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Diamantes para la historia

El Museo Thyssen-Bornemisza acoge su primera exposición de joyería. ‘El arte de Cartier’ presenta más de 420 piezas de la colección Cartier

Eugenia de la Torriente
Collar de cocodrilos con 1023 diamantes.
Collar de cocodrilos con 1023 diamantes.Carlos Álvarez (GETTY)

Recortadas en la oscuridad, más de 420 joyas descubren la belleza de sus piedras al tiempo que hablan de la evolución cultural y artística del siglo XX. Con El arte de Cartier, el Museo Thyssen-Bornemisza acoge por primera ver una exposición de joyería. Desde 1984, Cartier se dedica a buscar y comprar las piezas más significativas que sus talleres y diseñadores han creado desde el nacimiento de la firma, en 1847. Una tarea que no tardó en obtener su recompensa: la colección fue objeto de una primera muestra en el Petit Palais de París en 1989 y desde entonces la han acogido en museos como el Británico, el Metropolitan de Nueva York, el Pompidou, el Hermitage o los del Kremlin, en Moscú, entre otros. La colección se detiene ahora por primera vez en España. “Su belleza reside en que a través de ella puedes mostrar la historia de la artesanía, de la innovación técnica, del estilo y los movimientos artísticos del siglo XX. Por eso, todos los museos quieren exponerla”, asegura Bernard Fornas, presidente de Cartier.

“Hay que separar la colección Cartier de la marca”, asegura Guillermo Solana, director artístico del museo madrileño y comisario de la muestra. “Hay tantos precedentes para esta exposición que lo único que se nos podría reprochar por organizarla es llegar demasiado tarde”. Con la exposición dedicada a Mario Testino el museo recibió críticas. Pero también 90.000 visitantes y un público “diferente” al habitual, según la coordinadora de exposiciones Paula Luengo. Algo parecido le sucedió al museo Guggenheim al organizar en 2000 una exposición sobre Giorgio Armani. “Cuando expones a un artista vivo le beneficias comercialmente a él y a su galerista; cuando expones a uno antiguo, al propietario del cuadro. El efecto comercial lateral involuntario está presente en cualquier exposición”, defiende Solana.

Cada una de las muestras que desde 1989 se ha organizado sobre la historia de Cartier ha sido diferente. Y no solo porque la colección crezca. La casa pide a cada museo que plantee su propio argumento a partir de las 1.450 piezas que ahora atesora. La de Madrid se organiza en áreas temáticas y trata de reflejar la evolución desde el estilo neoclásico -que favorecieron el fundador Louis-François Cartier y su hijo Alfred- hasta las oleadas exóticas que incorporaron los tres hijos de Alfred: Louis, Jacques y Pierre. Las panteras y serpientes que la entonces directora creativa Jeanne Toussaint concibió para mujeres tan fieras como ella -Wallis Simpson, Barbara Hutton, María Félix…- en los años cuarenta y cincuenta están muy alejadas de las tiaras estilo guirnalda, con motivos Louis XVI, con las que Cartier sedujo a las monarquías europeas al principio del siglo XX. Por el camino, el mundo cambió. Y, con él, las joyas. Los Ballets Rusos, la modernidad del art déco (palpable en piezas tan tempranas como de 1904) o la fascinación por las culturas china, india o egipcia dejan huella en composiciones que imprimen expresividad a las piedras.

Esta colección es un testimonio privilegiado de la historia de las artes decorativas

“Esta colección es un testimonio privilegiado de la historia de las artes decorativas”, asegura Pascale Milhaud, conservadora de la colección. “Construirla es como un gran puzzle, ahora buscamos las piezas que nos faltan para completarlo”. Los exhaustivos dibujos que se guardan en los archivos de todas las piezas producidas desde 1847 le sirven de guía. También se proyectan en las paredes de la exposición en el Thyssen, que afronta la mayor transformación que sus salas inferiores han conocido hasta la fecha. “Los dibujos de las joyas son un material único y proyectarlas me permitía unir el espacio con las piezas de una forma dinámica y sugerente”, explica Jorge Varela, diseñador de la exposición. “Esos dibujos preparatorios reflejan el extraordinario trabajo artístico de las piezas”, reflexiona Paula Luengo.

Además de las piezas de la colección Cartier, la exposición cuenta con dos préstamos principales. La Casa Real española ha permitido que se muestre una tiara de 1920 que Alfonso XII regaló a Victoria Eugenia; la de Mónaco, que sean expuestas cuatro piezas que pertenecieron a Grace Kelly, entre ellas, su sortija de compromiso (1956). Componen una sección dedicada a clientas célebres en la que se puede admirar, por primera vez, dos piezas recientemente adquiridas por la colección Cartier: un broche con forma de flamenco de 1940 que perteneció a la Duquesa de Windsor y el collar de rubíes y diamantes que Mike Todd le regaló a Elizabeth Taylor en 1951. “Las piezas no son solo un recuerdo de su tiempo”, termina Fornas. “También han sido los primeros testigos de algunas de las más apasionadas historias de amor del siglo XX”.

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