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Columna
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Idealismo

Javier Rodríguez Marcos

Dado que la televisión pública funcionaba razonablemente bien, el Gobierno ha decidido ‘arreglarla’. Por si faltan ideas, y si disculpan la primera persona, les contaré que hace años traté a un miembro del PSOE con cargo en RTVE cuando ZP ganó las elecciones. Pronto quiso convencerme de las bondades de la nueva corporación, algo que, con el tiempo, pudo comprobar uno sin salir de su casa. Pero como lo bueno es enemigo de lo mejor, yo le daba la razón y le buscaba las cosquillas: ¿Qué hacían en la programación aquellas galas de cartón-piedra tipo ‘Murcia, qué hermosa eres’? Respondió con un clásico: la herencia recibida. Parece que decía la verdad. Más tarde defendió que emitir a la nieta de Franco bailando salsa es algo progresista: no se puede dejar el entretenimiento en manos de la empresa privada, decía. Todavía no sé si el Estado debe entretenernos o ayudarnos a llevar una vida digna, pero como Pepito Grillo puede ser odioso me volqué en pergeñar el libro de estilo de mi televisión pública ideal. Valga como modesta contribución a la contrarreforma:

No emitir música en playback ni programas doblados (ni las películas ni el bricolaje ni los discursos de Obama que no sean en directo). No relatar a diario los entrenamientos del fútbol ni su variante dominical: las consignas y réplicas de políticos en camisa. No preguntar en la calle a gente anónima sobre el calor que hace en Sevilla (tampoco nosotros pegamos ojo anoche; mejor un experto que explique por qué).

No preguntar a los deportistas “cómo te sientes” sino “dónde estuvo la clave” (¿en el vestuario hablan de sentimientos o de las razones del resultado?). Nada de abrir el bloque de Deportes con una disciplina solo porque nos hemos gastado en derechos los impuestos. No pujar por los derechos deportivos (por mucho que Rajoy y yo pensemos que es un servicio público; me sacrifico).

No hablar de los Reyes Magos como si existieran. No anunciar el programa siguiente en el que estamos viendo (o hacerlo sin adjetivos). Renunciar al autobombo (proclamar que eres la cadena más vista es arruinar un buen chiste queriendo explicarlo). Desconectar todos los audímetros menos uno: el criterio de los profesionales. Podría funcionar.

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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