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“Solo un ideal fuerte, como el comunismo, podrá salvarnos”

El filósofo italiano Gianni Vattimo presenta 'Comunismo hermenéutico, de Heidegger a Marx' El libro está escrito a cuatro manos con Santiago Zabala

El filósofo italiano Gianni Vattimo.
El filósofo italiano Gianni Vattimo. Marcel·lí Saènz

Una defensa del comunismo leninista parece un anacronismo. Quien la aborda es el pensador italiano Gianni Vattimo (Turín, 1936), filósofo y eurodiputado, creador de la expresión pensamiento débil y su máximo representante. Lo hace en su último libro, Comunismo hermenéutico, de Heidegger a Marx (Editorial Herder), escrito conjuntamente con el profesor Santiago Zabala.

Pregunta. Sostiene que no pocos filósofos actúan hoy como lacayos del capitalismo.

Respuesta. Bueno, servidores. En realidad hay una relación recíproca entre los filósofos llamados metafísicos y la estructuras de la sociedad autoritaria. Lo que critico especialmente es el cientificismo, el sometimiento a la ciencia. No es que no me guste la ciencia, lo que no me gusta es su pretensión de describir exactamente lo que pasa. En la economía, por ejemplo. Lo que está pasando en Italia, en Europa, se basa en una concepción de la ciencia económica bastante autoritaria. Se prescinde de los políticos porque tienen ideas diferentes y se deja a los técnicos, que se supone que son neutrales. Pero esa pretensión de neutralidad es una defensa del poder establecido. A nosotros, los hermenéuticos, nos dicen que seamos más realistas. Pero la realidad no habla por sí misma. La realidad es descrita por alguien y sabemos que se llega a ella con esquemas a priori. Esto viene de antiguo: Platón, las ideas, las esencias. Hasta Husserl. Marx decía que los filósofos habían intentado comprender el mundo, pero que el asunto era cambiarlo. Yo creo que los filósofos han pretendido determinar el mundo y que se trata de interpretarlo. Para cambiar el mundo hay que tomar conciencia de que todas nuestras formas de describirlo son interpretativas. Esto nos protege de los técnicos.

P. En España eso de que solo hay una forma de hacer las cosas no lo dicen los técnicos, lo dice el presidente del Gobierno.

R. En Italia se da una gran anomalía. El gobierno no está formado por políticos electos sino por técnicos llamados por el presidente de la República para salvar la economía. De momento no la están salvando. Esta pretensión de neutralidad es muy peligrosa. Las decisiones son dictadas por un saber que no es objetivo. Los economistas han cometido muchos errores. Tienen tendencia a salvar el orden establecido a cualquier precio. Ahí está el apoyo del gobierno a los bancos. No es seguro que la salud de los bancos sea lo mismo que la salud de los ciudadanos. Esto perjudica sobre todo a los débiles. De ahí que insista en que la alternativa se da en los márgenes de la sociedad, los débiles. El pensamiento débil es un pensamiento de los débiles.

P. Si no hay interpretaciones predominantes, ¿por qué ha de serlo la de los débiles?

R. Eso es como preguntar por qué hay que estar a favor de la caridad y no de la verdad. Quizás porque pensamos en el otro. Y no necesito saber ni qué es la caridad ni qué es el otro. Basta con saber que me interesa. Además, los débiles son más y yo soy débil. El cambio lo impulsan los que no están bien: los pobres, los oprimidos. El cambio no tiene por qué ser mejor, pero el mantenimiento de lo que hay implica una clausura del futuro. Hay una motivación ontológico-cristiana: por un lado, los oprimidos intentando cambiar las cosas; por el otro, el hecho de que los débiles son más. Eso es la democracia.

P. Un líder de la izquierda ha dicho que no quiere caridad ni solidaridad sino justicia social.

R. La idea de justicia es problemática. Creo menos en la justicia que en la lucha de clases. Es difícil decidir lo que es justo porque siempre hay intereses, implicaciones personales. Imagino una sociedad de intérpretes como llena de diálogos, conversaciones, para sobrevivir. Hay que aceptar que soy una parte de ese diálogo, de lo contrario sería Dios. Decimos que hemos encontrado la verdad cuando nos hemos puesto de acuerdo, no es que nos pongamos de acuerdo porque hemos encontrado la verdad. Eso significa que la paz social se basa en la negociación, no en la lucha armada.

R. Usted toma la frase de Heidegger “sólo Dios puede salvarnos” y cambia Dios por “el comunismo”.

R. Decir, como Heidegger, que solo Dios puede salvarnos es una manifestación de desesperación. Sólo queda ir a Lourdes. Que sólo el comunismo puede salvarnos significa que no tenemos ya un ideal político que nos lleve a las urnas. ¿Por qué se va a votar? ¿Para salvar el libre mercado? No sé si alguien decide salir de casa en un día de lluvia para votar y salvar el libre mercado. Por eso lo del comunismo: solo un ideal fuerte, en el sentido igualitario, democrático, es un ideal posible. Comunismo en el sentido de Lenin, es decir, electrificación y soviets. O sea: desarrollo y asambleas lo más democráticas posibles. El mercado libre no puede ser un ideal. Quizás el desarrollo, pero ¿qué desarrollo?: ¿el que pide los sacrificios que pide el gobierno? Lo justifican con el desarrollo, pero nos matan con esto. El comunismo tiene mala prensa, pero vivimos en una sociedad donde crece la abstención, la gente no cree en los políticos, ¿qué se puede proponer? La izquierda se contentó con pequeñas reformas. Yo propongo una oposición fuerte que limite la fuerza de la derecha. Los partidos socialistas se han acostumbrado a ser fuerzas de gobierno y eso los mata. Pierden su electorado al comprometerse con los poderosos.

P. Ejemplos positivos de ese comunismo: Chaves y Evo Morales y, con algunas dudas, Fidel Castro.

R. Es una elección a conciencia. Chaves y Morales han creado un nuevo mercado, un nuevo sistema, que es una alternancia. Algo muy diferente a lo que hay en Occidente. Venezuela y Bolivia respetan las elecciones democráticas, crecen por encima de Europa y Estados Unidos y suponen un apoyo a las gentes que quieren un cambio en un sistema neoliberal que a nadie gusta. Hay un cambio posible. Elegir el comunismo es una consecuencia de no seguir el camino de la ciencia. Hoy la ciencia se ha convertido en un factor de mantenimiento del poder. Hay más medicamentos para combatir la obesidad que para combatir la malaria, porque la malaria es una enfermedad de los pueblos pobres.

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