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Columna
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Nombres ilustres en una Mostra presuntamente compensada

En el programa de esta edición del festival hay varios directores cuyas últimas películas el cinéfilo está deseando ver

Carlos Boyero

No llevo la cuenta exacta de los años que dirigió la Mostra un individuo llamado Marco Müller, pero tengo la sensación de que esa pesadilla ha durado siglos. Era sorprendente su capacidad para seleccionar lo peor entre ese cine que se autodefine pomposamente de autor, la temible seguridad para el espectador que no haya perdido la cabeza o juegue permanentemente a la impostura de que cualquier película transparentemente inestrenable, pero que contuviera pretensiones de vanguardia, tendría un hueco asegurado en la siniestra programación de la Mostra. Escudado en esos criterios lamentables y en la convicción de que podía hacer lo que le diera la gana en su reino, Müller exhibía impunemente y sin desmayo esa inacabable colección de tediosos disparates. Hasta el pasado año, en el que se rumoreaba con fundamento que no le iban a renovar el contrato. Müller nos sorprendió con un festival en el que abundaba el cine de calidad. Imagino que lo hizo por miedo o para cubrirse, demostrando que sí sabía lo que era una buena programación, pero que durante su mandato había obedecido exclusivamente a lo que le dictaban sus caprichosos genitales, al esnobismo más vacuo, a la monarquía absoluta de esa cosa tan irritante como vacía de las propuestas radicales, del cine incomprensible, impotente y fatuo sustituyendo al arte de saber contar historias.

A Müller le ha sucedido Alberto Barbera, alguien que ya había dirigido el festival a finales de los años noventa. Y no sabemos lo que nos va a deparar en esta ocasión, pero de entrada hay varios directores en el catálogo cuyas últimas películas el cinéfilo está deseando ver. Figura la nueva criatura de Terrence Malick, ese insólito creador de inolvidables poemas cinematográficos. También acude Paul Thomas Anderson, responsable entre otras películas tan personales como discutibles de la impresionante Magnolia. En ella, Tom Cruise daba vida al inquietante líder de una secta volcada en el poder del macho. En The master, Anderson se centra al parecer en la fundación de la Iglesia de la Cienciología. Por tanto, imagino que a Tom Cruise, que es uno de los jefes de esa secta, le consume el terror ante la visión de su iglesia que haya creado alguien tan corrosivo, feroz e imprevisible como Paul Thomas Anderson. También concursa Brian de Palma con un thriller erótico, universo que este señor ha frecuentado con vocación y talento en bastantes ocasiones.

Y hay más ofertas que me despiertan lógicas expectativas. Y por supuesto, la Mostra no se ha olvidado de sus clásicos, de los artistas experimentales y exóticos que tanto éxito tienen en los festivales de cine. Están, cómo no, el filipino Brillante Mendoza, el austriaco Ulrich Seidl, el coreano Kim Ki-duk, el japonés Takeshi Kitano o el portugués Manoel de Oliveira. O sea, que cada uno se divierta como quiera en medio de tanta heterodoxia. Por mi parte, agradezco infinitamente que no se me haya erizado el cabello, sensación habitual durante el reinado de Marco Müller, al consultar el primer día la sección oficial de la Mostra.

Ha inaugurado el festival The reluctant fundamentalist, dirigida por Mira Nair. La autora de la muy celebrada y popular La boda del monzón describe en esta ocasión la catarsis de un paquistaní -después de haber alcanzado el sueño americano de convertirse en un triunfador y que trabaja como analista financiero en Wall Street- al descubrir a raíz del 11-S que su piel despierta continuamente hostilidad, prejuicios, sospecha y acoso en la calle, en los aeropuertos, en su propio entorno. Este hombre atormentado retornará a su país, se planteará muchas cosas de las que nunca dudó, abandonará la forma de vida de los privilegiados, se verá metido en una intriga terrible al comprobar en su evolución ideológica y la vuelta a sus raíces, que la CIA está convencida de su responsabilidad en el secuestro de un profesor estadounidense a cargo de Al Qaeda. Mira Nair narra con complejidad y sentimiento la creíble y dura historia de alguien que constata que siempre será un forastero en el paraíso que creía haber conquistado.

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