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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Degeneración

David Trueba

El éxito económico de China transmite un ejemplo demoledor a las democracias europeas. Carentes de un liderazgo intelectual respetable, los contables imponen sus recetas mágicas. A menos derechos laborales y menor obsesión por la calidad, más beneficios. Y la verdad, la ecuación es incontestable. Pero no está de más ver cómo comienza a caer una lluvia fina de reclamaciones de derechos en el imperio asiático. Estos días ha llegado el eco de pequeñas protestas contra la censura en los medios, habituada a levantar artículos críticos y sustituirlos por loas al partido único gobernante. Con esa estrategia mediática todo resulta más fácil, claro.

A Enrique Meneses, un reportero admirado, Georgina Cisquella lo retrató en un documental llamado Oxígeno para vivir, donde se le veía enganchado a la bombona respiratoria después de décadas de encontrar el aliento en sus dos paquetes de Ducados. Con una vocación firme de informador y no de estrella, tras conocer por dentro todas las empresas periodísticas donde poder colocar su curiosidad profesional inagotable, era asombroso que Meneses aún tuviera ánimos para levantar una pequeña televisión casera, donde la mesa camilla quería volar por el mundo y no ensañarse con la víscera del famoso sin causa.

La página se llama Utopía tv y allí colgaba sus encuentros caseros y las conversaciones sobre el oficio del reportero, quizá el más castigado por la crisis de los medios informativos, hundido mientras las televisiones comerciales acaparan el pastel publicitario. Para Meneses, incluso en la precariedad, las ideas estaban antes que el dinero y en su ecuación, totalmente opuesta a la dominante, la información no era el relleno sino la causa original de la prensa. Los periodistas se están convirtiendo cada vez más en algo parecido a los escritores o pintores, que se ven obligados a reivindicar los ejemplos que dignifican el oficio por encima de su éxito o su relevancia social. Sienten que el océano agitado se traga las verdaderas joyas sin permitir que nos adornen. Son especie protegida que se manifiesta ante la extinción de la raza. Esa reivindicación aún tiene que crecer para invertir la fuerza degeneradora y alcanzar al consumidor, motor de supervivencia de cualquier empresa. Si no, del periodismo solo se hablará en las necrológicas.

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