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ENTREVISTA

“La vida vista por una Lomo es maravillosa. Fuera, no tanto”

Los fundadores de Lomography hablan del presente y del futuro de la marca de fotografía analógica

Matthias Fiegl y Sally Bibawy muestran sus LOMO LC-A +.
Matthias Fiegl y Sally Bibawy muestran sus LOMO LC-A +.MOEH

Dos estudiantes, Matthias Fiegl y Wolfgang Stranzinger, descubrieron a principios de los 90 una cámara austriacos soviética durante un viaje por Checoslovaquia. Era el intento de copia de un modelo de cámara compacta japonesa que había realizado la empresa estatal LOMO, un conglomerado industrial muy relacionado con el Ejército que fabricaba hasta componentes de misiles. Fiegl y Stranzinger comenzaron como meros contrabandistas, comprando las cámaras en San Petersburgo y vendiéndolas en Viena. La URSS se caía a pedazos y ellos vieron una oportunidad de hacer negocio con esas cámaras de fotos con colores saturados, estética algo kitsch. Ayudó a la supervivencia de la aventura empresarial el entonces vicealcalde de San Petersburgo, Vladimir Putin, por el que pasaban todos los negocios de la ciudad y que les permitió que se hicieran con la licencia para poder fabricar ellos mimos las Lomos en factorías chinas bajo la firma Lomography.

En la tienda que Lomography tienen en Madrid nos reunimos con Mathias Fiegl y su esposa Sally Bibawy, tercera socia de la empresa, para hablar más del presente y futuro que de la historia romántica de amor al arte llegado a Rusia. "¿Pediste datos de nuestra biografía?", pregunta nada más empezar la entrevista. "Yo soy arquitecta, Wolfgang estudió leyes y Matthias estudió economía. Pero desde la universidad nos hemos dedicado a la Lomography", intercede Bibawy.

Nosotros le quitamos la seriedad a la fotografía analógica

Hace calor en la tienda, la puerta está abierta y se mete el ruido de la calle Argensola. Fiegl saca algo de su pantalón, y uno no se da cuenta de que es una cámara de fotos hasta que oye el obturador. Deja sobre la mesa la LOMO LC-A+, su modelo más representativo. Ninguno de ellos saca un teléfono móvil. "Tira miles y miles de fotografías", aclara su esposa Sally. Algunas de esas fotografías personales están incorporadas al catálogo de las cámaras. “Mira, ese de allí es nuestro hijo”, dirán luego señalando a una de las imágenes veraniegas que cuelgan del muro de la tienda. Transmiten ellos mismos la filosofía de la lomografía, una suerte de principios entorno a su universo de cámaras. "La fotografía en los años 90 era algo muy serio", explica Sally. "La gente estaba acostumbrada a usara la cámara solo en los cumpleaños y las navidades. Nosotros le quitamos seriedad, y empezamos a decir a la gente que cogiera la cámara, se la llevara a su bolsillo y se pusiera a disparar en su día a día".

Uno de los puntos fuertes de lo que estos tres socios han logrado es la comunidad entorno a estas cámaras hechas con mucho plástico. El usuario no compra solo la cámara, si no el acceso a encuentros, exposiciones e intercambio de pareceres con gente que comparte la misma pasión por la fotografía.

Parece contradictorio, pero la lomografía, pura fotografía analógica, está unida a Internet desde sus inicios. En 1994, ya tenían una web; en 1998 ya daba la opción a los usuarios de subir sus propias fotos y compartirlas con otros usuarios, seis años antes de que Flickr, la gran red para difundir fotografías, viera la luz. "Para nosotros era algo natural", explica Fiegl. “Nacimos en Viena, Austria, pero enseguida nos expandimos. La gente necesitaba tener una referencia, e Internet nos ha dado esa posibilidad de intercambiar intereses con otras culturas y sensibilidades”. Sally intercede: “Estás con una cámara, fotografiando, necesitas comunicar, es normal que quieras compartirlo por la web”. Y Fiegl añade: “Pero no buscamos ni los datos ni saber nada de nadie, como otras páginas que enseguida te piden un email para darte de alta. Nosotros dejamos que todo el mundo pueda navegar y que sea muy fácil participar”.

