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CRÍTICA DE 'CÉSAR DEBE MORIR'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

De la venganza a la ‘vendetta’

La Roma de Julio César y la Italia de Berlusconi vistas por Paolo y Vittorio Taviani

Javier Ocaña

La Roma de Julio César se hunde por culpa de la tiranía. La Italia de Berlusconi se resquebraja mientras su primer ministro rompe con la separación de poderes. William Shakespeare supo verlo a finales del siglo XVI. Paolo y Vittorio Taviani han sabido intuirlo en los inicios del siglo XXI. “Aquellos que han consumado este hecho son hombres de honor”, clama Antonio, en el texto del bardo, tras el asesinato de César. Hombres de honor, pero asesinos; asesinos, pero hombres de honor; como, a su manera, también lo son buena parte de los intérpretes de esta César debe morir, presos en la cárcel romana de Rebibbia, asesinos de la mafia convertidos en representantes de su propia traición gracias a un gratificante ejercicio de estilo cinematográfico. Una película con la que los hermanos Taviani establecen un continuo juego de capas creativas, como una cebolla en la que siempre cabe una nueva (re)interpretación de Julio César,rompiendo cualquier barrera entre la realidad y la ficción.

CÉSAR DEBE MORIR

Dirección: Paolo y Vittorio Taviani.

Intérpretes: Cosimo Rega, Salvatore Striano, Giovanni Arcuri, Antonio Frasca, Francesco De Masi.

Género: drama. Italia, 2012.

Duración: 76 minutos.

En César debe morir hay numerosos niveles de representación. Está el texto de Shakespeare, adaptado por los presos para su puesta en escena pública en el salón de actos de la cárcel. Están los ensayos, en los que también entran a formar parte sus propias vidas, sus rencillas. Pero también está la cámara de los Taviani, que los filma ensayando a Shakespeare para acabar conformando una película sobre Julio César y, sobre todo, sobre la traición y el destino, sobre sus propios idus de marzo. Y, si miramos más allá, aún queda lo no filmado, la intrahistoria de una película que ha servido incluso para que su protagonista sea indultado y ahora se dedique a la actuación profesional. Insólita, fresca y seguramente imperfecta, pero libre de ataduras académicas, Oso de Oro en Berlín, la película siempre te da una puñalada trapera a tiempo, para que te caigas de la nube, del poder de seducción de sus protagonistas; puñalada en forma de información adicional: traficantes de drogas, miembros de la Cosa Nostra, homicidas condenados a cadena perpetua. Lejos del añejo academicismo de El destino de Nunik (2007), su penúltimo trabajo, los octogenarios Taviani han recuperado buena parte de la garra de sus obras del terruño, de Padre, padrone, de La noche de San Lorenzo, de la pirandelliana Kaos. Han resucitado la venganza shakespeariana para convertirla en vendetta napolitana.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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