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El último zarpazo del cineasta gato

Se edita en España el último largometraje del recién desaparecido Chris Marker

Elsa Fernández-Santos
uno de los graffiti de M.Chat, personaje principal de 'Gatos encaramados'.
uno de los graffiti de M.Chat, personaje principal de 'Gatos encaramados'.

“Siempre llegarás a alguna parte, si caminas lo bastante”. La famosa frase del gato de Cheshire a la niña Alicia bien podría servir de epitafio para Chris Marker, cineasta e incansable trotamundos, cuya última película, titulada Gatos encaramados y estrenada en 2004, se edita ahora en España por primera vez en una caja (Chris Marker. Mosaico 1968-2004, Intermedio) dedicada al recién fallecido cineasta, que murió el pasado 29 de julio.

Marker, una especie de Salinger del cine del que apenas existen un puñado de imágenes que indentifican su rostro, era un escurridizo personaje que ocultó su verdadera identidad detrás de un falso nombre -“fácil de pronunciar en cualquier idioma”- y detrás de un animado alter ego, el gato Guillaume-en-Êgypte.

Chris Marker, en una de las escasas fotografías que se conocen de él.
Chris Marker, en una de las escasas fotografías que se conocen de él.

Pese a ese anonimato, Marker creaba a través de sus películas una profunda intimidad con sus espectadores. En el material complementario a la caja que ahora se edita (que incluye joyas de su filmografía como La Embajada o La sexta cara del Pentágono), el crítico José Ángel Alcalde reflexiona sobre el fondo de esa incorporeidad del cineasta: “En Marker era su recorrido del yo al nosotros, de lo íntimo a lo colectivo, lo que acababa implicando definitivamente su necesidad de reserva personal. Precisamente, ese gusto por la discreción, por la posibilidad de fabulación y de libertad que imponía ese anonimato, unido a una necesidad de independencia insumisa, iba a acabar imponiendo su lateralidad personal y creativa”.

Alcalde recuerda cómo fue el descubrimiento de La Jetée (1962), película de culto del cineasta, la que supuso para toda una generación “un acicate, una demostración de que apenas eran necesarios medios para hacer películas imperecederas”. En una de sus escasas entrevistas (por correo electrónico a Libération), Marker advirtió sobre los peligros de esa “democratización de las herramientas”: “Ser dueño de una cámara de vídeo digital no confiere talento por arte de magia a alguien que no tiene ninguno o que es demasiado flojo para preguntarse a sí mismo si tiene alguno”.

Bajo ese formato aparentemente sencillo y accesible del vídeo-diario, Marker era capaz de mostrar una sabiduría y una profundidad reservada solo a unos pocos. En ese sentido, Gatos encaramados es una obra cumbre. Seguir la pista por las calles de París de M.Chat,  misterioso graffiti de un minino de amplia sonrisa que aparece y desaparece por las calles y rincones de la ciudad como aparece y desaparece el sonriente gato de Cheshire del País de las Maravillas, ofrece al cineasta la posibilidad de un sugerente documental callejero en el que una ruta real desemboca en viaje onírico por nuestro tiempo. A través de la pista de M.Chat,  de manifestaciones sindicales, duelos electorales e inesperados y trágicos sucesos como el asesinato de Marie Trintignant de manos de su compañero, el cantante Bertrand Cantant, somos guiados sin estridencias ni empujones por las grietas de una historia, la de los primeros años del siglo XXI, que se presentó azarosa y convulsa. Vital y díscolo como sus felinos, Marker no se extraña de que finalmente los gatos "nos abandonen".


Agnès Varda, vieja amiga de Chris Marker y una de las pocas personas que tenía acceso directo a él, rodó este vídeo en el taller del cineasta. Marker no aparece pero se escucha su voz mientras contemplamos "su cueva" llena de fetiches, máquinas, objetos y documentos.

José Ángel Alcalde se pregunta y se responde: "¿Qué empuja a un hombre recién cumplidos los ochenta a salir a la calle con un envidiable espíritu flâneur, armado con una pequeña cámara y realizar, en estos tiempos de desencanto, con absoluta libertad, un canto juvenil a la insumisión, sino la necesidad de rebelarse contra estos tiempos de cinismo?".

Y, más adelante, en otro texto, otro crítico, Rubén García López, añade: "Gatos encaramados tiene mucho de celebración de la presencia que simplemente agrada, que gusta ver, de la intrascendencia al más puro estilo de un Jonas Mekas, y como él, la trascendencia específica de la propuesta radica en ello: alguien ha convertido en graffiti a un gato y su presencia en las paredes de París semeja un ritual de protección y resistencia bajo cuyo signo medra la actividad de los manifestantes, el ánimo necesario para salir de los trabajos, las casas o los colegios y exigir transformaciones de una realidad injusta". "Gatos encaramados", añade García López, "muestra varios años y acontecimientos reales, vistos a través de unos ojos que no se sabe hasta qué punto lo son. La ficción es la primera conspiración, el autor la primera ficción.... porque la ficción es lo que no existe, lo que aparece bajo el modelo de lo imposible, a veces incluso bajo el signo de la traición. En suma, es lo que se busca en toda manifestación: crear, inventar, producir ficción, el otro nombre del futuro"

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Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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