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CRÍTICA: 'ASTÉRIX Y OBÉLIX AL SERVICIO DE SU MAJESTAD'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Galos ‘brit-pop’

Dirigida por Laurent Tirard, la película funde la acción de dos álbumes consecutivos para devaluar su juego de anacronismos y prejuicios culturales, libres de agresividad

La presencia en el reparto de esta película de nombres tan cegadores del star-system galo como Gérard Depardieu —la única constante en la franquicia—, Catherine Deneuve, Jean Rochefort y Fabrice Luchini da fe de que los personajes creados en 1959 por René Goscinny y Albert Uderzo son una gloria nacional a cuyo poderío casi nadie sabe negarse. Por desgracia, Astérix y Obélix al Servicio de su Majestad también da fe de otra cosa: llevar a esos iconos a un cine de imagen real con vitaminas de síntesis no fue, nunca, una buena idea, pero esta cuarta entrega de la saga —donde el protagonista adquiere un nuevo rostro: el de Edouard Baer— lo deja claro incluso para quienes tuvimos alguna debilidad —más relacionada con la nostalgia de lector que con el goce de espectador— ante alguna de las películas precedentes.

ASTÉRIX Y OBÉLIX AL SERVICIO DE SU MAJESTAD

Dirección: Laurent Tirard.

Intérpretes: Edouard Baer, Gérard Depardieu, Catherine Deneuve.

Género: comedia. Francia, 2012.

Duración: 110 minutos.

Dirigida por Laurent Tirard —que había llevado otra creación de Goscinny en El pequeño Nicolás (2009) tras pasar, sin mucha delicadeza, por Las aventuras amorosas del joven Molière (2007)—, la película funde la acción de dos álbumes consecutivos —Astérix en Bretaña (1966) y Astérix y los normandos" (1967)— para devaluar su juego de anacronismos y prejuicios culturales, libres de agresividad, en parque temático bufo de cartón piedra, donde todo dardo cómico se desvía de su diana. Astérix en Bretaña ya había sido objeto de una adaptación animada en 1987, bajo la dirección de Pino Van Lamsweerde, quinta película protagonizada por los personajes: las torpezas de su animación posibilista no producían el estupor del presente trabajo, que vulgariza la labor de sus cómicos —lo poco que brilla el talento de Valérie Lemercier es doloroso— y que, en su doblaje español, amplifica la grima de esas forzadas dicciones inglesas que, probablemente, ya figuran en el original.

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