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El color no era necesario para Picasso

El Guggenheim de Nueva York explora los mundos en blanco y negro del pintor malagueño La muestra también pone en relación su obra con la fotografía y el cine

Andrea Aguilar
'Hombre con pipa', dibujo realizado por Pablo Picasso en París en 1923.
'Hombre con pipa', dibujo realizado por Pablo Picasso en París en 1923.

Esencial, depurado y circular, el diseño del Museo Guggenheim de Nueva York invita al visitante a “entrar en el espíritu de su interior”, como explicó el autor del proyecto Frank Lloyd Wright en 1948 en The architectural forum. Hasta el 23 de enero este “espíritu interior” del que habló el arquitecto encuentra un singular eco en la muestra de la obra de Pablo Picasso que se expone en el museo. La misma idea de despojamiento e inmersión en la esencia, guía Picasso black and white, una exploración radicalmente nueva de la obra del artista español, comisariada por Carmen Giménez.

Dos esculturas en la rotonda principal, el bronce Mujer con vaso, de 1933, procedente del Museo Reina Sofía, y Mujer con los brazos abiertos, de 1961 dan la bienvenida a esta exposición, que abarca desde 1904 hasta 1971 y reúne 118 obras —sobre todo pintura, aunque también dibujos y escultura— procedentes de cerca de 30 museos y colecciones privadas. “El uso del blanco y negro en Picasso merece una consideración aparte. Sus trabajos en blanco y negro aparecen en casi cada década desde 1904, pero nunca tuvo un periodo blanco y negro y no está claro que sus numerosas obras en blanco y negro estuvieran cortadas por el mismo patrón, lo que hace imposible ordenarlas todas bajo una misma técnica, intención o simbolismo”, explica Carmen Giménez, en el texto del catálogo. Así, el recorrido de la exposición sigue un orden cronológico, desde el cuadro La planchadora, de 1904, hasta Tres figuras, de 1971, y muestra trabajos cubistas como El acordeonista (1911) y neoclásicos como Mujer en blanco (1923), su exploración del surrealismo y la incorporación de las formas redondas en la década de los treinta.

Despojado de los colores que debilitan, el pintor exploró con seguridad y maestría formas y estructuras. La fuerza de Picasso traspasa el filtro del color, y el efecto es como si el visitante se pusiera unas gafas de rayos X para contemplar las claves de la evolución de su obra.

El Guernica a menudo ha llevado a muchos a relacionar el uso del blanco y negro en Picasso con la muerte y el desastre. Pero como recuerda la comisaria Carmen Giménez esta visión resulta incompleta a la vista del conjunto de la producción del artista, y la idea de esta muestra surgió tras varias décadas trabajando en proyectos sobre Picasso, como la exposición de 1987 El siglo de Picasso, o la muestra El Picasso de los Picasso de 2003, en la que separó los cuadros en color de los trazados en blanco y negro, en el Museo Picasso de Málaga. “Muchos de sus cuadros más importantes los hizo en blanco y negro y se resistió a vender muchos de ellos”, explicó Giménez. “Picasso era un magnífico dibujante. Françoise Gillot recordaba una conversación con Picasso en la que habló de Matisse y de cómo sin color sus cuadros se caían. Para él el color no era necesario”.

La muestra, que viajará al Museo de Bellas Artes de Houston en febrero, también pone en relación de alguna manera el trabajo de Picasso con la fotografía y el cine, con estas formas modernas de arte del siglo XX, durante muchos años restringidas al blanco y negro. El fotógrafo Brassaï trabajó con el pintor y notó cómo, tras periodos de explosión cromática, volvía al blanco y negro. La visión destilada de la nueva exposición, despojada de color, o más bien, restringida a solo dos —tres, si se suma la gama de grises que tantos pintores han señalado como el elemento clave del arte pictórico—, también tiene una cierta conexión con los hábitos de trabajo del artista que trabajaba de noche con la luz de candil. A esa luz, como Picasso le dijo a Brassaï, “cualquiera que sea la atmósfera se convierte en nuestra sustancia”.

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Sobre la firma

Andrea Aguilar
Es periodista cultural. Licenciada en Historia y Políticas por la Universidad de Kent, fue becada por el Graduate School of Journalism de la Universidad de Columbia en Nueva York. Su trabajo, con un foco especial en el mundo literario, también ha aparecido en revistas como The Paris Review o The Reading Room Journal.

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