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La paciencia de Fernandez Mallo dura 12 años

Alfaguara rescata una obra inicial del escritor, original de 1999, que él mismo autoeditó en 2001

Agustín Fernández Mallo, fotografiado en Madrid.
Agustín Fernández Mallo, fotografiado en Madrid.SAMUEL SÁNCHEZ

En el mundo editorial (y en el empresarial, en general), los encargados de cazar las novedades, de descubrir talentos literarios, no siempre dan en el clavo a la primera. Agustín Fernández Mallo, una de las caras más representativas de la literatura posmoderna e inventor del término pospoética, escribió en el año 2000 una obra compuesta por notas, ideas sueltas y poemas en prosa, “un día leí todo aquello y me di cuenta de que no necesitaba la novela… porque ya estaba allí”, puntualiza el autor. Bajo el título original, Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractactus, y las ilustraciones de Pere Joan, Alfaguara recupera, 12 años después, esta colección de versos en prosa con un corte muy narrativo, que un día el propio escritor publicó por su cuenta.

En 2001, cuando terminó de compilar las piezas que luego darían forma al libro, autoeditó unos 500 ejemplares. “Luego se los día a una serie de personas a quien pensé que podía interesar, y recibí buenas respuestas”. Este enfant terrible de la literatura se recorrió varias ciudades dejando en depósito algunos de los ejemplares en ciertas librerías.

La vida es breve no porque sea breve, sino porque la muerte es larga y profunda (infinita), me dijo el monigote W. C." Fragmento de 'Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus" (Anagrama)

“En su día ni se me ocurrió enviarlo a grandes editoriales, sino a editoriales de poesía. Pero no era bueno momento, y lo sé”. Ahora Alfaguara recupera Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractactus. “Supongo que porque consideran que es un buen libro, que tiene calidad literaria, que es coherente con toda mi obra y guarda una estrecha relación con lo que he venido produciendo”, apunta el escritor, mientras confiesa que no tenía ninguna duda de que algún día se reeditaría, lo que no sabía era quien. “Lo lógico era que fuera Alfaguara, que es mi casa”.

La historia que cuenta Fernández Mallo es un viaje por el desamor y el abandono, en el escenario de una isla enigmática e inquietante como la de Menorca. Aunque quizás lo más enigmático que puede resultar es el título, conservado del original que le puso en 1999 y compuesto por una oración de 12 palabras que alude a la parte carnal del libro por una parte, y lo más metafísico o de investigación de la realidad desde un punto de vista de la física o de la filosofía por otra. “Es una forma casi técnica, tiene un tono de informa, que es un juego entre lo poético y lo técnico”, explica. A pesar del baile de conceptos presentes en la cabeza del escritor de la técnica, la física y las formas narrativas, se replantea el paradigma estético que conlleva la disciplina de la literatura: "Para mí fue un hallazgo darme cuenta de que los libros no tienen que estar tan estrictamente pensados. A veces, incluso, es más poético así".

Antibiótico, la recuperación de la pospoesía

Un poema único de 100 páginas, escrito en 2005, es el otro inédito de Fernández Mallo que publica ahora Visor.  "El tema de la muerte y la pospoesía llegan a su máxima potencialidad de la manera más poética en Antibiótico", afirma el conocido en algunos sectores como el poeta del nuevo mundo.

El poemario fue escrito en un pueblo deshabitado de León, donde solamente vivía un habitante. El autor encontró en ese entorno el ideal para descubrirse a sí mismo en la soledad y en el medio rural: "Me fui un mes para ver qué pasaba, y pasó eso, pasó Antibiótico. Salió un poemario que está en todo lo que caracteriza mi obra. Es una manera de poetizar mi contemporaneidad, de buscar imágenes y metáforas".

El juego de conceptos que controla Fernández Mallo se convierten, de repente, en un juego de palabras difícil de abandonar. Lo posmoderno, la pospoesía, la poesía, la contemporaneidad, lo técnico y lo físico contra lo sensible a los estados mentales... ¿Qué hay más moderno que ser posmoderno? "Siendo franco, yo nunca he escrito pensando en que soy moderno o antiguo", responde, "Escribo lo que creo que que me sale dada mi cultura, mi entorno, mis filias y mis fobias. Escribo para mí, para una investigación estética y moral. Es un error pretender ser moderno, porque cuando uno lo intenta no sale nunca. De hecho, todo lo que he escrito, sale. No tengo conciencia de estar haciendo algo moderno, sino más bien algo que me emociona".

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