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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Integridad terminal

Un sargento de policía espera, sentado en el interior de su vehículo, en los márgenes de una carretera secundaria de un pequeño pueblo al oeste de Irlanda. De repente, un coche cruza el asfalto a imprudente velocidad: en su interior, un grupo de jóvenes regresa de fiesta, con la música a todo volumen y claros indicios de consumo politóxico. El coche se estrella en fuera de campo. Con total parsimonia, el sargento de policía sale de su vehículo y se dirige al lugar del accidente. Rebusca entre los cuerpos y encuentra una bolsa con éxtasis. Se toma uno y el título de la película irrumpe en los anchos márgenes del plano. Así arranca El irlandés, primer largometraje de John Michael McDonagh, hermano del dramaturgo y también responsable de un debut cinematográfico contundente, personal y heterodoxo Martin McDonagh.

El irlandés

Dirección: John Michael McDonagh.
Intérpretes: Brendan Gleeson, Don Cheadle, Mark Strong, Liam Cunningham, Fionnula Flanagan.
Género: comedia. Irlanda, EE UU, 2011.
Duración: 96 minutos.

Escondidos en Brujas y El irlandés, los respectivos debuts de esta hermandad tocada por la pirotecnia verbal, comparten, perdonen el chiste fácil, cierto aire de familia, pero si Martin jugaba a la comedia existencial con fugas oníricas, John Michael prefiere privilegiar un costumbrismo tocado por la hipérbole grotesca. En El irlandés, Brendan Gleeson ocupa el centro de un inteligente cuestionamiento de los lugares comunes de la buddy movie y el thriller de narcotráfico: el actor va desvelando capas y matices de un personaje que, en el primer tramo de la película, uno podría homologar a un Torrente irlandés, putero y amoral, pero que acaba acercándose a las figuras crepusculares del último John Wayne.

Brendan Gleeson va desvelando capas y matices de su personaje

“No estoy seguro de si eres increíblemente listo o increíblemente tonto”, le suelta el agente del FBI encarnado por Don Cheadle al protagonista. En el esbozado gesto de sorna que ofrece Gleeson como respuesta está contenido el secreto del paradójico tono de esta película, que se atreve a ser comedia zafia y sutil retrato de personaje a un mismo tiempo, thriller deconstruido y spaghetti western desubicado, y que afirma a McDonagh como talento a seguir con mucha atención.

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