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crítica: 'Siempre feliz'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Europa en miniatura

Agnes Kittelsen, en un fotograma de 'Siempre feliz'.
Agnes Kittelsen, en un fotograma de 'Siempre feliz'.

La felicidad había sido el tema rector de dos películas tan distintas como Amélie, de Jean-Pierre Jeunet, y Happy, un cuento sobre la felicidad, de Mike Leigh. En la primera, exaltación neurótica de una inquietante Francia arcádica de postal, la protagonista imponía su imperativo de felicidad sobre su entorno con el empeño de una Gestapo del buen rollo, mientras Jeunet convertía cada plano en pieza de artillería publicitaria al servicio de un impostado estado de ánimo. Leigh, por el contrario, parecía entender la felicidad como problema, como enigma disfuncional en un entorno dominado por la claudicación, el cinismo y la desesperanza. Al final de la película, la protagonista daba por perdido un caso irredimible —su profesor de autoescuela— para reconvertir el optimismo en motor de su propio destino.

En su ópera prima, Siempre feliz, la noruega Anne Sewitsky utiliza un ejemplo de felicidad problemática como relevante esquina en un cuadrilátero de frustraciones que podría funcionar casi como esencializada idea de Europa: una comunidad que esconde un magma de tensiones interiores bajo una superficie aparentemente civilizada. Agnes Kittelsen es Kaja, una mujer tan feliz y con tan pocos motivos para serlo que, a los ojos de sus vecinos, puede encarnar una benignidad limítrofe con la idiotez. La directora enfrenta a dos matrimonios con esqueletos en el armario en una suerte de amargo vodevil helado, mientras los hijos se dedican a representar la memoria de las relaciones entre Tercer y Primer mundo como pantomima cruel.

'Siempre feliz'

Dirección: Anne Sewitsky.

Intérpretes: Agnes Kittelsen, Henrik Rafaelsen, Joachim Rafaelsen, Maibritt Saerens, Ram Shihab Ebedy.

Género: comedia. Noruega, 2010.

Duración: 88 minutos.

Siempre feliz no es una película redonda, pero sí un debut ambicioso, que revela a una cineasta empeñada en meterse en problemas y dispuesta a renunciar a todo atajo: el diálogo en el que el marido adúltero explica sus razones es un buen ejemplo. Cabe desear que su segundo largo, Jørgen + Anne = Sant (2011), no tarde en encontrar distribución.

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