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CRÍTICA: 'EN LA MENTE DEL ASESINO'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Crímenes narrativos

Javier Ocaña

En los años inmediatamente posteriores al éxito de El silencio de los corderos (1991) y, sobre todo, de Seven (1995), surgieron todo tipo de thrillers de aspecto presuntamente estiloso donde la principal baza residía en la sistemática, cada vez más insólita, que utilizaban los asesinos en serie protagonistas de la intriga para perpetrar sus crímenes. Guionistas y productores pretendían así ser tan originales que no pocas veces se llegó al absurdo. Al contrario de lo que sí ocurría en aquellos inimitables modelos, lo importante no era la esencia de los personajes, sus motivaciones, su trascendencia moral y su eficacia artística, sino un cada vez más risible modus operandi. ¿Recuerdan engendros como El coleccionista de amantes, El coleccionista de huesos, La hora de la araña, In dreams o Jaque al asesino? Por suerte, con los años, aquella moda se fue al garete.

EN LA MENTE DEL ASESINO

Dirección: Rob Cohen.

Intérpretes: Matthew Fox, Tyler Perry, Edward Burns, Rachel Nichols, Jean Reno.

Género: thriller. EE UU, 2012.

Duración: 102 minutos.

Lo malo es que fue sustituida (en algunos casos casi coincidiendo en el tiempo) por otra aún peor: siguiendo la estela de los extraordinarios finales sorpresa de M. Night Shyamalan en El sexto sentido y El protegido, llegó la sobredosis de thrillers y películas de terror que se sacaban de la manga un desenlace chocante que, muchas veces, más que sorprender, lo que hacían era ir en contra de las leyes de la lógica, de la base del relato y de lo contado hasta entonces. ¿Recuerdan El escondite o Seduciendo a un extraño?

Viene todo esto a cuento (aunque parezca divagación, solo era adelanto de argumentación mediante antecedentes de fondo) por culpa, nunca mejor dicho, del estreno de En la mente del asesino, caprichosa película de Rob Cohen que recupera no una sino las dos modas anteriores, y que se impone por méritos propios como la intriga criminal más infumable que se haya exhibido recientemente en los cines españoles. Todo ello gracias a un guion basado en la novela de uno de aquellos autores que hicieron su agosto a partir de la doble senda de los fuegos artificiales y del embuste del tahúr: James Patterson, autor de El coleccionista de amantes y La hora de la araña.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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