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El cuento de ‘Nunca Máis’

Una década después del naufragio del Prestige, que asoló parte de las costas gallegas, el Marco de Vigo recoge en una exposición la versión de una serie de artistas sobre los daños ecológicos y humanos que han causado esta y otras nefastas mareas negras

Imagen de la serie Oil Rich Niger Delta (2003) de George Osodi
Imagen de la serie Oil Rich Niger Delta (2003) de George Osodi

Las coincidencias históricas normalmente invitan a reflexionar sobre las condiciones iniciales de un determinado sistema y, al tiempo, sobre sus evoluciones últimas para detectar variables antecedentes y posteriores que, en muchos casos, no están demasiado alejadas. El 13 de noviembre de 2002 resultó ser una fecha doblemente significativa: naufragaba el petrolero Prestige frente a las costas de Fisterra y se inauguraba el Museo de Arte Contemporánea de Vigo (Marco). Con motivo de ese aniversario de apertura e inicio de una travesía y del dramático suceso se presenta la exposición A balea negra (La ballena negra), una aproximación directa al acontecimiento, con innumerables derivaciones económicas, artísticas, sociales, políticas y culturales. Accidentes anteriores al Prestige, como los ocurridos en A Coruña con los petroleros Urquiola (1976) y el Mar Egeo (1990), y las manifestaciones posteriores que se vivieron en España contra la participación en la segunda guerra de Irak, provocada en gran medida por el control de los recursos petrolíferos en Oriente Próximo, son algunas de las coexistencias accidentales que permiten al comisario Pedro de Llano recomponer un contexto global para ampliar, por un instante, la curiosa relación entre valor y destrucción, para detectar sinergias y fisuras, bucear en las tradiciones y atravesar fronteras en un mapa marcado por la desigualdad de recursos, la amenaza al medioambiente y, sobre todo, el coraje del individuo por encararlo.

A Balea Negra es una exposición oportuna para volver la vista atrás y homenajear diez años de vida, y también de resistencia, del Marco en un presente de pátina negruzca que envuelve a la cultura para, al tiempo, analizar la crítica geopolítica mundial. Un recorrido de ida y vuelta, circular y plural, que desgrana temas que se arrastran desde la modernidad tomando la industria petrolera y los múltiples factores que la rodean como una de las principales manifestaciones visibles de las sociedades contemporáneas, mientras se atiende a la explotación de la naturaleza, el colonialismo, el mito del progreso infinito o el comercio marítimo y su entramado corporativo. Un reto resumido en el panóptico del museo, eje central del edificio, con la instalación Movimiento en falso. Equilibrio y sostenibilidad económica, de Damián Ortega; una torre de tres bidones de fuel que giran sin parar, metáfora de la frágil dependencia de la sociedad respecto del petróleo, recordando insistentemente la inquietud que debemos experimentar atentos a su caída.

El hundimiento del Prestige, piedra angular de la exposición, pero en absoluto única lectura, hila diferentes miradas de índole histórica, política, social, ecológica y artística. Su presencia actúa como causa y pretexto en cada una de las salas. La recopilación de abundante material documental relacionado con él y con los demás temas que se tocan en la exposición es especialmente destacable, acumulando documentos públicos y privados, que sirven para ilustrar e invitan a seguir investigando. El arte se mezcla con la política, el diseño y con formas de organización colectiva espontánea, dando como resultado una masa heterogénea que permite escoger, rechazar o simplemente contextualizar, creando el deseo de hablar a través de una voz coral, como sucede con el material de difusión generado por colectivos y plataformas sociales como Nunca Máis o Burla Negra mezclado con cuadros de Antón Patiño y una selección de prensa del momento y otros documentos históricos.

Todo lo que concierne a los intereses que van más allá del equilibrio natural tiene una gran fuerza persuasoria para entender nuestro mundo. El potente entramado corporativo de la industria petrolera se refleja en muchos de los trabajos presentes en las salas poniendo en tela de juicio el impacto de esta sobre las comunidades. La injusticia social y las condiciones laborales precarias del desguace de barcos en Bangladés que evidencia la obra At Sea de Peter Hutton; la degradación paisajística y el problema medioambiental recogida en las obras de Alexánder Apóstol y el colectivo CLUI; la dominación petrolera a través del intenso olor de aceite quemado del estanque de la mexicana Marcela Armas, y la intensa y dramática película de Werner Herzog, con el paisaje de Kuwait en llamas, inciden en el conflicto como lenguaje de reflexión, ofreciendo todos ellos la cara más amarga del saqueo a la naturaleza, principal manifestación de la inviabilidad ambiental del modo de producción capitalista.

El desafío de enfrentarse a las reglas del juego de la globalización se plasma en el combate de algunos artistas implicados activamente en instigar el cambio social y político con trabajos conmovedores; humanizando y contextualizando las manifestaciones sociales. Es el caso de Andrea Bowers, presente con una rotunda pancarta, Alaskans still fighting, utilizada durante el accidente del petrolero Exxon Valdez en 1989 en la costa de Alaska o el vídeo de Carles Guerra, Los últimos días de diciembre, con Allan Sekula, un documento humano sobre la camaradería y la frustración de quienes recogían el alquitrán en las costas gallegas. El soporte fotográfico resulta fundamental para la divulgación de estos desastres, en el caso del Prestige se reconocen en las imágenes de Xurxo Lobato, Manuel Sendón y Allan Sekula sobre las labores de limpieza, intérpretes silenciosas de una situación angustiosa, descontrolada y agotadora del individuo frente al crudo.

El futuro está presente a través de piezas clave como la de Hans Haacke en la que desarma la estructura empresarial de una petrolera, relacionándola con varios países africanos. El contundente lema Less Oil More Courage, de Rirkrit Tiravanija, ocupa la pared central, arropado por las divertidas máscaras de Romuald Hazoumé, realizadas con recipientes de plástico, o las protestas contra las empresas petroleras en Nigeria de Ken Saro-Wiwa, ponen el punto final al itinerario para hablar de denuncia social, de implicación y de comunión del ser humano con la naturaleza. Así sucede con los dibujos de Manfred Gnädinger (Man), sus libros, fotografías con intervenciones paisajísticas realizadas en su vivienda de Camelle (A Coruña) poco antes de morir, se dice, triste y derrotado por el drama del Prestige. Visibilizar su obra supone un viaje de vuelta iniciado en la entrada del museo donde nos recibe una bita recuperada de la cubierta del Prestige junto a parte del esqueleto de una ballena, obra de Man. La misma ballena negra con la que soñaba y que creía iba a devorarlo. Acertada metáfora del arte actual, sobre la fragilidad del sistema y la imposibilidad de protegerse del mismo.

A balea negra. X Aniversario do Marco. Museo de Arte Contemporánea. Príncipe, 54. Vigo. Hasta el 31 de marzo de 2013.

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