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OBITUARIO

Chris Marker, una atípica mirada cinematográfica

Escritor y artista polifacético, fue un pionero del documental subjetivo

Fotograma de 'La Jetée' (1962) del director Chris Marker.
Fotograma de 'La Jetée' (1962) del director Chris Marker.

El cineasta Christian-François Bouche-Villeneuve (1921), pionero del cine documental e inspirador de numerosos directores, conocido por generaciones de cinéfilos como Chris Marker, falleció el pasado domingo en París a los 91 años.

El trabajo de Marker que ha tenido una repercusión más amplia es su cortometraje La Jetée (1962), un original experimento cinematográfico que recurre a técnicas propias del cómic. Más de treinta años después, la película del realizador francés sirvió de inspiración a Terry Gilliam para rodar 12 monos.

Marker era esencialmente un director de cine, al que la Cinemateca Francesa atribuye la creación del “documental subjetivo”, una forma de cine en el que el texto resulta tan importante o más que la imagen. Pero este espíritu curioso e infatigable era también un novelista, poeta, filósofo, crítico, fotógrafo o artista multimedia que hasta casi el final de sus nueve décadas de vida seguía explorando las posibilidades artísticas de medios tan dispares como los mundos virtuales de Second Life o Youtube.

Nació, según las fuentes más fidedignas, en Neuilly-sur-Seine, municipio próximo a París. Estudiante de Filosofía en los años previos a la II Guerra Mundial, tras la ocupación nazi de Francia se unió al maquis. Acabada la guerra inició una carrera periodística, publicando comentarios políticos, poemas e historias breves en el periódico Esprit, donde trabajó codo a codo con André Bazin, cofundador de la mítica revista cinematográfica Cahiers du Cinéma, en la que Marker también colaboró asiduamente.

Militante del Partido Comunista francés, estuvo muy próximo a figuras cinematográficas e intelectuales como Costa Gavras, Alain Resnais, Jorge Semprún, Akira Kurosawa —sobre el que rodó un apasionado ensayo cinematográfico, A.K.—, Patricio Guzmán o Agnès Varda. Con varios de ellos colaboró en algunos de sus documentales, en los que, a través de una mirada estilizada y sumamente personal, aborda temas de corte etnográfico, refleja la devastación material y moral del colonialismo o retrata la brutalidad de los regímenes autoritarios.

Entre el medio centenar que rodó, cabría destacar Les statues meurent aussi [Las estatuas también mueren] (1953), Lettre de Sibérie [Carta de Siberia], La embajada (1973) o ¡Cuba sí! (1961).

“Fue un cineasta atípico que marcó el cine y renovó profundamente el arte del documental”, declaró el presidente francés, François Hollande, comentando su fallecimiento.

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