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OPINIÓN
Columna
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Suicidios

Carlos Boyero

Cuando yo era niño la forma de suicidio más practicada en los pueblos era el ahorcamiento, inmolarse al paso de los trenes, lanzarse desde un puente o una azotea. Lo de meterse una sobredosis de pastillas o de caballo era cosa de fuera, demasiado sofisticado, y cortarse las venas sonaba vagamente a rituales griegos y romanos. También recuerdo haber oído a mis afligidos mayores expresar angustiosamente sus predicciones de una tragedia con la frase: “Lo está pasando tan mal que el día menos pensado se tira por la ventana”. Y, por supuesto, existe una mayoritaria y comprensible tendencia por parte de familiares y amigos a ocultar o disfrazar ante los demás que alguien cercano se ha quitado la vida, ese acto de desesperación extrema para el que se necesita valor. Antes, las iglesias le negaban a los compadecibles suicidas el entierro en el camposanto con la mezquina y bárbara convicción de que solo Dios puede darte y quitarte la vida. También era muy popular entre los satisfechos con la existencia la asquerosa certidumbre de que los suicidas eran unos cobardes.

Estas fúnebres reflexiones me las provoca la noticia de que un hombre que iba a ser desahuciado se ahorcó. Cuentan que vivía solo y que no tenía hijos. Al día siguiente, otro señor amenazado por el desahucio, que llevaba cuatro años en paro, besó a uno de sus hijos y se lanzó por el balcón. Le ocurrió lo más horrendo que le puede pasar al que toma esa escalofriante decisión. No se mató. Es probable que quede tullido. ¿Cómo sobrevivir a un suicidio fracasado? Imagino que el desahucio seguirá adelante. Y la sensación de que aunque sigas respirando, sabes que estás acabado, que no sirves ni para suicidarte.

Y son demasiados los que pasan o van a pasar los lunes al sol. Sin haberlo merecido en la inmensa mayoría de los casos. Ojalá que puedan engañarse soñando con las antípodas o creyendo que pueden tener un mañana. Esto canta Chico Buarque en Construção: “Besó a cada hijo suyo como si fuera el único. Flotó por el aire como si fuera un pájaro. Agonizó en medio del paseo público. Murió a contramano entorpeciendo el tráfico”.

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