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opinión
Columna
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David Trueba

Increíble suceso: el Gobierno ha cumplido una de sus promesas electorales. Laminada la promesa de subir las pensiones no quedaba ya más, como decían los chistes, que Rajoy se casara en matrimonio gay y aprobara la eutanasia. Pues no, una promesa se ha cumplido: eliminar el canon digital. Es una medida popular, elimina una tirita que no curaba un hachazo y nunca fue entendida por los ciudadanos. Pero en su contundencia hueca, más bien se suma al fustigamiento de ese gremio descarriado de los artistas, al que se lleva invitando a callar de modo bastante evidente, para que jamás vuelva a involucrarse en el discurso público, salvo si es para repartir juguetes a los niños pobres, como en los felices años de don Cesáreo González.

Poco importa que ahora todos los españoles tengan que pagar una cantidad fijada en criterios surrealistas, según el supuesto conocimiento preciso de lo que se está robando en cada terminal. Las empresas importadoras de electrónica están felices, porque les eliminaron la pequeña tasa que ellos revertían sobre el comprador, y si no bajaron los precios fue porque alguien apagó la alarma social. Es un asunto complejo donde la justicia reflexiva ha vuelto a perecer frente a la intoxicación. Pero el feliz cumplimiento del Gobierno de una promesa electoral merece un convite, casi una macrofiesta. España necesita alegrías, por favor, no nos las ahorren.

Puede que la oposición, hecha polvo y sin destino, esté desaprovechando la ocasión de aprender de una vez por todas cómo se gobierna. No importan las encuestas ni el ruido de la calle, el dolor se reconoce pero no es una prioridad paliarlo. Aunque el plan reformista estaba diseñado para periodo de bonanza económica, se aplica ahora en la debacle con la misma contumacia. Se pone en marcha una reforma laboral para abaratar los despidos que tú lideras con el vaciado de las empresas públicas. Y algo ejemplar: si el más alto tribunal te dice que es inconstitucional subvencionar a las escuelas que segregan por sexos, redactas una ley de urgencia y garantizas esa subvención caiga quien caiga. Eso es gobernar. Y si el resto de partidos no lo aprende, serán para siempre lo que son, paréntesis fallidos en la natural alternancia electoral.

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