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CRÍTICA: 'OPERACIÓN E'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El cachorro de la guerrilla

Un Tosar completamente transmutado en campesino colombiano en otro de sus espectaculares trabajos de composición

Imagen del filme 'Operación E'.
Imagen del filme 'Operación E'.

En las primeras imágenes de Operación E, Luis Tosar habla a un interlocutor en escorzo, bajo una luz de interrogatorio: un Tosar completamente transmutado en campesino colombiano en otro de sus espectaculares trabajos de composición. No es solo una cuestión de acento: es una transformación orgánica, que determina una mirada tocada por la dignidad moral del vencido, un lenguaje corporal que habla de integridad y supervivencia, aunque el compromiso afectivo del personaje por los suyos —y por el desvalido y enfermo bebé que, en el curso de la trama, se verá impelido a proteger— conviva con las labores propias del peón en el entramado del narcotráfico. El juego interpretativo de Tosar corre siempre el riesgo de que admiremos antes la composición que al personaje, pero aquí logra hacer invisible el esfuerzo y el espectador ve antes a José Crisanto que al actor que no maneja sus hilos, sino que ha encontrado el secreto de su respiración.

Operación E

Dirección: Miguel Courtois. Intérpretes: Luis Tosar, Marina García, Gilberto Ramírez, Sigifredo Vega, Farruco Castromán, Humberto Rivera, Rodolfo Silva. Género: Thriller. España-Francia, 2012. Duración: 108 minutos.

En Operación E, Miguel Courtois habla de los daños colaterales del pulso entre las FARC, el gobierno colombiano y la problemática complicidad venezolana a través de la odisea de una familia de campesinos a cuyo cargo ha caído el hijo de una secuestrada por la guerrilla. Después de El lobo (2004) y GAL (2006), uno no espera sutileza, ni complejidad a la hora de desvelar claroscuros políticos en una película de Miguel Courtois y este caso no es una excepción, pero Operación E tiene algún que otro as en la manga.

El plano secuencia que, tras la escena introductoria, describe un enfrentamiento entre el ejército y la guerrilla, mientras el nacimiento del bebé ocurre en fuera de campo, proporciona un buen recital de fuerza estilística que Courtois podría haber convertido en clave estética de una propuesta que, en lo sucesivo, apuesta por registros mucho más convencionales. El asesinato de un funcionario, también en fuera de campo, filmado con teleobjetivo desde el exterior de la casa, es otro hallazgo que permite fantasear con la película posible que hubiese surgido de la armonía entre el poderío interpretativo de Luis Tosar y una mayor tensión ortográfica.

Operación E toma la decisión de no resolver el problema de su propia identidad: es decir, decide no formularse la pregunta de si quiere ser (o no) una película política, convirtiendo su problemático telón de fondo en mero papel pintado sobre el que se desarrollará el viacrucis dramático de su héroe a la fuerza. La película parte de una historia real, pero su desarrollo acaba siendo tan previsible que uno piensa antes en las mecánicas convencionales de la estructura de guion que en un intenso diálogo con la realidad.

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