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Portillo abduce a Segismundo

La actriz reinterpreta, en el estreno en Almagro de ‘La vida es sueño’, el héroe de Calderón de la Barca, con su mezcla de ternura masculina y fuerza femenina

Blanca Portillo, dando vida a Segismundo en 'La vida es sueño'
Blanca Portillo, dando vida a Segismundo en 'La vida es sueño'Mariano Cieza Moreno (EFE)

Había un silencio tal durante la representación que hasta la propia Blanca Portillo, actriz acostumbrada a lidiar con públicos entregados, se quedó impresionada. Eran los mismos espectadores que la hicieron llorar cuando la vitorearon el viernes por la noche al salir a saludar tras estrenar La vida es sueño, de Calderón de la Barca. Fue con la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) que dirige Helena Pimenta, responsable también de la puesta en escena de este montaje nacido en el 35º Festival de Teatro Clásico de Almagro y que iniciará una larga gira en septiembre. Acababa de abducir, más inmensa que nunca, durante dos horas a Segismundo, que muchos expertos consideran el personaje más completo del teatro español clásico.

Un momento de la representación de 'La vida es sueño'
Un momento de la representación de 'La vida es sueño'Guillermo Casas

Portillo entró en contacto con él hace más de 30 años, cuando su gran maestro José Estruch le hacía leer teatro barroco. “Recuerdo que pensaba: ‘¡Qué pena haber nacido chica y no poder decir esto tan bonito!”, asegura la actriz. Pero nunca se planteó hacerlo y solo lo vio claro cuando Pimenta le contó lo que tenía planeado: “Hoy [por el viernes] me he dado cuenta más que nunca de que estamos enamorados de lo que hacemos. Había una energía maravillosa antes de empezar y todos éramos conscientes de que teníamos una criatura preciosa y la queríamos enseñar con todo el amor", dijo escasos minutos después de terminar la función, aún con la respiración agitada y excitada porque había visto al público aportando registros a la función. “Estaban dentro del espectáculo, he visto gestos tremendos y ese silencio que te da la medida de las cosas y te demuestra que ahí estaba pasando algo, que hay verdad”. Un silencio especial que percibió antes de salir a escena, cuando escuchó hablar a Rosaura en su primer parlamento, mientras ella estaba escondida debajo del escenario, abrazada a Pedro, el utilero de la CNTC, que en ese momento, que todos los actores viven, de soledad absoluta, cuando no de pánico escénico, era su único ángel protector.

Portillo desde hace años aborda indistintamente cualquier personaje, ya sea hombre, mujer o niño (lo fue en otro calderón dirigido por Lavelli). La vuelven a colgar en escena por cuarta vez, y a descalzar por tercera. Los elogios los compartió con la pequeña orquesta barroca y el resto del reparto, en el que destacaron con su luminosidad Marta Poveda (Rosaura) y Pepa Pedroche (Estrella) y con su gran oficio Fernando Sansegundo (Clotaldo) y Joaquín Notario (Basilio). Actor este último que hace 12 años y bajo la dirección de Calixto Bieto fue uno de los segismundos más elogiados del teatro español contemporáneo. Curiosamente ahora, que hace de padre de este nuevo Segismundo, concebido como un ser en el que confluyen la siempre posible ternura masculina y la no tan rara fuerza y determinación femenina, da la sensación de que hay una importante corriente genética entre ambos. Este Segismundo está clarísimo que es hijo de este Basilio.

A los actores les impresionó el total y absoluto silencio del público

Tanto Bieito como Pimenta han querido que sus criaturas sean dos seres en los que confluyen rabia e ira, alejados de tantos segismundos marcados por el dolor, la nostalgia de lo que podían haber sido, la debilidad ante la permanente incertidumbre, o directamente la superficialidad e incluso frivolidad. La gran enseñanza de Portillo aquí termina siendo una terapia cercana al psicoanálisis, en la que vemos como un ser logra dominar y gestionar la inmensa rabia que le invade. Y siempre desde esa dualidad que tantas veces aparece en el barroco y en Calderón, un autor que redescubrieron en el siglo XIX en Alemania y Polonia, cuando en España apenas se representaba. En esta ocasión se ha envuelto de una estética muy inspirada en el siglo XVII reflejado en tantas pinturas de países nórdicos.

Cuando estudiaba, pensaba: ‘¡Qué pena haber nacido chica y no poder hacerlo! Blanca Portillo

En el estreno se oyeron también muchos elogios hacia la versión de Juan Mayorga, considerado el dramaturgo español vivo más internacional. Una versión muy respetuosa, pero que se hace totalmente entendible. “Calderón encontró la forma exacta para representar una experiencia universal: la del que se pregunta si vive o si sueña, o si le hacen soñar. No hay en nuestro teatro otro personaje en que se nos dé a ver la frágil belleza de lo humano como la reconocemos en Segismundo, ‘un hombre de las fieras y una fiera de los hombres”, señala Mayorga, que debuta como director en este festival (14 y 15) con su obra La lengua en pedazos basada en textos de Teresa de Jesús. Este matemático y filósofo de formación ha debido disfrutar con este texto que recoge la tradición milenaria de diferentes culturas situadas en el convencimiento de que la vida no es más que un sueño. Las referencias se encuentran en el pensamiento oriental, persa, hinduista, budista, judeocristiano, incluso en muchas ciencias modernas que sostienen que este solo es uno de los posibles mundos. Pero, sobre todo, en la filosofía griega y las teorías de la caverna platónica, donde todos estamos atrapados y solo saldremos haciendo el bien.

Calderón escribió este drama existencialista estrenado en 1635, profundamente influido por Platón, con un tema que le obsesionaba y que se ve reflejado en otras obras, como En la vida todo es verdad y todo mentira, que se verá en Almagro (del 20 al 29) con la CNTC y dirección de Ernesto Caballero.

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