor y de la idealización de no saber qué hubiera pasado”. En esa historia se refugia parte de lo más duro de la extraordinaria novela mientras vuelve a la calle y a la lluvia, y las sombras de los amantes se alargan en los muros mojados del Trinity College bajo la mirada enternecida de la estatua de Molly Malone. Camino de casa.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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