_
_
_
_
_
opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Intocables

David Trueba

Hace 20 años resultó polémica la pirámide de cristal en el patio del Louvre. Hoy la construcción de I.M. Pei es un icono del museo, asumida con reconocimiento a ese París que sigue sumando elementos que la hacen inmarchitable. Ahora se inaugura un techo escultórico para presentar las galerías dedicadas al Islam, que merecen ampliar esa obsesión del turista por llegar a la Mona Lisa y hacerse la foto. Francia equilibra tradición y modernidad bajo críticas por sus forzadas ambigüedades y cierta inclinación hacia la superficialidad, pero perderla de vista es perderse del mundo. No es raro que sus revistas satíricas hayan querido ampliar el campo de batalla que la raquítica película-provocación contra el islamismo ha desatado en países árabes. Son publicaciones que marcan los límites de la libertad, a veces de modo simplista pero eficaz en un mundo que dialoga a hachazos. Tienen postura frente a las posturitas.

La portada de Charlie Hebdo es hasta moderada, teniendo en cuenta su burricie habitual. Muestra a un ortodoxo judío que guía en silla de ruedas a un musulmán mientras ambos afirman: No hay que bromear. El título de la película es Intocables 2, en referencia al gran éxito francés donde un criado inmigrante ayuda a un minusválido parisino a reencontrar la felicidad. Una película que ha funcionado en casi todo el mundo, aunque la revista New Yorker la definiera en una crítica reciente como embarazosa y desastrosamente condescendiente. Por eso está tan bien traída la portada, es esa distancia que va de Nacional 7, película memorable, a la sedación del bienpensante.

Lo que la revista satírica nos recuerda a todos es un código profesional y judicial que no podemos saltarnos por la presión violenta. Existen mecanismos legislativos que marcan fronteras a la libre expresión, que castigan la incitación al odio, pero no conceden al odio carta blanca para quemar embajadas y matar diplomáticos. Porque a los dioses se les supone omnipotencia para soportar las críticas y las bromas, pero a sus seguidores les obliga algo mucho más terrenal y civilizado.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_