La plaza del Trocadero y la Torre Eiffel, tomadas con la cámara Spinner, que hace fotografías de 360 grados.
La plaza del Trocadero y la Torre Eiffel, tomadas con la cámara Spinner, que hace fotografías de 360 grados.MOEH

Puede parecer que la lomografía es solo amor al arte, cuando en verdad no deja de ser una empresa y un negocio. “Si me preguntas si hemos crecido al ritmo de Facebook, de manera exponencial, te diré que no. Llevamos 20 años en esto, creciendo poco a poco, tenemos buena salud, y no paramos de crecer”, explica. “Ahora tenemos 35 tiendas en todo Europa, en Nueva York, Shangai, Singapur… En Viena contamos con un equipo de 18 personas, y tendremos unos 50 empleados en el resto del mundo”. ¿No hay crisis para la Lomografía? “No, nuestros números siguen siendo los mismos, de crecimiento. Por ejemplo, en España, no tenemos variación. Escuchamos hablar de la crisis, y hemos llegado hoy, y vemos un gran aeropuerto, y todo es brillante”, dice. "En la tienda además no para de entrar gente", añade señalando a unas jóvenes que han entrado a comprar una cámara para regalar a una amiga. "Puede que la gente prefiera dejar de gastar en determinadas cosas como la ropa cara, pero en esto, que es más emocional, no quiere prescindir", explica Sally Bibawy tras escuchar que en España hay casi seis millones de parados, gente desahuciada y que la cosa no es ni mucho menos brillante. "Además nuestro nicho de mercado es muy concreto y estable, y a ellos nos dirigimos", añade. "La vida dentro del encuadre de una Lomo es bonita…fuera ya no tanto" , concluye Fiegl.

Matthias Fiegl y Sally Bibawy posan frente a uno de los murales instalado en la tienda de Madrid de Lomography.
Matthias Fiegl y Sally Bibawy posan frente a uno de los murales instalado en la tienda de Madrid de Lomography.MOEH

Uno puede pensar que la fotografía analógica es un engorro, cuando tenemos imágenes a golpe de click desde cámaras digitales o teléfono móvil. La moda ahora es Instagram, una aplicación para smartphones que permite hacer fotografías con aire analógico y compartirlo en una red social. "A Nosotros nos encanta Instagram", se arranca Fiegl al ser preguntado por la aplicación, en una respuesta a la que vuelve a la filosofía de la marca, a sus principios con los que venden cámaras. "Muchos de los que trabajan para nosotros la usan. Pero es distinto. Se trata de compartir inmediatamente fotos a través de un dispositivo móvil y aplicarle un filtro", dice. “La lomografía es distinta, incluso si la comparas con las cámaras digitales. Tu puedes tocar una fotografía en Photoshop y cambiarla; nosotros decimos: ‘Toma la fotografía, que salga como sea, no la borres, es válida, y lo sabrás después de haberla tomado. Todo lo contrario que ofrece Instagram’”.

Si tan compatible es Instagram con la lomografía, ¿por qué mandaron cambiar el nombre de un filtro llamado ‘lomo’? "Estaban haciendo negocio con nuestro nombre, sin pedir permiso. Les dijemos: 'Es una aplicación maravillosa, pero no promociones tu servicio usando nuestra marca'. Llamaba además a la confusión, porque nosotros no trabajamos para la imagen inmediata”, responde Fiegl. “Y mira, en la tienda de Nueva York nos han contado como han entrado clientes diciendo que habían probado Instagram y que ahora querían probar lo verdadero”, dice con una sonrisa de oreja. “En verdad, no fue tan importante para nosotros este tema”, zanja finalmente.

Una película rodada con la Lomokino

El sector de la fotografía analógica vive un momento extraño. Por un lado, grandes fabricantes en apuros económicos dejan de fabricar películas, pero por otro lado se abre paso pequeños entusiastas que recuperan viejas fórmulas, como Impossible Proyect, responsable de una línea de películas tipo polaroid. “Comunicaron demasiado pronto su producto, cuando no tenían nada listo”, responde Sally Bibawy al ser preguntada por esta otra experiencia analógica. “Nosotros llevamos 20 años en este sector, desarrollando nuestro propio nicho de mercado. No tenemos ningún miedo a la competencia, siempre y cuando hagan buenos productos”.

¿Y hacia dónde va la lomografía? “Tenemos buena salud; invertimos lo que ganamos en nuevas tiendas y en nuevos productos”, repite Matthias Fiegl. “Ahora tenemos dos caminos, y no sabemos si cogeremos uno de ellos o los dos. El primero es potenciar el lado artístico de la gente, como venimos haciendo. Por otro lado, podríamos crear herramientas, siempre compatibles con lo analógico, para fomentar la creatividad, como puede ser el campo de la música”, dice sin querer dar más detalles.

Se les pide que recomiende algún artista nacido a la fiebre de sus principios. “Nosotros no promocionamos artistas, estamos fuera de lo que es el mercado del arte, de su mundo comercial ; damos herramientas para la creatividad, y allí sí que pertenecemos al mundo del arte”, aclara Fiegl. “Si viene algún artista a decirnos que tiene una iniciativa, le ayudamos, como por ejemplo el director Apichatpong Weerasethakul, Palma de Oro en Cannes en 2010. Ha rodado con la Lomokino, una cámara de vídeo que funciona con carrete de 35 mm. También nos pidió ayuda el ayuntamiento de Viena para documentar la nueva arquitectura de la ciudad, y nosotros le dimos cámaras a mendigos para que nos mostraran ellos mismos como veían esa nueva ciudad”.

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