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crítica: 'la delicadeza'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Oxígeno sin complicaciones

Javier Ocaña
François Damiens (de espaldas) y Audrey Tautou, en el filme.
François Damiens (de espaldas) y Audrey Tautou, en el filme.

“Es raro, siempre tenemos algo que decirnos”. Cuando un guionista decide introducir en su libreto de corte romántico una frase de este tipo en la fase de conocimiento mutuo de la pareja es porque algo huele a podrido en Dinamarca: o se está redundando en lo que el espectador ya está viendo, es decir, que en la relación hay una gran complicidad, hay continuidad en sus conversaciones, afecto, cariño y, en definitiva, futuro dentro de su historia de amor; o, aún peor, el guionista no está seguro de que la platea entienda qué demonios hacen juntos este par de seres humanos tan distintos y aspirantes a pareja, así que necesita activar la sirena de aviso de algo que en realidad no se está produciendo. Nadie que se lleva a las mil maravillas afectivamente hablando necesita remarcarlo (al menos, en una película). Verbalizar lo bien que se lleva una pareja está chupado, se dice y punto; lo complicado es demostrarlo con acciones o diálogos.Viene todo esto a cuento de La delicadeza, adaptación de la vendidísima novela de David Foenkinos que el propio escritor, con la ayuda de su hermano Stéphane, ha trasladado al cine en su película de debut. En ella, y tras un hecho trágico inicial, una guapa mujer encuentra el consuelo en el hombre inicialmente más distante en el que hallar abrigo. Pero, a pesar de la sirena de alarma (“Siempre tenemos algo que decirnos”), nunca acabamos de ver tal complicidad reflejada en la pantalla, como si los personajes actuasen al dictado de lo que marca una ficción y no de lo que marcan sus sentimientos.

'La delicadeza'

Dirección: David y Stéphane Foenkinos.

Intérpretes: Audrey Tautou, François Damiens, Pio Marmaï.

Género: tragicomedia. Francia, 2011.

Duración: 108 minutos.

En la línea de éxitos literarios recientes como La elegancia del erizo, Foenkinos nutre su historia de alivio ligero, de oxígeno sin complicaciones, y envuelve bien su relato con un fuerte apoyo musical, con una sensibilidad especial para narrar determinados estados de ánimo y, lo mejor, con un excelente manejo de las elipsis. Un campo este último en el que, sin embargo, una vez más se acude a la rémora de los subrayados. Así, tras una preciosa elipsis en la que se pasa con un solo corte de montaje y en menos de un segundo de la frase “estoy embarazada” a que una cría corra hacia la mujer para abrazarse, Foenkinos cae en la tentación de la aclaración para espectadores despistados: segundos después se oye en un diálogo la frase “Hace tres años…”. Sentimientos que se explican, elipsis que se aclaran, alivio ligero, oxígenos sin complicaciones, en fin, la delicadeza.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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