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La (vieja) guerra de los Thyssen

La venta de ‘La esclusa’ de Constable reabre las rencillas entre Carmen Cervera y Francesca Putin se interesa por la colección de la baronesa

La baronesa y Francesca Thyssen, juntas en 2007 durante una exposición en Madrid.
La baronesa y Francesca Thyssen, juntas en 2007 durante una exposición en Madrid.ULY MARTÍN

Desde que el barón Thyssen compró La esclusa, de John Constable, el 14 de noviembre de 1990 en Sotheby’s por 13 millones de euros, el cuadro ha vivido entre las paredes del museo madrileño. Primero, en los despachos. Luego, como un cuadro más de los adquiridos por el Estado español en 1993 por 350 millones de dólares (se negoció en esa divisa). Después, en la zona anexa donde se exhibe la colección Carmen Thyssen, en las salas ocupadas por las 800 pinturas prestadas gratuitamente en 1999, con Mariano Rajoy como ministro de Cultura. Desde el martes por la noche, el cuadro tiene un nuevo propietario.

Su venta en Christie’s de Londres por casi 25 millones de euros ha resulto los problemas de liquidez de Carmen Cervera, pero ha reavivado la vieja guerra que mantiene desde siempre con Francesca Thyssen, la única hija del barón. Ayer, a primera hora de la mañana, Francesca envió a EL PAÍS una extensa declaración en la que cargaba de manera contundente contra la baronesa, contra el patronato y contra el mismísimo Ministerio de Cultura por permitir la venta de parte de la colección. Entre descalificaciones personales (“Su único título es el de Miss España 1961”; “Tiene un gusto dudoso”...) Francesca Thyssen asegura que Carmen Cervera es un peligro para el futuro del museo Thyssen.

La reacción de la baronesa, triste y feliz a partes iguales por la venta del constable, fue breve pero así de brutal: “Francesca es una imbécil que solo busca publicidad”. Resuelto el asunto familiar, Carmen Thyssen reiteró que no piensa vender ninguna otra obra y que su deseo es que toda su colección permanezca en el museo madrileño. En varias ocasiones había recibido propuestas de otros países para hacerse con sus cuadros (una treintena de obras maestras junto a otras más secundarias). La última oferta procede de Rusia. Un grupo de enviados de Vladímir Putin estuvo hace una semana en Madrid. “Espero que la crisis se resuelva y podamos rematar la operación que se inició con Mariano Rajoy como ministro de Cultura en 1999”, asegura la baronesa. Puede que de ello hablara durante la cena que el martes, justo después de la venta de La esclusa, celebró en su casa de La Moraleja, en Madrid, con la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáez de Santamaría.

“La invité durante la inauguración de Hopper, pero no puedo decir de qué hablamos anoche. Me gusta mucho su energía y es una mujer muy positiva”, relató Carmen Thyssen. El martes, antes de la subasta, fuentes oficiosas de Cultura lamentaban la marcha del cuadro y precisaban que la “gratuidad total” de la que habla Carmen Thyssen no es tal. La inversión de más de 3.000 millones de pesetas de 1999 (unos 18 millones de euros) para la ampliación del edificio, el mantenimiento de las obras y los seguros son considerados en Cultura como gastos a tener en cuenta. “El museo necesitaba la ampliación para exposiciones temporales y oficinas y los seguros los pago yo”, replicaba ayer mismo la baronesa.

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En medio de la trifulca, el exdirector del museo, Tomás Llorens, recuerda que España ha podido mostrar interés por el cuadro a lo largo de veinte años y, por el contrario, nadie se ha pronunciado. “Es un paisaje importantísimo, precursor del impresionismo. Me da pena que no esté, pero Carmen Cervera tiene todo el derecho a venderla. De entrada, ella no es española. Desde su matrimonio con el barón, es suiza. La legislación de protección del patrimonio no le afecta. Si quiere puede vender la colección en cualquier momento, el plazo de préstamo por ocho años ya concluyó. Otra cosa son los cuestionamientos éticos”. Lo que hasta ayer seguía siendo un misterio es la identidad del comprador. “Espero que sea un coleccionista inglés”, dice Llorens, “y que lo regale a un museo público”. Carmen Thyssen también confiesa su curiosidad: “Lo he tenido delante tantos años que necesito saber donde irá”.

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