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EL PAÍS SEMANAL

Nuevo asalto de la heredera del Rey

Lisa Marie Presley vuelve a aferrarse a la música para cerrar sus heridas vitales Presenta 'Storm & grace', el tercer album en su carrera musical

Lisa Marie Presley en una imagen promocional de su nuevo disco.
Lisa Marie Presley en una imagen promocional de su nuevo disco.

Tiene una vena junto al ojo que parece una cicatriz, el tobillo tatuado y un rostro extraordinariamente similar al de su padre. La misma mirada de languidez de alcoba, las mismas comisuras de los labios en perpetuo mohín. Aunque quisiera evitarlo, Lisa Marie Presley (Memphis, EE UU, 1968) lleva el legado de Elvis allá donde vaya. Un orgullo y también una carga, sobre todo porque prueba suerte como cantante. “Soy cantautora”, repite como un mantra, quizá para intentar que se olvide todo lo demás. Que es la única heredera del rey, sus matrimonios con Michael Jackson y Nicolas Cage o su ingreso y salida de la Cienciología. Es difícil desprenderse de tanto bagaje, quizá por eso a los 44 años sigue a la defensiva.

Nada de preguntas sobre sus exparejas o sobre religión, avisa una empleada de la discográfica en los momentos previos a la entrevista. Y en persona, pese a los intentos promocionales de presentarla como a una chica sureña que podría estar improvisando melodías en el porche de casa, Lisa Marie posee las particularidades de una celebridad contemporánea. La rígida melena de peluquería, el vestido de firma y una actitud malhumorada.

Unas pocas horas atrás, la hija de Elvis presentaba en directo su nuevo disco, Storm & Grace, en el legendario club londinense de jazz Ronnie Scott’s. La escena no habría de­­sentonado en una producción de David Lynch. “Necesito un par de copas”, bromeó refiriéndose a la inusual hora del concierto. Cuando su cuarto marido y guitarrista, Michael Lock­wood, fotografió al público para publicarlo en su Twitter, ella se mostró impaciente. “Era por la tarde, con una audiencia de profesionales de la industria musical y más estresante de lo habitual”, justifica en una suite de hotel del Soho de Londres.

A Lisa Marie, la vocación como artista le vino tarde. Pasó su primera juventud rebelándose contra su madre, tonteando con las drogas, ingresando en la Cienciología y criando dos retoños. A los treinta y tantos, cuando sus dos hijos con el músico Danny Keough eran adolescentes, decidió empezar a cantar: “Mi principal preocupación era ser madre. Lo otro ocurrió de manera natural, cuando estuve preparada. Antes no lo estaba”.

Sus dos primeros álbumes de estudio, To whom it maty concern (2003) y Now what (2005), esquivaron el éxito comercial. Tras un paréntesis de siete años lanza Storm & grace (Universal Republic) con la convicción de que en el country-blues ha dado con su voz. Esta colección de canciones inspiradas en los sonidos del sur estadounidense es, sin embargo, fruto de una mudanza a Inglaterra. Después de toda una vida en Hollywood, Lisa Marie se trasladó con su familia a Sussex. Allí cuida del jardín, pasea, cocina, visita el pub local y en general cuida de sus gemelas de tres años. “Buscaba una vida más simple y además adoro los cielos grises. Soy de Memphis y allí abundan las tormentas”. La cantante vivió en Graceland hasta que sus padres se divorciaron en 1972. Elvis le concedía cualquier deseo magnificado. Si quería ver una película, alquilaba el cine; cuando anunció que nunca había visto la nieve, Elvis la llevó en avión privado a Utah para que jugase allí durante veinte minutos.

Pero Lisa Marie prefiere recordar los días que pasaba en Graceland escuchando discos de 45 revoluciones y los juegos en los que cantaba con un cepillo frente al espejo. “Mi padre no me asesoraba, pero me animaba a recibir clases de piano”. Graceland encierra otros recuerdos menos entrañables. Las manos de los fans que aparecían entre las verjas, los altibajos de su padre, la constante vigilancia en torno a la finca. “A veces daba miedo. La gente se sentaba en el muro, saltaba dentro. Me acostumbré a tener seguridad a mi alrededor desde joven y no conocía otra cosa”.

En su 25º cumpleaños, Lisa Marie se convirtió en administradora de la herencia de Elvis: la finca, el Cadillac rosa, el jet privado bautizado como Lisa Marie… el patrimonio que Priscilla revitalizó convirtiendo Graceland en una atracción turística pasó a sus manos. “No me importó hacerlo”, responde sobre si supuso demasiada responsabilidad. “Mi cometido es proteger su nombre y su imagen, y siempre he querido desempeñar esa tarea”. Priscilla está encima de los detalles cotidianos: “Le encanta y es muy buena en ese trabajo desde hace décadas. Se sienta en los consejos de administración y me cuenta lo que sucede. No tengo la cabeza para los negocios que tiene mi madre”.

Cuando de pequeña quería ver una película, Elvis alquilaba el cine. Su padre magnificaba cualquier deseo

Sobre la otra herencia, la musical, es más esquiva. Hasta le faltan recursos para expresarse. “Mi padre era un enigma, pero a veces puedo escucharle en mí, sobre todo en este disco. Sé que tengo algo en el ADN, pero no comparto su voz ni su talento”. No puede evitar las preguntas que abordan la influencia de su padre, pero le cansan: “Quizá si estuviese en los setenta y fuera como Carly Simon o Carole King, habría tenido más oportunidades. Lo entiendo, pero se trata de mi pequeño… [se refiere al interés sobre su padre]”.

Su apellido también tiene ventajas; por ejemplo, el privilegio de conocer el armario setentero de Elton John. “Mi madre me llevó a su casa a tomar el té por mi noveno cumpleaños, poco después de Captain Fantastic, y su guardarropa era increíble”. O la posibilidad de recibir consejos de David Bowie. “Vino a verme al backstage después de un concierto en Nueva York. Acababa de lanzar mi primer disco y me aconsejó que echara el freno, que no dejase que me empujaran demasiado rápido. Me sugirió que empezara actuando en salas pequeñas, donde pudiera curtirme en el escenario. Seguí su consejo y me fue mejor”.

El incómodo beso de Lisa Marie y Michael Jackson durante los Premios MTV de 1994 fue uno de los momentos más extraños y a la vez icónicos de los noventa. Un hito para mitómanos y teóricos de la conspiración que se preguntaban qué tramaba el rey del pop con la hija del rey del rock and roll. La cantante siempre ha negado los rumores que explicaban la unión como una fusión de intereses. Seis años más tarde, Lisa Marie contrajo matrimonio con el actor Nicolas Cage, un fan empedernido de Elvis, coleccionista de sus objetos personales y la única persona fuera de la familia Presley que ha entrado en el dormitorio del rey. El enlace duró exactamente 108 días.

¿Qué heridas ha cerrado la música? “Pues todas mis experiencias vitales”. Una de las empleadas en la habitación avisa de que la entrevista ha llegado a su fin. Lisa Marie se levanta como si el resto de presentes se hubieran vuelto invisibles, lanza un suspiro de alivio o hastío y de una patada al aire se quita los zapatos de tacón.

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