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En la alfombra roja, sé fiel y mira bien con quién

Destacaron los diseños de Calvin Klein para Jessica Chastain y Anne Hathaway vestida de Chanel Los hombres apostaron, sobre todo, por confecciones de Giorgio Armani

Eugenia de la Torriente
La actriz Jessica Chastain en la alfombra roja de los Globos de Oro.
La actriz Jessica Chastain en la alfombra roja de los Globos de Oro.Mario Anzuoni (Reuters)

Que la alfombra roja es una pasarela cada vez más competitiva quedó demostrado por la cantidad de creaciones realizadas específicamente para la ocasión que se vieron el domingo por la noche en los Globos de Oro. Las actrices y las marcas juegan esta clase de partidos con la entrega y exigencia de las citas ribeteadas por una gran rivalidad y, en cada edición, profundizan más en la relación que las une. Especialmente en lo que respecta a mujeres que hoy logran esa rara y efímera alquimia de encandilar igual a los seguidores del cine y de la moda. Las apariciones en la gala de Jessica Chastain o Anne Hathaway, ganadoras de sendos premios, explican bien cómo funcionan hoy las relaciones de moda y cine en la cima de la pirámide. Chastain soñó con un vestido en color “espuma de mar” y Calvin Klein se lo confeccionó. También de alta costura y específico era el diseño de Givenchy para Amanda Seyfried. Para su compañera de reparto, Anne Hathaway, Chanel buscó en su archivo y le ofreció una revisión a medida de un modelo de alta costura primavera/verano 2009, una colección completamente blanca y una de las mejores que Karl Lagerfeld ha firmado para la casa. Rachel Weisz o Julia Louis-Dreyfus le añadieron la coletilla “a medida” a sus trajes de Louis Vuitton y Vera Wang.

Hace 23 años, una mujer que entonces conciliaba los a veces irreconciliables criterios del cine y la moda también recogió un Globo de Oro. Se llamaba Julia Roberts y llevaba un traje masculino con chaleco, corbata y el pelo revuelto. En los años 90, las actrices rechazaban involucrarse demasiado en la moda ya que temían que eso les restara credibilidad. De hecho, ese es uno de los motivos que explicaron el auge de las supermodelos: ante la negativa de las actrices a jugar en la cancha de la moda, esta tuvo que fabricarse sus propias estrellas. La distancia que media entre aquella chica espontánea y un poco grotesca y las superproducciones estilísticas que anoche se vieron es el mejor indicador de cuánto han cambiado las cosas y hasta qué punto es hoy sofisticada la relación entre moda y cine.

Los vestidos, zapatos, maquillajes, peinados, bolsos y joyas que ayer se vieron en Los Ángeles serán auscultados, comparados y escrutados hasta el agotamiento. Las actrices saben que este escaparate es una oportunidad comercial. Para ellas tanto como para las marcas. Marion Cotillard y Jennifer Lawrence fueron fieles a la casa Dior, a la que están vinculadas, y esta les correspondió con diseños de alta costura en naranja y coral de escote palabra de honor -¿acaso demasiado parecidos?-firmados por su nuevo diseñador, el belga Raf Simons. Con un solo traje, Amy Adams cumplió con varias cuotas recurrentes: tonos maquillaje, formas de sirena y, sobre todo, la etiqueta Marchesa, firma que dirige Georgina Chapman, la mujer de Harvey Weinstein.

También es cierto que los pactos entre moda y cine pueden tener un espíritu más personal. Lena Dunham ganó el premio a la mejor serie de comedia por Girls con un diseño color chocolate de Zac Posen, un compañero de escuela seis años mayor que ella que en alguna ocasión le hizo de canguro. Aunque pocos acuerdos son tan productivos como el que Julianne Moore mantiene con Tom Ford. Protagonista de la primera película del diseñador, la actriz fue también la primera en llevar un vestido de mujer del creador tras su salida de Gucci. Fue en 2009, precisamente, para celebrar el estreno de Un hombre soltero. Anoche, el vínculo volvió a brillar con un sobrio traje en blanco y negro que colocó a Moore entre las más elegantes del evento y demostró que pocos funcionan tan bien en estos trances como el estadounidense.

Por extraño que suene hablar de fidelidad en una alfombra roja, siempre se puede contar con que el rojo y el negro contarán con adhesiones y con que Jennifer López pondrá la nota excesiva en la velada. El catálogo de modelos transparentes, serpenteantes y ajustados de la cantante y actriz se amplió anoche con un diseño de Zuhair Murad que exigía de un ojo avezado para diferenciarlo del que ella misma lució en los Oscar.

En realidad, son los hombres quienes con más apego y lealtad se aferran a sus diseñadores de cabecera para estas citas. Giorgio Armani vistió a 19 invitados y 15 de ellos eran hombres. Es posible que el traje de lentejuelas azules de Jodie Foster quedara eclipsado por su discurso de agradecimiento, pero -como casi siempre- era de Armani. Lo mismo ocurría con el esmoquin de George Clooney, Richard Gere, Mark Whalberg, Mel Gibson o Denzel Washington. Hasta 15 de los caballeros optaron por Hugo Boss, de Eddie Redmayne a Jeff Quaid, pasando por Don Cheadle o Kevin Costner. Los dos últimos, como Steven Spielberg (de Tom Ford) o Robert Pattinson (de Gucci), fueron de los pocos que aparcaron la pajarita en favor de una corbata. Hay que demostrar una obstinada adhesión al código para que eso sea noticia. Aunque casi todos estos trajes estaban hechos a medida, en el campo masculino estamos lejos de ver un pacto de intereses semejante al que reina entre la industria de la moda y sus colegas femeninas.

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