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El Gran Hermano del cine

Varias exposiciones muestran el filme 'Faceless', realizado a base de imágenes de cámaras de seguridad

Silvia Hernando
Un fotograma de 'Faceless'
Un fotograma de 'Faceless'

Aquel mundo que Orwell inventó para su novela 1984, una escalofriante sociedad controlada por el Gran Hermano gracias a la desinteresada ayuda de sus leales y ubicuas cámaras de vigilancia, se acerca poco a poco pero peligrosamente a la realidad. La aparente capital de ese nuevo orden, el Reino Unido, despliega a día de hoy al menos 1,85 millones de esos espías automáticos, observadores siempre dispuestos a velar por la seguridad de los viandantes. Un objetivo que, sin embargo, no encuentra respaldo estadístico: hasta hoy, ningún estudio ha sido capaz de avalar su eficacia.

Para lo que sí han servido esas cámaras, es para hacer cine. Un ejemplo clave, la película de 2007 Faceless (Sin rostro), realizada por Manu Luksch con secuencias obtenidas de las cámaras londinenses, continúa dando de qué hablar. Hasta final de año, hay previstas proyecciones en distintos festivales británicos, y el filme, disponible en Amazon.com, forma parte de una exposición en el Ars Electronica Center de Linz, en Austria y de la colección permanente del Pompidou.

El germen se remonta a hace quince años, cuando Luksch, austriaca, desembarcó en la capital británica. "Cuando llegué y vi tantas cámaras fue un shock. Y pensé en cómo afectan a la autonomía del individuo y su dignidad". No fue hasta 2001, cuando entró en vigor una directiva europea que otorga el derecho a acceder a copias de grabaciones que contengan imágenes personales, que la cineasta pudo ponerse a trabajar.

"Empecé a enviar cartas a cualquier lugar por el que hubiera pasado para que me proporcionaran las copias". A pesar de la ley, entre 2002 y 2007 solo recibió un 10 por ciento de las imágenes que había solicitado, previo pago, obligatorio, de una tasa de 10 libras. Aunque en la mayoría de los casos se trata de escenas de su vida cotidiana, algunas de las secuencias están preparadas, con ella actuando ante las cámaras, sola o acompañada.

Un fotograma del filme
Un fotograma del filme

La trama surgió, según cuenta, de manera natural durante el proceso de montaje. Como solo se pueden solicitar archivos con imágenes propias, la protagonista tenía que ser por necesidad ella misma. El resto de personajes que aparecen en pantalla lo hacen con una mancha negra cubriéndoles la cabeza, por una cuestión de protección de la privacidad. Lo que se le ocurrió lo resume así: "En una sociedad organizada bajo el reformado Calendario en tiempo real, sin historia ni futuro, nadie tiene rostro. Una mujer cae presa del pánico cuando un día descubre que tiene cara. Pronto comienza a averiguar más cosas sobre la historia del rostro humano y a buscar su futuro".

Más retos: las cámaras de vigilancia no captan los sonidos. Ella misma intentó hacer de narradora, pero no acabó convencida con el resultado. Y se dijo: Tilda Swinton sería perfecta. “Intenté contactar con ella por muchas vías, y conseguí su email a través de un amigo común". En una tarde, la actriz puso voz al filme, de 50 minutos.

Con lo aprendido, Luksch redactó un manifiesto para hacer cine con cámaras de seguridad, que colgó en su web y con el que forró las farolas de Londres. Y otros se lanzaron a emularla. Su meta, además de artística tiene un componente social. "Quiero subrayar el hecho de que hay cámaras por todos lados, y también que todo el mundo debería poner a prueba la ley y sus propios derechos pidiendo las copias".

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Sobre la firma

Silvia Hernando
Redactora en BABELIA, especializada en temas culturales. Antes de llegar al suplemento pasó por la sección de Cultura y El País Semanal. Previamente trabajó en InfoLibre. Estudió Historia del Arte y Traducción e Interpretación en la Universidad de Salamanca y tiene dos másteres: uno en Mercado del Arte y el otro en Periodismo (UAM/EL PAÍS).

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