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CRÍTICA DE 'EL CORAZÓN DEL ROBLE'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Danza de dragones

La fantasía heroica del filme no encarna un pasado mítico, sino un porvenir en el que la magia ocupa el terreno de la tecnología

Con Dragón Hill: la colina del dragón (2002), merecedora del Goya a la mejor película de animación, el director Ángel Izquierdo y el guionista y animador Antonio Zurera crearon un universo propio que alentó la realización de una posterior secuela —El cubo mágico (2006)—. Con El corazón del roble, todo el imaginario de ese mundo encrucijada, habitado por dragones, elfos y algunos personajes humanos, abandona el territorio híbrido entre la técnica tradicional y las incrustaciones de síntesis para migrar al universo de la animación digital, con resultados más posibilistas que deslumbrantes.

Como en una versión para niños de la saga de La tierra moribunda de Jack Vance, el mundo de fantasía heroica de El corazón del roble no encarna un pasado mítico, sino un porvenir, tras el cambio climático, donde la magia ha ocupado el terreno de la tecnología. Es, pues, un microcosmos donde todo puede tener lugar, como el fortuito encuentro entre el élfico guardián del bosque y una pareja de torpes extraterrestres que proporcionan los mejores apuntes cómicos de una propuesta no exenta de carisma, pero sí de una apuesta de producción que no dejara tan a la vista la distancia entre este trabajo y las últimas muestras de fuerza —más que de excelencia— de la animación nacional.

EL CORAZÓN DEL ROBLE

Dirección: Ángel Izquierdo y Ricardo Ramón.

Género: animación y fantasía. España, 2012.

Duración: 80 minutos.

La película de Izquierdo tiene su mejor secuencia en el viaje onírico / astral del abuelo dragón, pero parece necesitada de aspirar aire cada vez que se enfrenta a sus momentos de acción. El corazón del roble puede seducir al espectador infantil que no cuestione la escasa fluidez de su lenguaje animado y puede irritar a todo acompañante adulto, por el plomizo empeño ejemplarizante de algunos de sus diálogos orientados a fomentar la lectura o a elaborar toscos discursos sobre la sensibilidad de género. Para muestra, un botón: “El valor que requiere ser padre sólo puede ser superado por una cosa: ser madre”.

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